Stephen Harper

Stephen Harper
Photo Credit: Darryl Dyck/Canadian Press

2015: el año en que los canadienses le dijeron “No” a Stephen Harper

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Ese es el balance del año 2015 que hace el columnista Haroon Siddiqui, columnista en el periódico de mayor tiraje en Canadá, el Toronto Star. Según Siddiqui, cuanto más pudieron ver los canadienses el carácter ruin y malévolo de Stephen Harper y sus interminables tácticas sucias, más repugnancia sintieron los ciudadanos hacia el ex primer ministro conservador.

Stephen Harper quería unas elecciones en torno a los valores canadienses. Eso fue lo que hicieron canadienses. Casi el 70 por ciento de los ciudadanos dijeron con su voto que los valores de Harper no son los de la mayoría de la población.

Harper organizó la elección más larga en 140 años de historia canadiense. Esto con el fin de debilitar a la oposición. Pero esto sólo le dio tiempo a Justin Trudeau para demostrar su capacidad. Más aún, ese lapso sirvió para exponer el carácter y las tácticas sucias del líder conservador. Los canadienses convirtieron la elección en un referéndum sobre las cualidades y virtudes del propio primer ministro Harper. Y la tierra se abrió a sus pies en el momento en que se produjo este giro. Los signos del inminente colapso de los Conservadores no tardaron en aparecer.

Después de haber encabezado un gobierno controlado por un solo hombre durante nueve años y medio, Harper declaró de repente y sin mayor credibilidad que la elección no era sobre él sino sobre las políticas de su gobierno.

Aunque continuaba burlándose de Justin Trudeau, Harper optó por imitar al líder liberal, presentándose en los mítines de la campaña sin chaqueta y en mangas de camisa.

Cuando vio que su campaña de miedo usando el tema del terrorismo no funcionaba y cuando vio que su anuncio de un acuerdo comercial Trans-Pacífico se hundía como una piedra, Harper duplicó sus ataques en una guerra cultural contra los musulmanes. Pero el hecho de intimidar y agredir a una minoría vulnerable produjo una reacción contraria a lo que Harper buscaba.

Harper no tardó en encontrase dando discursos electorales en salas casi vacías, mientras crecían las multitudes en los mítines políticos de Trudeau. Así el líder conservador acabó animando eventos de segunda categoría, mientras sus subalternos advertían a los canadienses sobre los riesgos de que se abran «prostíbulos en nuestras comunidades» bajo un gobierno de Trudeau.

La pasada elección fue más intensa que la de 1988 cuyo debate central era un tratado de libre comercio con Estados Unidos. En la elección de 2015 los temas eran distintos, pero de una u otra forma vinculados a los valores canadienses. La participación del electorado llegó al 68,49 por ciento, la más alta desde 1993, que fue de un 70,9 por ciento.

La primera parte de la campaña demostró que la base del 30 por ciento del electorado que apoya a Harper seguiría apoyándole, pese a los escándalos y reveses políticos. La segunda parte de la campaña demostró que ese era todo el apoyo que el líder conservador podía conseguir.

Fueron sus tácticas tomadas de la derecha republicana y del Tea Party que le ayudaron a consolidar esa base. Y esas mismas tácticas fueron la causa para que los canadienses finalmente rechacen su reelección a la cabeza del gobierno canadiense. Desafortunadamente esa polarización persistirá, con o sin Harper en el escenario político.

Al rechazar el estilo horrible de las políticas de Harper, los canadienses también echaron del poder a sus socios más nefastos, como Chris Alexander, Julian Fantino, Paul Calandra, Joe Daniel, Brad Butt, Bob Dechert y Costas Menegakis, todos de Toronto.

Harper se imaginaba a sí mismo como un maestro estratega que podía manejar milimétricamente subgrupos demográficos y étnicos para hacerse de nuevo con el poder. Eso funcionó hasta que los canadienses finalmente se dieron cuenta de la truculencia del líder conservador.

Las elecciones de 2015 en Canadá han llevado al Parlamento a 200 nuevos diputados. El nuevo gobierno liberal tiene en el parlamento como diputados electos a 10 indígenas canadienses, seis miembros de la comunidad lesbiana, gay, bisexual y transexual, además de siete inmigrantes y refugiados que se hicieron ciudadanos canadienses. Se trata del tipo de gente que Harper, quien habla de «canadienses de vieja cepa», no aprobaría, sobre todo en el poder, dice finalmente el columnista Haroon Siddiqui, columnista en el periódico de mayor tiraje en Canadá, el Toronto Star.

Categorías: Indígenas, Política
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