Photo Credit: Jens Meyer

Como perros y gatos

La cohabitación entre las personas y los denominados “animales de compañía” en Quebec dista de ser fácil y armoniosa.

Si bien es cierto que a la hora de poseer un animal en casa son muchos los que optan hacerlo, el panorama se torna un tanto más complejo cuando llega la ocasión de desplazarse por la provincia llevando con nosotros a nuestro fiel compañero.
Si bien son numerosos quienes han “sumado a sus familias” un perro, un gato o incluso animales que podríamos considerar como poco convencionales, entre los que figuran reptiles, arañas y aves diversas, el espacio público en la provincia parece mucho menos receptivo a la presencia de estos seres, por más amorosos, juguetones e inofensivos que puedan ser en opinión de sus dueños.

En el parque bajo estrictas condiciones

En las ciudades, poblados y otros centros urbanos de Quebec existen normas estrictas a la hora de brindar un paseo a nuestra mascota.

Algunas municipalidades han previsto espacios cerrados en parques o plazas para los perros, para que estos puedan divertirse y ejercitarse a su gusto, sin poner en riesgo la tranquilidad o seguridad física de niños y adultos.  Se trata de terrenos de dimensiones e instalaciones variables, que de todos modos permiten al dueño poder brindar unos minutos de libertad a su animal. En algunos casos, muy pocos, se reserva una porción del terreno a las bestias de menor porte y fuerza física.

Fuera de esos sitios, a la hora de querer circular por calles u otros sitios públicos llevando nuestro animal, la cuestión se torna más complicada. De hecho, para que un perro pueda circular por un parque no deben existir allí espacios reservados para los niños, como instalaciones con juegos, por ejemplo, además de ser obligatoria la existencia de un sendero peatonal, a cuyo trazado deberán restringirse los desplazamientos del animal, siempre enlazado y en compañía de su dueño o de una persona responsable.

Por cierto, sobre todo en días laborables, es común que muchos de esos espacios verdes permanezcan desiertos buena parte de la jornada, sin presencia de niños o adultos que puedan ser molestados por la actividad del animal.

Los espacios abiertos destinados a animales de compañía son escasos en Canadá, en comparación con otros sitios.
Los espacios abiertos destinados a animales de compañía son escasos en Canadá, en comparación con otros sitios. © Geert Vanden Wijngaert

No obstante, las normas impiden que las fieras circulen por lugares que en otro momento puedan ser frecuentados por las personas alegando, en la mayoría de los casos, los riesgos que para la higiene y salud humana podría ocasionar la presencia animal.

La situación es aún más restrictiva si los senderos en cuestión son compartidos con ciclistas o personas que se desplazan en patín, poco interesados en correr el riesgo de tener un altercado con un animal o, aún peor, correr el riesgo de que un encuentro inesperado derive en un accidente.
Desde luego, son numerosos los ejemplos de coexistencia conflictiva entre animales y personas, que hacen que las previsiones adoptadas por las normas sean razonables y comprensibles.

La prensa municipal señala con frecuencia ataques producidos por animales que no habían demostrado hasta el momento un carácter agresivo o instinto de atacar a personas desconocidas. En los últimos meses de 2015 fue muy difundido el caso de una niña agredida por un perro en un parque de la ribera sur de Montreal;  el asalto le produjo severas lesiones en el rostro, brazos y otras partes del cuerpo, además del trauma que le provocó la situación.

Menos violento, pero también tenso, resultó el caso de un hombre que fue multado por circular con su pequeño compañero de cuatro patas por una senda destinada a peatones y ciclistas. La persona adujo en su momento que las señales que debían advertirlo que su perro no era bienvenido en el sitio no eran visibles o suficientemente claras.

Un intento de remediar la situación

Como una forma de buscar hacer menos problemática la vida de quienes quieren compartir sus paseos con su animal de compañía, existen numerosas entidades que aglutinan a dueños de animales y que proponen una lista de opciones de salidas. Es el caso, por citar sólo un ejemplo, de partoutavecmonchien.com, que podemos traducir como “por todas partes con mi perro”, que brinda una lista de sitios amigables con las mascotas, además de promover encuentros, actividades físicas para personas y animales y brindar consejos variados.

Un capítulo aparte merecen las razas de perro denominadas peligrosas.

El último fin de semana, el domingo 10 de enero para ser más preciso, un artículo publicado en inglés por la CBC da cuenta de sendos casos ocurridos en Columbia Británica, en la costa oeste canadiense, en los que dos personas fueron atacadas por dos clases de perros consideradas peligrosas: en una de las acciones participó un rottweiler-husky y en el otro presuntamente dos pitbulls.

Cada vez que este tipo de hechos ocurre, se produce el surgimiento de una ola de reclamos en favor de más restricciones para la presencia de animales en sitios públicos y de legislación más severa para punir las agresiones sufridas por las personas.

Todas las municipalidades en el país tienen una lista de animales prohibidos, en la que merecen su espacio destacado las razas de perros consideradas peligrosas. El caso del pitbull es el más frecuente, con decenas de ciudades prohibiendo su posesión.

Los animales necesitan el juego y la socialización.
Los animales necesitan el juego y la socialización. © Betsy Martin

Números que hablan

Según las estadísticas más recientes disponibles, en el caso de la provincia de Quebec,  el 24 por ciento de los hogares posee un perro, mientras que el 32 por ciento cuenta con al menos un gato. Una cuenta rápida arroja una población provincial de 1.520.000 felinos y 978.000 canes.  Las cifras no resultan nada desdeñables para una provincia que suma una población de menos de 8 millones de personas.

Hora de cambios

Una población tan extendida de animales domésticos tiene, inevitablemente, su eco económico. Las familias que poseen mascotas gastan miles de dólares al año en alimentación, cuidados veterinarios, estética y, también, desplazamientos.

En relación a esto último, el ambiente más amistoso hacia los animales que se encuentra en Estados Unidos hace que, cada año, miles de personas se decidan por cruzar la frontera cuando se trata de ir de vacaciones o de tomar un breve descanso junto a su perro o gato.

Sin ir más lejos, en época estival es común ver los campings ubicados en territorio estadounidense llenos de canadienses, atraídos por las bajas tarifas, las instalaciones generalmente de buena calidad y, punto insoslayable, las normas mucho más permisivas a la hora de trasladar a un animal.

De hecho, en sitios como Burlington, cerca de la frontera con Quebec, durante los veranos es común ver que los restaurantes y otros negocios permitan el ingreso con perros en las terrazas exteriores e, incluso, les provean de agua y un sitio sombreado donde poder refrescarse. El contraste es evidente, ya que las normas quebequenses no aceptan la entrada de animales en ningún tipo de comercio y la admisión en campamentos y parques públicos es mínima.

Entre reclamo y reclamo, y a la luz de lo señalado, algunas voces comienzan a expresar la necesidad de repensar la relación entre mascotas y personas en Quebec y el resto de Canadá.

Algunos sitios de camping y parques provinciales comienzan a suavizar sus normas para atraer más público.
Algunos sitios de camping y parques provinciales comienzan a suavizar sus normas para atraer más público. © Gentileza SEPAQ
Categorías: Economía, Medioambiente y vida animal, Sociedad
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