Las familias Trudeau y Obama poco antes de la cena de gala en la Casa Blanca.

Las familias Trudeau y Obama poco antes de la cena de gala en la Casa Blanca.
Photo Credit: PC / Paul Chiasson

«¿Todavía nos aman los estadounidenses o ya encontraron a alguien más?»

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La primera visita de Justin Trudeau a Estados Unidos en su condición de Primer Ministro de Canadá dio lugar a un verdadero festín mediático en Canadá. La reacción fue menor en Estados Unidos.

En contraste al tono celebratorio de una mayoría de artículos, editoriales y columnas de opinión en torno a la visita de Trudeau a Obama, el columnista Thomas Walkom del periódico Toronto Star publicó un texto que cuestiona el valor y el impacto de esta visita en las relaciones entre Canadá y Estados Unidos.

Justin Trudeau quizá llegó a Washington demasiado tarde, dice el columnista del Toronto Star. Él viajó a Estados Unidos para reforzar el lugar especial de Canadá en el universo estadounidense. Pero esa posición ya no es tan especial.

Canadá era el mayor socio comercial de Estados Unidos en la compra y venta de bienes. Ya no lo es. Desde fines del año pasado, ese lugar lo ocupa ahora China.

Por otro lado, México, cuyo intercambio de mercancías con Estados Unidos está creciendo a pasos agigantados, está en camino de quitarle a Canadá el segundo lugar como socio comercial.

Estados Unidos todavía representa el 49 por ciento de la inversión extranjera directa en Canadá. Pero incluso esa cifra está en descenso, ya que en 2010 llegaba al 54 por ciento.

Canadá sigue siendo la mayor fuente de petróleo extranjero para Estados Unidos. Pero gracias al rápido desarrollo de la explotación del petróleo de esquisto y el gas, la importación de petróleo ya no es tan importante para Estados Unidos como lo era hasta hace pocos años.

De hecho, por primera vez desde 1975, Estados Unidos está exportando petróleo.

Todos estos hechos tienen profundas implicaciones para Canadá a medida que Ottawa continúa su perenne búsqueda de una relación especial con Washington.

Esa búsqueda comenzó en serio después de la Segunda Guerra Mundial. Gran Bretaña ya no era la principal fuente de capital para Canadá. Los intentos de crear una zona de comercio imperial británica habían fracasado. Más aún, una Inglaterra al borde de la quiebra ya no podía proteger a Canadá militarmente.

Fue entonces que Ottawa giró los ojos a Washington. Con el tiempo surgió una expectativa de reciprocidad. Fue así que Canadá permaneció abierto a los inversores estadounidenses, actuando como un firme socio de Estados Unidos en su enfrentamiento con la Unión Soviética durante la Guerra Fría.

Con ese fin Ottawa permitió al ejército estadounidense establecer bases y estaciones de radar en el norte de Canadá. También se estableció un sistema de defensa aérea continental bajo comando estadounidense.

Canadá aceptó a regañadientes participar en la guerra contra el comunismo en Corea. Pero se negó a involucrarse militarmente en la guerra de Vietnam.

Canadá dio la bienvenida a la inversión estadounidense. A su vez Estados Unidos dio la bienvenida a las materias primas de Canadá, en particular al uranio necesario para fabricar armas nucleares.

Con los años, la relación fue cambiando. En la década de los 1960, las multinacionales estadounidenses comenzaron a considerar la idea de establecer centros de producción integrados que podrían satisfacer los mercados en ambos lados de la frontera.

El Pacto del Automóvil firmado entre ambos países, firmado en 1965, fue la primera manifestación de esta tendencia. El Acuerdo de Libre Comercio entre Canadá y Estados Unidos firmado en 1989 fue la culminación.

En todos los casos, el objetivo de Ottawa era profundizar una relación única entre Canadá y Estados Unidos, dice el comentario en el Toronto Star. Por ejemplo, el Tratado de libre comercio era más que un tratado habitual. Fue diseñado para asegurarse de que tanto los capitales canadienses como los productores de materias primas continúen teniendo un acceso especial al enorme mercado estadounidense.

Sin embargo los acuerdos comerciales contienen su propia lógica. Los fabricantes en busca de mano de obra barata pronto volcaron su mirada hacia México. Para 1993, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte había superado al TLC binacional.

A diferencia de su predecesor, el nuevo Tratado de Libre Comercio de América del Norte otorga un estatuto especial no sólo a Canadá sino también a México. De este modo los empleos en el sector manufacturero acabaron migrando al sur, a menudo con la ayuda del gobierno.

En un extraño caso el año pasado, el gobierno canadiense subvencionó a la empresa alemana Volkswagen para que pueda construir una planta en México.

En respuesta a las contradicciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, Ottawa respondió centrándose en la energía, en particular en el petróleo. Canadá prometió convertirse en la fuente de energía más confiable para Estados Unidos.

Esa era la estrategia económica central del gobierno conservador de Stephen Harper. Una estrategia que se derrumbó ante la realidad de petróleo de esquisto.

No está claro de qué manera exactamente participará Canadá en la órbita de Estados Unidos. Los intentos de Washington de reemplazar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte con otro tratado aún más amplio que incluye 12 naciones, el Tratado Transpacífico, erosionará aún más el estatus especial de Canadá.

Los estadounidenses ya no codician nuestro petróleo o nuestra electricidad, escribe el columnista Thomas Walkom del periódico Toronto Star. En la actualidad, Estados Unidos tiene a su disposición una gran cantidad de petróleo y electricidad.

Sin embargo, el caso del agua puede ser diferente. En una época de sequías ocasionadas por el cambio climático, es posible que el próximo presidente de Estados Unidos quiera retomar la idea de una estrategia continental sobre el agua dulce.

Al decidir el aumento del número de instructores militares canadiense en Irak y en otros lugares, Trudeau ya dio señal de que Canadá está totalmente del lado de Washington en esta nueva guerra.

Trudeau y el presidente Barack Obama harán los anuncios habituales sobre el comercio transfronterizo. Pero quedan las grandes interrogantes: ¿Vamos a seguir teniendo un lugar único en la economía estadounidense? ¿Todavía seguimos teniendo una relación especial?
¿Todavía nos aman los estadounidenses o es que ya encontraron a alguien más?, se pregunta finalmente el columnista Thomas Walkom en las páginas del periódico Toronto Star.

Categorías: Internacional, Política
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