Pese al denodado trabajo de cientos de socorristas, para este martes comenzaban a reducirse las posibilidades de hallar más sobrevivientes tras el terremoto que golpeó la costa de Ecuador el fin de semana, dejando hasta el momento más de 400 fallecidos.
Ayudados por perros entrenados y potentes retroexcavadoras, los expertos seguían buscando víctimas entre ruinas de ladrillos y fierros retorcidos, en medio de una urgencia generalizada ya que las reglas de búsqueda de sobrevivientes indican que las primeras 72 horas son vitales para encontrar con vida a desaparecidos.
«Mañana (martes) cumplimos tres días, que es lo que se ha establecido, de acuerdo a los protocolos internacionales, para descartar la existencia de seres humanos con vida», dijo en la noche del lunes el ministro ecuatoriano del Interior, José Serrano, en Pedernales, la más golpeada de las ciudades ecuatorianas.
El lunes, el presidente Rafael Correa recorrió los más de 200 kilómetros de franja costera afectada por el devastador sismo de 7,8 de magnitud y dijo que la reconstrucción llevará años y costará «miles de millones de dólares».
Aunque la dimensión del daño todavía no fue determinada con precisión, este desastre natural afectará la economía de Ecuador, el miembro más pequeño de la OPEP, ya golpeado por el desplome de los precios del crudo.
Las imágenes se repetían a lo largo del litoral: sobre calles en las que se levantaban casas, edificios y hasta hoteles, ahora se apilan toneladas de escombros. Miles volvieron a pasar la noche a la intemperie por temor a que las réplicas, que no dejaban de sucederse, acaben derrumbando por completo sus maltrechos hogares.
«Hay cuerpos aplastados en las edificaciones y, por el olor, es evidente que están muertos», dijo el capitán del ejército Marco Borja, en el pequeño poblado turístico de Canoa.
El terremoto que azotó Ecuador la noche del sábado, el más devastador en casi 40 años, también dejó unos 2.658 heridos y 231 desaparecidos que podrían engrosar la lista de fallecidos.
Esta no es la primera vez que Pedernales, un poblado costero de 55.000 habitantes emplazado en el noroeste del país, vive una tragedia.
En la década de los 80, la ciudad prosperó impulsada por el boom camaronero, uno de los principales rubros de exportación del país pero, una década más tarde, se fue a pique tras la aparición de la enfermedad de la mancha blanca, un virus devastador que causa gran mortandad en los crustáceos.
Pese al desastre, el pueblo se repuso cuando empezaron a llegar los turistas atraídos por las cálidas aguas del océano Pacífico, pasando así a subsistir del turismo.
Actualmente, pese al devastador sismo derribó más del 70 por ciento de las viviendas de la ciudad y dañó gravemente las restantes, las autoridades expresaron su confianza de que el pueblo volverá a levantarse de nuevo.
«No descansaremos en esta labor por recuperar y rescatar a nuestros ciudadanos, somos un país fuerte y saldremos fortalecidos», dijo el ministro Serrano, visiblemente afligido.
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