La indignación es palpable en todo Canadá. Todos los medios, radio, televisión, prensa, Internet y redes sociales condenan la ejecución por decapitación de John Ridsdel, consultor para una filial de una compañía minera canadiense. Recordemos que John Ridsdel fue secuestrado en Filipinas en septiembre de 2015 en el muelle del complejo hotelero Holiday Oceanview, situado a 975 kilómetros al sureste de la capital, Manila, por el grupo islamista Abu Sayyaf. Al mismo tiempo que John Ridsdel también fueron secuestrados Robert Hall, otro canadiense de 50 años y su esposa Teresita Flor, una filipina de 40 años, y el noruego Kjartan Sekkinstad de 56 años.

El grupo islamista Abu Sayyaf, que se encuentra en la lista de organizaciones terroristas y es reconocido como tal por Canadá desde 2003, pide 8 millones de dólares por cada secuestrado y había puesto como fecha límite para pagar el rescate, este lunes 25 de abril a las 15:00 hora local. Si ese plazo no era respetado amenazaban con matar a uno de los rehenes. El primer ministro Justin Trudeau, que se encontraba retirado con su gabinete en Kananaskis, Alberta, condenó la ejecución.
EscucheCon el secuestro de estos canadienses es la primera vez que Justin Trudeau se ve obligado a enfrentarse directamente con la crisis terrorista en tanto que Primer ministro, escribe hoy el diario The Globe and Mail de Toronto. El gran desafío para el joven gobierno liberal es que la tragedia sucedió fuera del alcance operativo de las autoridades canadienses y debe ahora confiar en la capacidad antiterrorista del gobierno de Filipinas, que algunos analistas de seguridad consideran como débil.
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