La suspendida presidenta de Brasil, Dilma Rousseff habla a sus partidarios mientras el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva mira el palacio presidencial de Planalto después de que el Senado votó para aceptar los cargos de acusación contra Rousseff el 12 de mayo, 2016 en Brasilia, Brasil.
Photo Credit: GI / Mario Tama

La destitución de Rousseff huele a dictadura en Brasil

En Brasil, hay acusaciones de todo tipo contra políticos: desde recibir suculentos sobornos hasta ocultar cuentas bancarias en el exterior.

También existe el juicio político, en este caso contra la presidenta Dilma Rousseff, quien  dejó el palacio presidencial el pasado jueves para dar inicio al período en que estará alejada del cargo al cual accedió gracias a los 54 millones y 500 mil votos populares, y que podrá extenderse por hasta 180 días.

Todo esto fue posible después de que, en abril, una comisión especial de la Cámara de Diputados le diera luz verde al proceso por considerar que hay indicios de que la presidenta cometió crímenes «de responsabilidad».

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Dilma Rousseff
Dilma Rousseff © Paulo Whitaker / Reuters

Pero la principal acusación que le costó el cargo a Rousseff no es exactamente por corrupción, ni por el escándalo de sobornos en Petrobras, que salpica a su gobierno y a la clase política brasileña en general.

La acusación central contra Rousseff en el Congreso es que violó normas fiscales, maquillando el déficit presupuestal.

Rousseff, que nunca ha sido acusada de enriquecimiento ilícito, niega haber cometido el crimen de responsabilidad que le atribuye la oposición o delito alguno que vuelva legal el juicio político.

«¿»Impeachment» sin crimen de responsabilidad qué es? Es golpe», ha dicho la exguerrillera de 68 años que en 2011 asumió como la primera presidenta mujer de Brasil.

Son pocos los que creen que Dilma Rousseff regresará más tarde a sus funciones. Aunque los analistas a menudo pueden ser malos agoreros, señala el autor del análisis,  Guy Taillefer,  y todo es posible en teoría, cuando el Senado convertido en tribunal determine en los próximos meses si Rousseff merecía  o no ser destituida.

El tema más fundamental es, sin duda, saber, dada la terrible crisis política que sumerge a la joven democracia brasileña, cómo y en qué medida su Partido de los Trabajadores (PT) va a superar este fracaso. Para el futuro de la izquierda brasileña como para el de la izquierda latinoamericana en su conjunto, sería beneficioso en realidad, que el final de Rousseff signifique también el del PT tal como se ha convertido a partir del momento en que Luis Inacio Lula da Silva, su legendario fundador, tomó el poder en 2003, dice el editorialista del diario en lengua francesa, Le Devoir.

Ciertamente, el progreso es extraordinario, el PT logró tener éxito en la década de 2000 al lograr sacar de la pobreza a decenas de millones de brasileños – logros sociales que ahora están siendo borrados por la recesión sin precedentes en el país.

Progreso extraordinario, califica nuevamente Guy Taillefer, porque las políticas de inclusión del PT,  que consistieron en promover el acceso de los pobres, los negros y las mujeres a la educación y la economía de consumo, han contribuido a romper el orden social tradicional basado en el paternalismo y el dominio de las élites blancas en el poder. Lula ha permitido que la sociedad brasileña se vuelva más igualitaria.

Al mismo tiempo el PT ha cometido el error capital, como lo demuestra el escándalo de expansión de Petrobras, de acomodarse a la corrupción generalizada que practica desde hace décadas gran parte de la clase política, hasta el punto de convertirse en un actor principal. Lula habría sabido «defender los indigentes sin inquietar a los ricos» y sentirse cómodo tanto en la cumbre de Davos como en el Foro Social en Porto Alegre, resumió esta semana el corresponsal del periódico Le Monde. Heredera de este acomodamiento, Rousseff está ahora pagando el precio.

Con el resultado, ayudado por la crisis económica,  que el descontento, el desapego es profundo en el seno del electorado del PT. Y que la derecha, que está tan salpicada por los escándalos de corrupción como Rousseff y el PT, no ha perdido nada de sus herramientas para preservar sus prerrogativas.

El pseudo gobierno de unidad nacional  formado por Michel Temer huele a retorno a la dictadura. La democracia brasileña está en una fase de regresión catastrófica. Guy Taillefer.

Le remplaçant de Dilma Rousseff, Michel Temer.
El reemplazante de Dilma Rousseff, Michel Temer. ©  Ueslei Marcelino / Reuters

De los 23 miembros del gabinete del nuevo gobierno brasileño dirigido por Temer, siete están procesados o investigados y doce recibieron donaciones de compañías involucradas en el escándalo de corrupción Petrobras.

Categorías: Internacional, Política
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