El gobierno estadounidense no está llevando a cabo presión alguna para que se cumpla una orden ejecutiva que dispuso el cierre de la prisión en la base militar de Bahía de Guantánamo, en Cuba, ya que numerosos funcionarios sostienen que se trata de una estrategia inviable.
La conclusión, a la que arribaron oficiales de la administración en Washington, torna aún más débiles las escasas posibilidades de que el presidente Barack Obama pueda cumplir con su promesa de clausurar la prisión de la isla caribeña antes de terminar su mandato, en enero de 2017.
La Casa Blanca reiteró en numerosas ocasiones que el mandatario no ha descartado ninguna opción para el centro de detención, que ha sido utilizado para albergar a acusados de actos terroristas desde 2001, tras los atentados del 11 de septiembre de ese año en Nueva York y Washington.
Obama demostró en todo momento su interés en cumplir con la promesa electoral que realizó en 2008, que implicaba lisa y llanamente el cierre de las instalaciones, y aún podría utilizar sus atribuciones como comandante en jefe para concretar ese objetivo, aunque hasta el momento no ha dado ningún indicio en ese sentido.
Sin una acción ejecutiva, la posibilidad de que la prisión de Guantánamo sea desactivada parece casi nula, ante la resistencia del Capitolio para que los reos alojados en el lugar sean trasladados a cáceles de máxima seguridad en territorio estadounidense.
Los republicanos en el Congreso se oponen al traslado de presos a Estados Unidos y también rechazan la posibilidad de enviarlos a otras naciones, alegando su temor de que una vez liberados los convictos puedan retomar la acción armada. Los legisladores opositores prometieron recurrir a la justicia para desafiar cualquier acción del presidente Obama en relación al asunto.
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