Este martes en Cleveland, Ohio, Donald Trump ganó oficialmente la nominación como candidato republicano para disputar la próxima elección presidencial en Estados Unidos, a llevarse a cabo el próximo noviembre.
El periódico canadiense Toronto Star publicó esta semana un fulminante editorial en torno a la figura del ricacho Trump, y también señaló que el mayor responsable de esta tragicomedia es el propio Partido Republicano.
Donald Trump es un «matón» y un «cobarde». Su campaña ha sido un aluvión destructivo de retórica nativista ignorante. Sus declaraciones de prohibir el ingreso de musulmanes a Estados Unidos son «ofensivas».
Estas palabras no son un ataque de los adversarios demócratas de Trump. Son declaraciones de prominentes republicanos, en momentos en que el Partido Republicano confirma a Trump como su candidato a presidente.
No hubo nunca antes un candidato tan abiertamente en desacuerdo con las posiciones establecidas desde hace tiempo en ese partido. Nunca antes los sectores tradicionales de este partido han quedado tan horrorizados por el resultado de su proceso de nominación.
Parte de esto es comprensible. Trump ha repudiado las posiciones republicanas tradicionales sobre comercio e inmigración. Trump le ha restado valor al tipo de conservadurismo social que ha sido la matriz republicana durante décadas. Y ha dejado de lado cualquier pretensión de civilidad o incluso razonamiento.
A un nivel más profundo, los republicanos no deberían sorprenderse de lo que las bases de su partido han creado. El Toronto Star destaca que durante años, los republicanos se han dedicado a demonizar a sus oponentes, a considerar todo compromiso como una traición, y a manipular el tema de las políticas raciales en su beneficio. Lo que los republicanos han sembrado ahora lo cosechan en la persona de Donald J. Trump.

Muchos de los principales miembros del partido, incluyendo ex presidentes, ex candidatos presidenciales, gobernadores y miembros del Congreso, simplemente decidieron no acudir a la convención republicana. En su lugar, el evento será una semana dedicada al culto de Trump, con todos sus hijos adultos en el escenario, tratando de «humanizar» al candidato.
El mensaje político del evento será claro. Tras el asesinato de policías en Dallas y Baton Rouge, a lo que se añaden los ataques terroristas en Estados Unidos y Europa, se hará hincapié en el tema de la «ley y el orden».
Este es el mismo mensaje que resultó ser tan exitoso para otro candidato del partido en otro tumultuoso año, 1968. El director de campaña de Trump dijo que le impresionó el discurso de aceptación de Richard Nixon, que jugó con el miedo de los estadounidenses al caos y los disturbios raciales.
En su discurso, Nixon presentó un cuadro oscuro de su país: «Vemos ciudades envueltas en humo y llamas. Oímos sirenas en la noche… Vemos estadounidenses odiándose entre sí, peleando, matándose bajo un mismo techo».
De igual manera, Donald Trump presenta visiones exageradas y apocalípticas de Estados Unidos. «Este país es un infierno, estamos decayendo rápidamente», tuiteó el pasado otoño. Al día siguiente de los tiroteos en Baton Rouge, Trump volvió a usar los medios sociales, proclamando que «nuestro país es una escena de crimen dividida y que las cosas van a empeorar».
Qué contraste con la retórica soleada, optimista del hombre a quien los republicanos modernos veneran como un héroe, Ronald Reagan. En lugar de una «Alborada en América», Trump está promoviendo la «Oscuridad a mediodía.» Es una visión triste, indigna de una gran nación, dice el editorial del Toronto Star.
Nixon fue también el candidato que ideó la «estrategia sureña» de los republicanos, que hace medio siglo fue una campaña para sacar provecho de los temores raciales de los estadounidenses de raza blanca.
Esta estrategia ha sido una constante en la política republicana, a pesar de los periódicos esfuerzos para convencer a la dirección del partido que apoyarse solamente en un electorado blanco que va menguando es, a largo plazo, una causa perdida.
La candidatura de Trump muestra que el Partido Republicano ha decidido que por el momento buscará solamente el voto de la población blanca. La evidencia no podría ser más clara: sus incendiarias declaraciones contra los musulmanes, la promesa de construir un muro en la frontera con México, o cuestionar la buena fe de un juez estadounidense nacido en Indiana solamente porque tiene un nombre hispano.
Todo esto va más allá de la política de los mensajes en código sobre la cuestión racial y se acerca a una descarada intolerancia. En un momento en que las relaciones raciales en Estados Unidos se encuentran en su nivel más tenso en los últimos años, hacer esto va más allá de la irresponsabilidad.
Durante décadas, los líderes republicanos han jugado con las ansiedades de los votantes blancos, embolsillándose alegremente las ganancias electorales sin preocuparse por las consecuencias a largo plazo.
Ahora se han conseguido un candidato que hace lo mismo, pero con menos fineza y sin disculparse. Si todavía se preguntan qué le ha ocurrido a su partido, los republicanos podrían muy bien empezar mirándose en el espejo, dice finalmente el editorial de Toronto Star en torno al ahora candidato oficial a la presidencia de Estados Unidos, el ricacho Donald Trump.
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