Los sucesos en la arena política en Brasil culminaron esta semana con la destitución de la presidenta electa Dilma Rousseff por parte de un senado brasileño donde 49 de sus 81 miembros enfrentan distintos cargos y procesos por corrupción.
Con el alejamiento de Rousseff, será Michel Temer, un político conservador condenado por haber violado las leyes electorales de Brasil, quien fungirá de presidente del país hasta el final del mandato de Rousseff, en 2018.
Para Washington y sus aliados regionales, la destitución de la primera presidenta mujer de Brasil es “parte del funcionamiento normal de las instituciones democráticas en su marco constitucional.” Para los críticos de la restauración neoliberal, esta acción es un “golpe de cuello blanco”, que en los hechos representa “la anulación del elemental principio democrático de la soberanía del mandato popular y representa el gravísimo acceso al poder de redes de corrupción oligárquica”, dice el periódico mexicano La Jornada.

El periódico mexicano añade que con esta destitución “se ha consumado, en suma, el tercero de una serie de golpes de nueva generación que empezó en junio de 2009 en Honduras, cuando una conspiración oligárquica depuso al presidente Manuel Zelaya, y siguió en Paraguay tres años más tarde, cuando el mandatario Fernando Lugo fue desalojado del poder mediante un juicio parlamentario carente de pruebas en contra del acusado.”
Por su parte, el periódico argentino Página 12 señala en un artículo de opinión que “El tridente de la reacción: jueces, parlamentarios y medios de comunicación, todos corruptos hasta la médula, puso en marcha un proceso pseudo legal y claramente ilegítimo mediante el cual la democracia en Brasil, con sus deficiencias como cualquier otra, fue reemplazada por una descarada plutocracia animada por el sólo propósito de revertir el proceso iniciado en el 2002 con la elección de Luiz Inacio “Lula” da Silva a la presidencia.”

Tras el voto de destitución en el Senado de Brasil, Ecuador, Bolivia y Venezuela retiraron a sus embajadores de Brasil, acción que fue respondida por una medida similar por parte de Brasilia.
Para explorar las consecuencias de la destitución de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, Radio Canadá Internacional pudo conversar con el profesor Giuseppe Cocco, de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, quien publicó junto a Antonio Negri en 2005 el libro “GlobAL: Biopoder e lutas em uma América Latina globalizada”.
Para profesor Giuseppe Cocco, esta destitución significa una reorganización de la clase política que busca protegerse y consolidar el poder.
Cocco dice que Temer no es popular entre la población brasileña y que el suyo es un gobierno débil. Hubo manifestaciones de protesta por la destitución de Dilma Rousseff, sobre todo en San Paulo, que según Cocco, fueron reprimidas violentamente.
Por otro lado, Cocco destaca que la narrativa del golpe, que es la que moviliza las protestas, no es suficiente como para explicar los errores cometidos y que más bien está desarticulando el campo popular en lugar de organizarlo. Esto porque no hay un análisis suficiente ni una evaluación crítica para explicar la situación.
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