El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el jefe de las FARC, Rodrigo Londoño,  sellan el acuerdo de paz.

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el jefe de las FARC, Rodrigo Londoño, sellan el acuerdo de paz.
Photo Credit: PC / Fernando Vergara

Gobierno de Colombia firma acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC

Con una bala de ametralladora convertida en una pluma, el presidente colombiano Juan Manuel Santos y el líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Rodrigo Londoño, firmaron este lunes en Cartagena un acuerdo de paz que puso fin a una guerra civil que duró más de medio siglo y que dejó cientos de miles de víctimas, a quienes la guerrilla pidió perdón por primera vez.

Este logró histórico es el resultado de cuatro años de negociaciones que se llevaron a cabo, en su etapa final, en la isla de Cuba.

Tras registradas las firmas, comenzó la cuenta regresiva para que unos 7.000 guerrilleros dejen las armas en un plazo de seis meses y conformen un partido político para seguir luchando por los pobres, pero ahora desde la arena política.

«Que nadie dude que vamos hacia la política sin armas, preparémonos todos para desarmar las mentes y los corazones», dijo Londoño ante la mirada de Santos. «En nombre de las FARC-EP ofrezco sinceramente perdón a todas las víctimas del conflicto por todo el dolor que hayamos podido causar en esta guerra».

Durante la ceremonia los dos viejos enemigos se estrecharon por primera vez la mano en Colombia, un símbolo del nuevo camino que empieza a transitar el país tras 52 años de confrontación que causó unas 220.000 muertes, millones de desplazados y limitó el potencial de la cuarta economía de América Latina.

«Lo que firmamos hoy es una declaración del pueblo colombiano ante el mundo de que nos cansamos de la guerra, de que no aceptamos la violencia como medio para defender las ideas», declaró Santos.

«Cambiar las balas por los votos; las armas por las ideas, es la decisión más valiente y más inteligente que puede tomar cualquier grupo subversivo, y en buena hora ustedes entendieron el llamado de la historia», sostuvo luego de regalarle a Londoño un prendedor de una paloma bendecido por el Papa Francisco.

Miles de colombianos en la plaza de Bolívar de Bogotá y en otras ciudades del país aplaudieron, festejaron y ondearon banderas mientras veían la firma del acuerdo en pantallas gigantes de televisión. Las autoridades organizaron shows musicales para celebrar la ocasión. Port su parte los guerrilleros festejaron el evento con conciertos en sus campamentos de la selva.

Aviones de guerra surcaron los aires de Cartagena para saludar el histórico momento.

El secretario de las Naciones Unidas, organización que supervisará el postconflicto, reconoció el esfuerzo de las dos partes y dijo que el acuerdo contribuirá a mejorar el país.

«Gracias a un diálogo laborioso y visionario, pueden mirar al futuro con optimismo. ¡Viva la Paz!, ¡Viva Colombia!, ¡Viva Colombia en Paz!», dijo Ban Ki-moon en la ceremonia, que fue clausurada por una orquesta acompañada por un coro infantil que interpretó el «Himno a la Alegría».

Entre los 2.500 invitados que asistieron a la ceremonia, vestidos de blanco, hubo 15 mandatarios, incluyendo el líder cubano Raúl Castro. También acudieron el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, y víctimas del conflicto.

En la siguiente etapa, el acuerdo deberá ser ratificado por los colombianos mediante un referéndum. Todas las encuestas pronostican un triunfo del «Sí» en el plebiscito del próximo 2 de octubre.

Algunos colombianos, como el ex presidente Álvaro Uribe, se encuentran insatisfechos ante el este acuerdo de paz, ya que se oponen a que los líderes de las FARC, acusados de haber cometido asesinatos, secuestros y abusos sexuales, entre otros delitos, tengan la posibilidad de ocupar cargos políticos.

«Es un día histórico que genera una ruta posible para Colombia de búsqueda de una paz firme», dijo Humberto de la Calle, el jefe negociador del gobierno con la guerrilla, en una entrevista, añadiendo que «si gana el ‘No’ sencillamente se acabó el proceso».

A pesar de la reticencia de parte de la población colombiana, el pacto establece que los jefes guerrilleros deberán confesar sus crímenes ante un tribunal especial a cambio de una pena privativa de la libertad de entre cinco y ocho años, antes de poder integrarse a la sociedad y aspirar a un cargo político.

El acuerdo, plasmado en un texto de 297 páginas, incluye complejos temas como el acceso a la tierra para los campesinos pobres, la lucha contra el narcotráfico, la implementación de la justicia, la compensación a las víctimas, el desminado de zonas del país y la implementación de los pactos.

El Gobierno estima que este acuerdo dará un impulso a la desacelerada economía del país productor de petróleo, carbón y café, a fin de lograr un crecimiento adicional anual de hasta dos puntos porcentuales en el PIB, que el año pasado fue del 3,1 por ciento.

La implementación de los acuerdos requerirá por lo menos una década y tendrá un alto costo económico que aún el Gobierno no ha precisado.

La firma del acuerdo generó buenas noticias para las FARC. La Unión Europea decidió retirarla de la lista de organizaciones terroristas, lo que le permitirá a ese bloque de países apoyar el proceso de aplicación de las medidas de paz. Por su parte, Estados Unidos dijo que aunque no está listo aún para hacer lo mismo, revisará la situación a medida que se implementen los acuerdos de paz.

A pesar de que la firma de un acuerdo con las FARC es un paso primordial para lograr la paz, esto no garantiza el fin total de la violencia en Colombia debido a que todavía opera en las selvas colombianas un grupo guerrillero más pequeño, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), y las conversaciones entre el Gobierno y este grupo se encuentran estancadas.

Categorías: Internacional, Política
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