Houshing Arakelian, Lora Dononian y Ana Arakelian son refugiadas de Siria que juegan para el equipo de baloncesto femenino de la Escuela Secundaria Georges Vanier.
Photo Credit: (Stephanie Matteis / CBC)

El modelo integrador del deporte con 3 jóvenes refugiadas en Canadá

El entrenador canadiense dice que el equipo en Toronto es «aún más fuerte» con la adición de las 3 refugiadas adolescentes

La persecución, la violencia y la huida hacia otro país son experiencias comunes a todos los refugiados. Los niños, en particular, son las víctimas más vulnerables de los desplazamientos, y a menudo los más desatendidos. Para los niños refugiados los deportes pueden desempeñar un papel especialmente importante y de curación, ayudando a tratar la salud, así como las necesidades sociales y de desarrollo.

No es de extrañar entonces conocer historias como las de tres adolescentes refugiadas sirias que llegaron este año a Canadá y que encontraron a través del baloncesto una manera de sentirse en su casa.

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Pelota de fútbol hecha de bolsas de plástico y cuerdas en el campo de Sanischare. © ACNUR

Son tres adolescentes sonrientes que utilizan su lengua materna, el armenio,  como un código secreto, cuando están en la cancha.

Esto les conviene realmente a Lora Donoian, 18, y las gemelas Houshig y Anna Arakelian, 17, ya que las tres refugiadas del conflicto sangriento en Siria planifican sus jugadas en el equipo de baloncesto de niñas en la escuela secundaria Georges Vanier, en Toronto, hablando en armenio para que no les adivinen por donde irá la pelota.

El destino es a veces extraño.  Cuando Lara Donoian llegó a la escuela en febrero reconoció a las gemelas con las cuales jugaba en su infancia en Alepo.

«Al principio, cuando llegué a la escuela me sentí sola, no conocía a nadie. Estaba sentada sola en el almuerzo. Por eso, cuando las vi me sentí muy feliz», dijo Donoian.

Ella no las había visto desde el año 2012. Fue cuando el conflicto en Siria impidió que la familia Donoian, de vacaciones en Armenia, regresara a su casa.  Ella solicitó el refugio ahí y nunca regresó a Siria.

«Dejamos a nuestros amigos, nuestra casa. Nos falta nuestro país. Pero también estamos contentos porque Canadá es un lugar seguro y tenemos la oportunidad de continuar nuestra vida y crear nuestro futuro y lograr nuestros sueños y esperanzas, » dice ella a CBC.

Las tres chicas encontraron algo de consuelo en la cancha después de una conversación con un consejero en la escuela.

Ellas le dijeron al consejero que solían tirar al aro en su país y que les gustaba el juego. Como resultado, las tres se matricularon en el curso de baloncesto del profesor de educación física Mike Milligan.

«Ellas estaban determinadas a jugar sólo al baloncesto», dijo el profesor.

Sin saberlo iban a iniciarse en una clase de 25, donde las tres serían las únicas chicas.

El entrenador Mike Milligan discute jugadas con Jessica Mooc, izquierda, y Anna Arakelian. © (Stephanie Matteis)

Milligan las describió al inicio como tímidas y «algunos de los chicos no querían pasarles la pelota.» Entonces modificó el plan de estudios ligeramente para compensar la gran diferencia de altura. Por ejemplo, a los varones no se les permitió saltar para bloquear los tiros de las chicas.

«Creamos pequeñas reglas para que se sintieran cómodas,  para que se integren pero luego no hubo necesidad de esas nuevas reglas porque fueron capaces de jugar con los varones,  hacer pases y contribuir igual que cualquier otro jugador «, dijo Milligan.

El lenguaje internacional de baloncesto

En un inglés todavía un poco lento, Anna Arakelian cuenta que su maestro las conectó con los otros jugadores de inmediato.

«El Sr. Milligan, lo quiero tanto! Desde el primer día sabía que no hablamos inglés. Él nos entiende. Es muy amable.»

Anna Arakelian juega en el equipo de la secundaria Georges Vanier. © (Stephanie Matteis)

La escuela es muy multicultural así que no fue difícil para Milligan enseñar a las estudiantes.

«Nos gusta favorecer estos cursos de actividad y es fácil avanzar sin tener solamente que estudiar una gran cantidad de material curricular basado en el lenguaje», dijo.

«El idioma internacional del baloncesto brilla en ellas.»

A medida que sus habilidades y confianza crecieron Milligan animó a las adolescentes a probar en el equipo de baloncesto de la escuela que él entrenó en el otoño pasado.

«Con la incorporación de estas tres chicas somos incluso más fuertes que lo que estábamos el año pasado», dijo, anticipando que el actual equipo irá a la final.

Lara Donoian está de acuerdo en que el equipo les ayudó a tener nuevos amigos, más allá de otros estudiantes de habla armenia que también habían venido de Siria.

«Ahora tengo amigos canadienses también. Son muy agradable y me encantan todos ellos,» dijo ella.

Sin duda alguna, la larga tradición de Canadá en la acogida de refugiados se confirmó una vez más con la llegada de 30 000 refugiados sirios hace menos de un año. . 

RCI con información de Stephanie Matteis/ CBC

Categorías: Inmigración y Refugiados, Sociedad
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