Las hadas, esos seres imaginarios que según se dice velan por nosotros, se encuentran presentes en todas las culturas, en todas las geografías y escapan al paso del tiempo.
Montreal, como no podía ser de otro modo, tiene su hada. Reside en el barrio denominado Mile End, en pleno centro de la ciudad.
Patsy no sabe con qué se encontrará en su periplo por la ciudad. Crédito de la foto: Yves Provencher.
Allí, rodeada de artistas, bohemios y gente de todo tipo, halló el lugar que la hacía sentir como en su casa, tanto que pasó los últimos 20 años casi sin abandonar los límites del vecindario.
Originaria de Bélgica, desde la que llegó a principios de la década de 1980, los trajines de la vida de una madre de familia monoparental, que debía trabajar y al mismo tiempo cuidar a su hijo, la fueron encerrando entre las paredes del departamento que habita hace décadas.
Es en esas circunstancias que descubrió que una sociedad vibrante, vertiginosa y opulenta, como la montrealense, puede ser la máscara que esconda la soledad y el aislamiento en el que viven muchos de sus habitantes.
Decidida a romper con el maleficio, en 2017 iniciará un “viaje” por Montreal. Con una maleta y su máquina de coser a cuestas saldrá a recorrer la urbe que, hoy por hoy, le resulta tan lejana, extraña y desconocida. Durante poco más de 365 días dejará su refugio para irse a vivir a 3 o 4 barrios de la ciudad, donde intentará una experiencia con la que busca restablecer la comunicación entre las personas.
Su modelo se inspira en América Latina, donde en su opinión la gente pasa más tiempo en espacios abiertos, y aun cuando no tenga mucho a nivel material, le gusta entrar en comunicación con los otros y contar su vida, compartir sus experiencias.
Así nos lo cuenta Patsy Van Roost, El Hada Urbana, en diálogo con Luis Laborda.
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