Erike Batista, considerado en el pasado como el hombre más rico de Brasil, llegó a Río de Janeiro, para responder a las acusaciones de fraude que pesan en su contra.
El hombre llegó en un vuelo procedente de la ciudad de Nueva York y apenas descendió del avión fue abordado por agentes de la policía federal, que lo estaban esperando.
La justicia brasileña sospecha que ex multimillonario pagó 16,5 millones de dólares en sobornos a Sergio Cabral, ex gobernador del Estado de Río de Janeiro, que se encuentra preso desde octubre de 2016.

Batista fue sujeto de un mandato de arresto en el marco de la investigación por el escándalo de corrupción en torno al gigante petrolero Petrobras, que sacude al país y que podría incluso tener consecuencias para el actual presidente, Michele Temer.
“Vuelvo para hacer frente a la justicia” había declarado el empresario a la cadena TV Globo, cuando fue entrevistado en el aeropuerto Kennedy, en Nueva York.
En 2012, Batista había llegado a ocupar el sexto puesto entre los hombres más ricos del mundo, según la revista Forbes, especializada en economía, pero vio su imperio desmoronarse al año siguiente, cuando su firma petrolera OGX se declaró en quiebra.

La policía de Brasil había pedido a Interpol la captura internacional del hombre de negocios, luego que el jueves último resultó imposible ubicarlo en su domicilio en Río de Janeiro. En la ocasión, los abogados de Batista dijeron que su cliente se encontraba en Estados Unidos, pero que no tardaría en retornar para ponerse a disposición de la justicia.
El ex multimillonario permanecerá encarcelado en la prisión de Ary Franco, a la espera de comparecer ante los magistrados.

Como lo reflejamos el viernes último, la justicia de Brasil se encuentra investigando un esquema masivo de sobornos en relación con el gigante petrolero Petrobras, en la denominada operación “Car Wash”, en la que estarían implicados varios políticos de primer nivel y cuyas consecuencias podrían incluso poner en peligro el mandato del presiente Temer, que llegó al cargo tras la remoción de Dilma Rousseff, con la promesa de poner fin a la corrupción.
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