El apretón de manos entre el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y el presidente estadounidense, Donald Trump, en su primer encuentro en Washington llevado a cabo este pasado lunes, dio lugar a un festín de comentarios e interpretaciones en la prensa da varios países.
Tras una colérica conversación de Trump con el primer ministro de Australia, Malcolm Turnbull y un bochornoso apretón de manos con el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, estaba claro para el canadiense Justin Trudeau que tenía que demostrar gran habilidad y diplomacia para salir indemne del encuentro con el bombástico presidente estadounidense.
El editorial del periódico canadiense The Globe and Mail destaca en su edición de este martes que el primer ministro Justin Trudeau le hizo un gran favor a Canadá este lunes al reunirse con el presidente Donald Trump en Washington y lograr ingeniosamente que el encuentro sea completamente aburrido. Es decir, que sea una muestra de absoluta diplomacia.
No es que no hubiera tensión alguna. La amenaza repetida de Trump de romper el Tratado de Libre Comercio de América del Norte era, y sigue siendo, una gran preocupación para Canadá. La economía de nuestro país se basa en el comercio con Estados Unidos, y un aumento del proteccionismo estadounidense nos afectaría gravemente, dice el editorial del Globe and Mail.

También hubo interrogantes sobre si el canadiense Trudeau, un auto-declarado feminista y defensor de la diversidad, encontraría alguna afinidad con un presidente que actúa como un matón y que atiza para agitar su base política una retórica anti-inmigrante. ¿Habría un choque entre ambos personajes?, ¿habría rechiflas? Los comentaristas en los medios de comunicación analizaron su primer apretón de manos igual que los zoólogos cuando estudiaban los actos rituales de los pavos reales en época de apareamiento.
Al final, sólo hubo los rituales intemporales y tranquilizadores de la amistad entre Estados Unidos y Canadá. Los dos líderes se reunieron, posaron ante las cámaras y presentaron una declaración conjunta que bien podría haber sido acordada entre cualquier combinación de un primer ministro canadiense y un presidente estadounidense desde la Primera Guerra Mundial.
Como siempre, los dos países reafirmaron sus valores compartidos y sus preocupaciones compartidas en torno al libre comercio y la seguridad de sus ciudadanos. Si hubo diferencias, éstas fueron de énfasis. Justin Trudeau estaba preocupado por la parte comercial. Él destacó que las economías de 35 de los 50 Estados dependen del comercio con Canadá, de la misma manera en que la economía de Canadá depende de Estados Unidos.
Donald Trump estaba mucho más preocupado por el tema de la seguridad en las fronteras. Trudeau no presentó ningún argumento en contra. Los que esperaban que Trudeau le jale las orejas a Trump, regañándole por su orden ejecutiva que prohíbe el ingreso a Estados Unidos a inmigrantes y refugiados provenientes de siete países, en su mayoría musulmanes, se quedaron sin duda decepcionados. No era el momento ni el lugar para demarcar territorios de superioridad moral.

Canadá obtuvo lo que quería de la reunión: la reafirmación de la amistad especial entre Estados Unidos y Canadá, un firme compromiso de mantener el libre comercio a través del paralelo 49 y el reconocimiento de que una frontera abierta y la lucha contra el terrorismo no son mutuamente excluyentes.
El único inconveniente es que estas afirmaciones salieron de la boca de Trump. El problema es que su volatilidad hace que todo lo que él diga, incluyendo sus palabras a propósito de la gran relación entre Canadá y Estados Unidos, se sientan precarias, dice finalmente el editorial del periódico canadiense The Globe and Mail tras el primer encuentro entre el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y el presidente estadounidense, Donald Trump.
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