Esta semana los editoriales de la prensa canadiense destacan la nominación de Julie Payette como la representante en Canadá de la reina británica Elizabeth II y cómo las voces de la derecha en el país echan espuma por la boca ante la indemnización pagada a un ex niño soldado canadiense que pasó diez años prisionero del ejército de Estados Unidos en Guantánamo.
El Toronto Star destaca en un editorial esta semana que una mujer francófona de 53 años será el segundo gobernador general más joven de los tiempos modernos. El primero fue Edward Schreyer, quien ocupó el cargo de gobernador entre 1979 y 1984, cuando tenía apenas 43 años.
Según el Toronto Star, Julie Payette encarna una rara mezcla de cualidades: determinación, ambición y logros singulares.
Ella contó la historia de cómo un consejero en la escuela secundaria una vez le aconsejó que pensara en convertirse en una azafata de la línea aérea. Viniendo de una modesta familia de clase media en Montreal, ese oficio era en apariencia lo más lejos a lo que ella podría llegar.

Afortunadamente para ella, y para Canadá, Payette apuntó mucho más alto. Como ingeniera, astronauta, lingüista, músico y mucho más, ella ha acumulado un destacado récord de logros, y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, ha tomado una buena decisión al nombrarla como la 29ª gobernadora general de Canadá desde la Confederación.
La nominación de Julie Payette también envía una vigorosa señal sobre la importancia de la ciencia y la tecnología en nuestra vida nacional.
Ella ganó su reputación como ingeniera, piloto y es uno de los diez canadienses que han viajado al espacio. Ella estuvo unos 25 días en órbita durante dos misiones en la estación espacial internacional y es la persona ideal para hacer que la ciencia haga parte más vital de la conversación nacional, especialmente tras el reciente nombramiento de dos nuevos astronautas por la Agencia Espacial Canadiense.
Es importante destacar, dice el Toronto Star, que la estelar carrera de Julie Payette deja en claro para las niñas y las jóvenes canadienses que no necesitan poner límites a sus ambiciones y que las carreras en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas están a su alcance.
Ella sabe de primera mano lo que es ser mujer en un campo dominado por hombres, y cómo hacer para asegurarse que esto no sea un obstáculo en su avance. Le deseamos suerte, dice el Toronto Star.

Por su lado el periódico en francés Le Devoir dedicó un editorial a la decisión de indemnizar con diez millones y medio de dólares al canadiense Omar Khadr, quien era un niño soldado capturado por tropas estadounidenses en Afganistán y luego encerrado por diez años en la prisión de Guantánamo.
Que el gobierno de Justin Trudeau repare el daño causado es motivo de alegría. Por otra parte, esta decisión pone fin a una demanda por daños y perjuicios por un monto de 20 millones de dólares presentada por el abogado de Omar Khadr en 2014 contra el Gobierno federal canadiense por complicidad en su captura y encarcelamiento y no haberle brindado la protección a la que él tenía derecho como canadiense.
Por otro lado, la reacción impenitente de la oposición conservadora es realmente repugnante, dice Le Devoir.
Jason Kenney, ex ministro de Stephen Harper y ahora líder conservador de Alberta, escribió que «ese terrorista confeso debería estar en la cárcel por sus crímenes en lugar de obtener ganancias a costa de los contribuyentes canadienses.»
Otro conservador, el diputado Michael Cooper habló por su lado sobre una «vergüenza total» por el hecho de «enriquecer un terrorista» que luchó «contra Canadá.»
Estas reacciones de la derecha canadiense, a la Donald Trump, hacen parte de la lógica del antiguo gobierno de Harper, para quien la defensa de la ley y el orden era el pan de cada día.

Harper se resistió a la repatriación de Omar Khadr, ocurrida en 2012, y se opuso con uñas y dientes a su puesta en libertad condicional, finalmente alcanzada en 2015.
Sin embargo, decir que Omar Khadr es un «terrorista confesó» es un miserable acto de mala fe, dice Le Devoir, cuando sabemos que las confesiones obtenidas por los estadounidenses en Afganistán y Guantánamo eran conseguidas mediante la tortura y la amenaza.
Quienes critican esa indemnización prefieren ignorar que su condición de menor de edad nunca fue tomada en cuenta y que Omar Khadr aceptó declararse culpable porque era su única posibilidad de salir de Guantánamo y regresar a Canadá.
Por desgracia, cuando se trata de ensañarse contra Omar Khadr, los conservadores continúan actuando enceguecidos por su propia ideología, dice finalmente el editorial del periódico en francés Le Devoir.
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