El Parlamento canadiense en Ottawa

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Photo Credit: Getty Images

Canadá debe poner límites a la detención de inmigrantes y la Turquía de Erdogan busca silenciar a los periodistas

Esta semana un juez federal en Canadá dictaminó que la detención indefinida de inmigrantes no deseados en el país no viola la Carta de Derechos y Libertades, pero que este fallo tampoco debería ser confundido con la aprobación de un sistema de detención ineficaz.

Este es el tema al que el periódico canadiense Toronto Star dedica su atención esta semana en un editorial

La Corte canadiense reconoció que el actual sistema, que a menudo deja a inmigrantes indeseados que no han cometido ningún delito, languidecer en cárceles de máxima seguridad, a veces por años, necesita una reforma.

El gobierno de Trudeau debería cumplir con su promesa de adoptar un mejor enfoque para la aplicación de la ley, dice el Toronto Star.

Por otra parte, y cualquiera que sea el debate, una detención indefinida es algo inaceptable en una democracia. Es por esto que otros países, incluyendo Estados Unidos, han establecido límites al tiempo que un inmigrante puede permanecer detenido. El fallo del tribunal canadiense no debería desalentar a Ottawa a unirse a esta tendencia internacional.

De acuerdo al juez Simon Fothergill, las fallas del sistema se deben a la mala aplicación de la ley, y no a la ley misma. El problema en particular es la mala administración de la Comisión de Inmigración y Refugiados de Canadá, entidad que tiene poderes cuasi judiciales y que revisa los casos cada 30 días.

Miles de inmigrantes indeseados son detenidos en Canadá sin juicio previo, muchos por sólo algunas semanas, pero otros permanecen encarcelados durante años. El gobierno del primer ministro Justin Trudeau ha tomado medidas encomiables para encontrar alternativas al encarcelamiento de estos inmigrantes, pero claramente queda mucho por hacer.

El gobierno de Trudeau debe redactar una nueva legislación para fortalecer el proceso de revisión y limitar el poder de los funcionarios de inmigración. Y también debe imponer límites razonables al período de tiempo que un inmigrante puede permanecer detenido.

Canadá todavía es parte de un grupo cada vez más reducido de naciones democráticas que no ha establecido tal límite de tiempo de detención, un hecho lamentado por el propio Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en 2015.

El gobierno de Trudeau no debería esperar que una Corte de justicia le ordene hacer lo correcto. Nadie, sin juicio o condena, debería languidecer indefinidamente en una celda de prisión.

El presidente de Turquía, Tayip Erdogan.
El presidente de Turquía, Tayip Erdogan. © SOOT

Por su parte, el periódico canadiense en francés Le Devoir dedica su atención a la represión de la disidencia en Turquía, señalando que este pasado lunes se abrió en Estambul un juicio por complicidad «terrorista» contra 17 periodistas del periódico Cumhuriyet, institución faro de lo que queda de la prensa independiente en Turquía.

Se trata de un nuevo capítulo en el golpe de Estado que el presidente Recep Tayyip Erdogan lleva a cabo en Turquía contra las libertades democráticas.

Este proceso absurdo y lamentable contra los más famosos periodistas, columnistas y editorialistas en el país debe durar unos diez días. Se les acusa de colaborar con una o más «organizaciones terroristas», que son los independentistas kurdos del PKK y el movimiento del predicador Gülen, considerado por Erdogan como el autor intelectual del intento de golpe del pasado 15 de julio de 2016.

Son acusaciones delirantes cuyo objetivo es acabar con la oposición y la libertad de prensa en Turquía por parte de un régimen que desde el año pasado despidió a más de 110 000 personas que trabajaban para el Estado y encarceló a otras 50.000, más recientemente defensores extranjeros de los derechos humanos, agravando así la crisis en las relaciones entre Ankara y Berlín.

No hace falta decir que las posiciones seculares y de centro-izquierda que defienden los periodistas del periódico Cumhuriyet (República), el más antiguo del país, no son del gusto de un presidente que hasta ayer era un modelo del Islam moderado y de apertura al mundo.

Ahora Erdogan busca imponer, mediante métodos represivos y un exacerbado nacionalismo, la islamización de la sociedad turca.

Su ataque a un periódico cuya credibilidad es innegable ilustra la magnitud del descarrilamiento autoritario, si no fascista, que ahora Erdogan está imponiendo a los turcos.

También es un desafío para Europa, asombrada ante el comportamiento de un presidente turco cuyo proyecto político parece ser el mantenerse en el poder a toda costa. De demócrata a autócrata, la metamorfosis de Erdogan es un fenómeno que no es fácil de explicar ni de contrarrestar.

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Categorías: Inmigración y Refugiados, Internacional, Política, Sociedad
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