El presidente estadounidense Donald Trump, quien enfrenta una creciente ola de indignación de parte de la población y de líderes empresariales por su ambigua reacción ante las manifestaciones violentas de supremacistas blancos y neonazis en Estados Unidos, se vio finalmente obligado a condenar explícita mente a los neonazis, el Ku Klux Klan y otros grupos que pregonan la supremacía de los blancos, dos días después de una marcha de estos grupos en Virgina.
La denuncia específica que hizo el presidente republicano contra las organizaciones de extrema derecha, cuyos seguidores hacen parte de su base política, fue hecha este lunes, después de recibir una avalancha de críticas tanto de los demócratas como de miembros de su propio partido republicano.
Trump es condenado porque esperó mucho tiempo para abordar los incidentes causados por una concentración y una marcha de ultraderechistas del sábado en Charlottesville, e incluso su primera respuesta fue un mensaje dudoso y ambiguo contra el odio y la violencia «de muchas partes».
Dos días después, ante la presión para que responda de forma más enérgica a la mayor crisis doméstica de su presidencia, Trump individualizó a los nacionalistas blancos cuya marcha de la «Derecha Unida» fue ampliamente vista como el factor que detonó los disturbios en Charlottesville.
«El racismo es malvado y aquellos que actúan violentamente en su nombre son criminales y matones, incluyendo al KKK, los neonazis, los supremacistas blancos y otros grupos que promueven el odio que son incompatibles con todo lo que amamos como estadounidenses», dijo Trump en una declaración a la prensa en la Casa Blanca este lunes, pero ya era tarde.

Para entonces las críticas más agudas provenían no solo de los políticos, comentaristas y activistas de los derechos humanos, sino también de los propios empresarios estadounidenses.
En rápida sucesión, tres miembros del Consejo Manufacturero de Estados Unidos, un panel que asesora a Trump, dimitieron en protesta, liderados por el presidente ejecutivo de una de las mayores farmacéuticas del mundo, Kenneth Frazier de Merck & Co Inc.
Pocas horas después, los ejecutivos de la empresa de ropa deportiva Under Armour y del fabricante de semiconductores Intel Corp, Kevin Plank y Brian Krzanich, también anunciaron sus dimisiones del consejo.
Utilizado su cuenta en Twitter, Trump respondió con saña a Frazier, un estadounidense negro, diciendo que el ejecutivo de Merck ahora tendría más tiempo para enfocarse en reducir los precios «de estafa» de los medicamentos.
Trump también embistió el lunes contra los medios, muchos de los cuales destacaban que respuesta a la situación de Charlottesville seguía siendo inadecuada.
Uno de los mensajes plañideros de Trump decía «Hice comentarios adicionales sobre Charlottesville y me di cuenta una vez más de que los Medios de Noticias #Falsas nunca estarán satisfechos… ¡gente realmente mala!».
La violencia neonazi del sábado fue desencadenada cuando cientos de supremacistas blancos convergieron en Charlottesville para protestar contra los planes para retirar una estatua del general Robert E. Lee, comandante del ejército Confederado, que defendía la esclavitud durante la Guerra Civil estadounidense.
Armados con todo tipo de pertrechos, incluyendo cascos, escudos y palos, los supremacistas blancos fueron al enfrentamiento contra manifestantes antifascistas que se convirtieron en peleas callejeras. Luego, un auto conducido por un neonazi atropelló intencionalmente un grupo de antifascistas, matando a una mujer e hiriendo a otras 19 personas.
La policía, que fue severamente criticada por su indulgencia ante la violencia neonazi, identificó al conductor como un supremacista blanco de 20 años que fue detenido por cargos de homicidio, lesiones maliciosas y por darse a la fuga del lugar del crimen.
Varias otras personas fueron arrestadas durante el día mientras los enfrentamientos dejaban otros 15 heridos. Dos policías estatales murieron cuando cayó su helicóptero mientras vigilaban desde el aire el lugar de los enfrentamientos.
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