Desde la perspectiva de la inmigración latinoamericana en Canadá, septiembre es un mes singular porque históricamente abre un capítulo único en la evolución de la sociedad canadiense con la llegada de los primeros refugiados chilenos escapando de la violencia del golpe de estado en Chile.
En Santiago de Chile, en el Palacio de La Moneda que fue bombardeado el 11 de septiembre y donde murió el presidente socialista electo Salvador Allende, el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, declaraba el pasado 16 de agosto, que “Apenas hace más de cuatro décadas, Chile reorientó su economía sobre la base del mercado libre. El resultado fue extraordinario: ‘El Milagro de Chile’. Millones salieron de la pobreza. Los estándares de vida se elevaron para el pueblo chileno, y la adopción del mercado libre dio lugar en Chile a una sociedad libre en última instancia Y hoy Chile es una democracia floreciente con una floreciente economía de libre mercado.”
Lo que el vicepresidente Mike Pence no dijo fue que ese modelo económico fue instaurado mediante un golpe de Estado coordinado por la CIA, causando más de 3.000 muertos y desaparecidos, cerca de 10.000 detenidos y torturados, y más de 200.000 exilados. Miles de ellos llegarían a Canadá.
Otro detalle es que Pence afirmó tal elogio del modelo impuesto por Pinochet delante de la presidenta Michele Bachelet, cuyo padre fue torturado y muerto por la dictadura , y ella misma detenida por la DINA junto a su madre en el centro de detención de Villa Grimadi, donde fueron interrogadas y torturadas.

En septiembre de 1973, las leyes de inmigración de Canadá no incluían la noción de refugiado político, por lo cual no se permitió a muchos chilenos solicitar asilo debido a las severas leyes de inmigración. El propio embajador canadiense en Chile, Andrew Ross, se refería a los izquierdistas latinoamericanos como una «chusma canalla» y expresó su alivio al saber del derrocamiento del gobierno de Allende. Sus informes sobre la situación a Ottawa reflejaban esta percepción.
Fue un ex funcionario de la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional, Bob Thomson, quien hizo llegar a la oposición en Ottawa esta información, lo que tuvo como consecuencia, con el apoyo de las diversas iglesias y organizaciones de defensa de los derechos humanos, que se modifiquen las leyes de inmigración en Canadá, permitiendo a miles de chilenos refugiarse en este país. Esta operación fue conocida como «Movimiento Especial de Chile».
Septiembre también sorprendió a varios canadienses en suelo chileno. Al Chile de Allende llegaron activistas de toda Latinoamérica, incluyendo canadienses, cuenta el bloguista quebequense Pierre Beaudet. En Chile, los sacerdotes de Quebec enviados en misiones religiosas acaban convirtiéndose al socialismo y participan en la movilización popular, como Jean Ménard, Jacques Boivin e Yves Laneuville.

“El imperialismo norteamericano no puede tolerar esto. Sobre todo porque Estados Unidos está a punto de perder la guerra de Vietnam. Las revoluciones populares están en marcha en las Américas, Asia e incluso en África. Más peligroso que la elección de Allende a los ojos de los estadounidenses es la radicalización del movimiento popular que obviamente no sólo se enfrenta a la derecha chilena, sino que gana la batalla por la hegemonía, a pesar del inmenso apoyo financiero brindado por Washington los partidos de derecha y los medios de comunicación, por no mencionar el trabajo clandestino de apoyo al ejército y la extrema derecha”, dice Beaudet.
En un año en que Canadá celebra sus 150 años de existencia, el testimonio de Jacques Boivin, un ex sacerdote canadiense que se enamoró en Chile, abandonó los hábitos y se hizo socialista, nos recuerda uno de los momentos históricos de la inmigración canadiense.
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