El enfrentamiento entre una Cataluña que busca convertirse en un nuevo Estado en Europa, y una España que férreamente se opone a esa independencia, con su Constitución del 78 en una mano y los palos de la policía en la otra, ha hecho que ambos duelistas busquen argumentos a favor y en contra de la separación en la relación histórica entre el Gobierno federal de Canadá y la provincia francófona de Quebec.
Argumentando que posee una historia, una lengua y una cultura diferente del resto de Canadá, y que la lengua francesa corre el riesgo de desvanecerse en un océano de casi 400 millones de hablantes de la lengua de Shakespeare, el Partido Quebequense organizó dos referéndums buscando la independencia de Quebec del resto de Canadá. El primero se llevó a cabo en 1980 y el segundo en 1995. En ambos casos una mayoría de los habitantes de esta provincia rechazaron el camino de la independencia.
En el segundo referéndum de 1995, esa independencia se escapó de las manos de los quebequenses que querían un país por un margen ínfimo de un 1,16% de la votación.
Desde entonces, el ímpetu separatista ha ido perdiendo plumas y las nuevas generaciones no se muestran muy interesadas en retomar la idea de un Quebec independiente.
Esa experiencia en la historia canadiense ha servido de munición en el duelo entre catalanes independentistas y españoles que defienden la unidad de su país.
A fin de enfriar los ardores independentistas de los catalanes, el periódico El País publicó el 8 de octubre un artículo con el título “El éxodo que vivió Montreal cuando se celebró un referéndum”, destacando que importantes instituciones financieras, como el propio Banco de Montreal, optaron por hacer sus maletas y marcharse a lugares más tranquilos como Toronto.
Vanity Fair en español publicó el 16 de septiembre un artículo con un título altamente pedagógico: “Esto es lo que pasó en Canadá cuando enfrentó la misma encrucijada que en Cataluña”, donde su autor, José Manuel Villarejo, se delecta como hurgando con un palito, en los tejemanejes de aquel momento histórico, cuando escribe: “En las cloacas del estado canadiense (que las tiene, no son un invento español) se preparaban concienzudamente los golpes para desactivar el separatismo. Algunas de sus acciones parecen un poco estrambóticas, pero dieron resultado. Por ejemplo, una vez convocado el referéndum, el gobierno federal compró todo el espacio publicitario en los medios de comunicación. El gobierno de Lévesque gastó 800.000 dólares para promocionar el “sí” a la independencia. El de Trudeau, 11 millones, con los que llenó de “noes” todos los periódicos, las radios y las teles.”
El gobierno de Cataluña tiene hasta el lunes para explicarle a Madrid qué fue lo que quiso decir la declaración de Carles Puidgemont en el Parlament a principios de semana cuando anunció el resultado del referéndum del 1 de octubre, que fue llevado a cabo contra viento, marea y los palos de la policía española.
Radio Canadá Internacional pudo conversar con el periodista Joel López Astorkiza para saber más sobre las consecuencias de esa votación, la declaración del presidente de la Generalitat catalana y las posibilidades, o imposibilidades, de revisar la Constitución de España para buscar un acomodo a las partes en el histórico duelo.
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