Las últimas investigaciones sobre sexualidad tienden a mostrar que el famoso punto G en las mujeres sería en realidad la prolongación del clítoris.
– Geneviève Labelle, sexóloga y psicoterapeuta
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Una pequeña historia del orgasmo
La palabra «orgasmo» tiene una raíz etimológica que significa «estar hinchado» o «estar lleno de deseo de amor». Si el orgasmo se ha limitado durante mucho tiempo a una función biológica, el siglo XX ha sacudido estas ideas recibidas.
A finales del siglo XIX, un joven ginecólogo inventó el vibrador.
En la clínica donde él practicaba, sus colegas mayores solían provocar orgasmos en las pacientes de forma manual ya que en ese momento, el orgasmo se consideraba como una cura para la «histeria». El joven ginecólogo, particularmente bello, atraía a muchos más clientes que sus colegas, lo que finalmente terminó causándole dolor en los músculos del antebrazo. Inventó entonces un dispositivo para evitar tanto esfuerzo físico en la clínica.
Unos años más tarde, en la década de 1920, Freud cambió la interpretación de la sexualidad humana basada únicamente en la reproducción de la especie al centrarse en la importancia del goce. La sexualidad está presente en la mayoría de sus estudios sobre psiquiatría. Que esta sexualidad fuera reprimida o no, se convirtió en un tema importante en su análisis de la psique humana.
Uno de sus alumnos, William Reich, también colocó a la sexualidad en el centro de la vida social y psíquica. Incluso afirmó que si la sexualidad no se expresaba, esto causaría una interrupción libidinal que conduciría a lo que llamó una «plaga emocional» (ausencia de juegos previos, erección fría y mecánica , falta de ternura, de respeto, etc.). Él es uno de los primeros científicos en considerar la sexualidad como una relación de intercambio entre iguales y no como una relación de fuerza, de poder.
En las décadas de 1930 y 1950, Alfred Kinsey llevó el análisis aún más lejos y se dio cuenta de que el orgasmo era beneficioso, contrariamente a la mala reputación que tenía, y por lo tanto marcó la ruptura total con las creencias científicas del siglo anterior.
También es él quien inventó la famosa escala de Kinsey que coloca las orientaciones sexuales de los humanos en un espectro, y no en dos categorías. Los humanos tienen deseos, según él, que oscilan entre la homosexualidad y la heterosexualidad, sin ser necesariamente uno u otro.
Con Kinsey hay una verdadera ruptura con la sexología clínica del siglo precedente que se focalizaba sobre todo en el aspecto físico.
La revolución de los estudios sobre la sexualidad femenina
En los años 70 se creía que la llamada revolución sexual, el movimiento feminista y la llegada de la píldora anticonceptiva habrían de cambiar para siempre el panorama de las relaciones entre géneros y que las mujeres en Estados Unidos habían alcanzado una libertad sexual absoluta.
Pero la publicación de una obra que consistía en algo tan en apariencia sencillo como preguntarles a las mujeres mismas “qué sienten, qué es lo que les gusta, y qué opinan del sexo” demostró que esta creencia estaba muy lejos de la realidad.
Nos referimos al libro de Shere Hite, Estudio de la sexualidad femenina, conocido más popularmente como El informe Hite.
El objeto de estudio de Hite fue el orgasmo femenino.
Ante la creencia de que la sexualidad femenina era algo incomprensible y misterioso, ella arguyó que habían sido siempre los hombres los que habían hablado sobre ella y esto siempre se había producido en un contexto de dominación y control masculino.
Como habían hecho décadas atrás Kinsey y sus colaboradores, optó por el método de que fuesen los propios sujetos, mujeres en su caso, los que se explicasen.
A lo largo de cuatro años repartió cuestionarios entre mujeres de distintas partes de Estados Unidos a través de organizaciones femeninas o poniendo anuncios en revistas para llegar al mayor número de interesadas en participar en el estudio.
Los cuestionarios consistían en preguntas muy concretas sobre el orgasmo, la masturbación o las relaciones afectivas, y fueron contestados de forma anónima por más de 3000 mujeres de las más diversas edades, ocupaciones y condiciones.
La conclusión más famosa, y polémica del libro es que el setenta por ciento de las mujeres encuestadas no tenían orgasmos durante el coito. Pero una grandísima parte de esas mujeres no tenía ninguna dificultad para experimentar orgasmos por sí mismas mediante la masturbación.
El orgasmo femenino y su utilidad biológica
Hoy, dice la sexóloga Geneviève Labelle, los investigadores se están enfocando en el orgasmo femenino desde un ángulo bastante diferente: su utilidad biológica.

Algunas teorías sugieren que el orgasmo desencadenaría la ovulación en las mujeres en ciertos momentos. Además, como señala la sexóloga al radiodifusor público Radio Canadá, la investigación ahora tiende a demostrar que el punto G es, de hecho, solo la prolongación del clítoris, lo que cuestiona todas las creencias que rodean los llamados orgasmos clitoridianos o vaginales.
Este jueves 21, Día Mundial del Orgasmo, es una oportunidad entonces para hacer un retorno a la historia de este gran placer, originado por un órgano que no termina de sorprender a los sexólogos, científicos y mujeres y hombres en general.
La entrevista con la sexóloga Geneviève Labelle es de Patrick Masbourian.
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