Parte de la familia Minzberg, que logró sobrevivir a los nazis, fingiendo ser polacos. Foto: Luis Laborda

Museo del Holocausto en Montreal

El domingo 27 de mayo, se llevó a cabo en Montreal una cita cultural que atrae la atención de miles de personas cada año: la La Jornada de los Museos de la ciudad.

Se trata de un evento en el que los interesados pueden recorrer las instalaciones de los numerosos museos montralenses, sin verse obligados a pagar entrada o tarifa alguna para exposiciones específicas.

En esta ocasión el público pudo visitar 31 museos que cubren un gama extensa de intereses, como la historia de Montreal, la arqueología local, el medioambiente, la arquitectura, las ciencias, el patrimonio, las costumbres, los oficios y las artesanías, las Bellas Artes y otros.

Sector del Museo del Holocausto, en Montreal. Foto: Luis Laborda.

Uno de esos lugares abiertos al público fue el Museo del Holocausto de Montreal.

Ubicado en un enorme edificio que ofrece diversas actividades, entre ellas una bien nutrida biblioteca y un centro cultural, el Museo del Holocausto es una muestra del pasado y del presente de la comunidad judía, y de su vínculo con Canadá y Montreal.

A continuación, algunos de los objetos expuestos, repartidos en dos pisos y organizados en diversas pequeñas salas, que resumen el devenir de la colectividad durante el advenimiento del nazismo, la Segunda Guerra Mundial y el final de la contienda.

Recuerdos del horror. Foto: Luis Laborda.

Las diversas vitrinas instaladas en el museo están plagadas de libros, adornos, fotos, vestimentas, recortes de diarios y otros objetos personales que son testimonio de los sufrimientos a los que fueron sometidos millones de personas durante las décadas de 1930 y 1940, por el simple hecho de pertenecer a un grupo étnico contra el cual el nazismo decidió descargar todo su odio.

Tarjeta de trabajo en el gueto. Foto: Luis Laborda

Una de las técnicas utilizadas por los nazis en Checoslovaquia, como en otros sitios, fue la instauración de guetos en los que se obligaba a las personas a trabajos forzados. En la foto precedente puede verse la libreta laboral de una mujer retenida en el campo de concentración de Terezin.

Los inicios de la pesadilla. Foto: Luis Laborda.

La propaganda nazi estuvo dirigida, antes que a nadie, a una población alemana económicamente empobrecida y descontenta. Esa situación se convirtió en el caldo de cultivo del nacionalismo profundamente anclado en la nostalgia por un pasado mejor. El espejismo de una nación aria poderosa sumergirá al país y al mundo entero en una de las tragedias más dolorosas y vergonzosas de la historia de la humanidad: el exterminio del pueblo judío.

Negar al individuo su carácter de persona… Foto Luis Laborda.

Un ejemplo de la vestimenta que los presos eran obligados a portar en Auschwitz. Con ella se buscaba destruir toda individualidad y humanidad. Las prendas, visiblemente rústicas, eran lucidas invierno y verano, día y noche. Nunca eran lavadas y constituían una “signo” de identificación de quienes las vestían, junto a un número tatuado en el brazo y la cabeza rapada.

Familias separadas, niños sin infancia… Foto Luis Laborda.

Una niña de nombre Marguerite Elias Ouddus, que estuvo escondida durante tres años, sin poder establecer contacto alguno con su familia, recibió la muñeca que se ve en la imagen anterior de manos de su padre, que moriría en el campo de concentración de Auschwitz.

La prensa local reflejaba la situación en la Europa en guerra. Foto: Luis Laborda.

La portada de algunos de los más importantes diarios de Montreal, que en la época reflejaban la difícil situación que se vivía en Europa y el derrotero realizado por Hitler y sus tropas, sembrando la desolación por donde avanzaban y el estupor en la opinión pública internacional.

La respuesta canadiense no fue siempre la esperada. Foto: Luis Laborda.

Si bien Canadá se convirtió en destino de numerosos judios que lograron huir del exterminio, estos no siempre fueron bien recibidos por la población y autoridades locales. En la foto anterior se puede ver un letrero en francés e inglés, que dice «Los judíos no son bienvenidos aquí. Sainte-Agathe es un pueblo franco canadiense y así lo mantendremos«.

La amistad que llegó desde Montreal. Foto: Luis Laborda.

Pero solidaridad canadiense hubo, más allá de algunos casos aislados. El rabino Pinchas Hirschprung, tras huir a Polonia, Lituania y Grecia se instaló en Canadá en 1941, donde permaneció hasta su fallecimiento en 1998. Y nunca olvidó a quien ayudó a salvar la vida de numerosos judíos: el destinatario de la carta de la foto precedente, enviada en 1976.

La memoria, necesaria para no repetir las mismas tragedias. Foto: Luis Laborda

Rodeando la pira que permanece siempre encendida, gravados en los muros pueden leerse entre otros los nombres de 6 campos de la muerte, innumerables campos de concentración y de lugares de masacre en toda Europa, donde millones de vidas fueron destruidas.

¿Por qué un Museo del Holocausto en Montreal?

Luego de la Segunda Guerra Mundial, Montreal recibió un gran número de sobrevivientes del Holocausto. Esas personas fundaron en 1979 la sede del Centro Conmemorativo. El museo presenta testimonios de esos sobrevivientes, con objetos, documentos y fotos de valor histórico.

Categorías: Política, Sociedad
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