La jornada del miércoles fue señalada como la más violenta desde el inicio de la protesta. REUTERS/Oswaldo Rivas.

Se demora el diálogo para cesar la violencia en Nicaragua

Al menos 15 muertos y más de 200 heridos es el nuevo saldo de los enfrentamientos ocurridos el miércoles entre manifestantes y fuerzas del orden en Managua, la capital de Nicaragua.

La ola de protestas, que ahora tiene como objetivo principal pedir la partida del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, produjo hasta el momento un centenar de muertos, desde que la misma comenzó a mediados de abril último.

La Conferencia Episcopal nicaragüense, que se había ofrecido a mediar entre el gobierno y los manifestantes, advirtió el jueves que el diálogo no será posible hasta que finalice la represión de las protestas.

Los obispos reunidos en ese cuerpo condenaron los actos de violencia por parte de “grupos próximos al gobierno” y sostuvieron que esa es la principal traba para llevar adelante las conversaciones entre uno y otro lado.

El gobierno sugirió que la violencia fue generada desde el mismo bando de los manifestantes.
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El anuncio por parte de las autoridades, a comienzos de semana, de que las negociaciones comenzarían pronto, no alcanzó para aliviar la tensión en las calles.

Según algunos testimonios, grupos pro gubernamentales armados dispararon contra los manifestantes durante una marcha que tuvo lugar el miércoles último, con el objetivo de recordar a los cerca de 80 jóvenes y menores de edad que perdieron la vida durante las protestas.

“El número de personas muertas como producto de la acción de un grupo delictivo enmascarado se eleva a 15”, confirmó el subdirector de la Policía Nacional, al tiempo que aclaró que 7 de esos decesos tuvieron lugar en la capital del país. El funcionario también estimó en 218 la cifra de personas que resultaron con heridas en la acción.

Las autoridades agregaron que entre quienes debieron recibir atención médica en los hospitales se encuentran varios efectivos de policía.

El gobierno rechazó las afirmaciones, por parte de grupos de entidades defensoras de los derechos humanos, en el sentido de que las agresiones fueron perpetradas por grupos fieles al presidente Ortega y negó toda implicancia en la violencia contra las protestas iniciadas por los estudiantes en abril último, cuando salieron a las calles para rechazar la intención de las autoridades de modificar el sistema de seguridad social.

Rosario Murillo, vicepresidenta de Nicaragüa y esposa de Daniel Ortega. REUTERS/Oswaldo Rivas.

Daniel Ortega fue elegido presidente por tercera vez en 2016, con más del 70 por ciento de los votos emitidos durante los comicios, cifras que fueron puestas en duda por algunos observadores.

Lejos de los días de gloria que conoció durante su gestión tras el triunfo de la Revolución Sandinista, de la que fue uno de sus líderes, Ortega ha sido acusado en los últimos tiempos de querer perpetuarse en el poder y de manejar la economía nicaragüense en su beneficio.

La llegada de su esposa a la vicepresidencia de la nación centroamericana se ha convertido en otro motivo de críticas hacia el mandatario y su administración.

Categorías: Internacional, Política
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