La frase acuñada por dictadores de antaño, declarando a la prensa como “enemigo del pueblo”, utilizada constantemente por el presidente estadounidense Donald Trump fue esta semana tema de un editorial en el periódico canadiense Toronto Star.
Tras la amorosa conferencia de prensa de Donald Trump con el presidente ruso en Helsinki, su ataque por Twitter contra Irán, su etiquetado de la Unión Europea como «enemigo» y tras declarar a Canadá como una amenaza a la «seguridad nacional» de Estados Unidos, el presidente encontró tiempo para lanzarse contra uno de sus enemigos favoritos: la prensa.
«No crean en la basura que ven de esta gente, de los que fabrican noticias falsas,» dijo Trump a una audiencia en Kansas la semana pasada. Luego, mientras la audiencia abucheaba a los periodistas que cubrían el evento, Trump agregó en un giro orwelliano: «Sólo recuerden que lo que están viendo y leyendo en los medios de prensa no es lo que está sucediendo».
Fue una declaración escalofriante, incluso de un hombre que ha llamado a los periodistas «el enemigo del pueblo».
Es difícil creer que Trump sea el supuesto líder del mundo libre y que vive en una nación que consagra la libertad de prensa en su constitución.

El presidente de EE.UU. Donald Trump frente a la prensa en Davos, Suiza. (Fabrice Coffrini/AFP/Getty Images)
Como dice el editor de uno de sus blancos favoritos, el New York Times, la retórica de Trump contra la prensa no sólo es divisiva, sino cada vez más peligrosa.
Refiriéndose a una reunión con Trump sobre el tema de la libertad de prensa, el editor del New York Times, Arthur Gregg Sulzberger dijo que le advirtió al mandatario estadounidense que ese lenguaje incendiario está contribuyendo a un aumento de las amenazas contra los periodistas y conducirá a la violencia.
No se equivoca Sulzberger, dice el editorial del Toronto Star.
El peligro más inmediato parece ocurrir en el extranjero, donde los periodistas arriesgan diariamente sus vidas para informar sobre regímenes con poca tradición democrática o con una prensa libre.
Los ataques de Trump contra la prensa dan aún más licencia a esos regímenes para reprimir a los medios de comunicación, simplemente porque no les gusta el trabajo de los periodistas.
Los ataques de Trump son una amenaza al derecho a la libertad de expresión y socavan la confianza en los esfuerzos que hacen los medios de comunicación para exponer las deficiencias de esos gobiernos, señala el editorial del Toronto Star.
Un informe publicado en el Índice de Censura a principios de este año encontró que más de 20 líderes políticos de todo el mundo, tanto de regímenes autoritarios como democráticos, utilizaron el término «noticias falsas» para desacreditar al periodismo que no les gustaba. Malasia incluso aprobó una ley que impone penas de prisión de hasta seis años a las personas que difundan «noticias falsas», y se teme que la ley pueda ser utilizada contra periodistas y editores.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump y el presidente de Rusia, Vladimir Putin (Foto: Carlos Barria/Reuters)
«La muletilla de las “noticias falsas” ha sido convertida en un arma contra toda la industria de los medios de comunicación», advirtió Tim Franklin, decano de la Escuela de Periodismo de Medill. «Trump está normalizando a nivel internacional esa narrativa contra los medios de comunicación.»
También se está copiando la costumbre de Trump de pasar por alto a los medios de comunicación, para de este modo presentar sus acciones bajo el grado de vanagloria que él elija, sin comentarios, sin contexto y sin crítica.
Esta práctica de vanagloriarse también está ocurriendo en Canadá, dice el Toronto Star.
La primavera pasada el ahora primer ministro de Ontario, Doug Ford, puso fin a la tradición de que un autobús con periodistas siga al suyo para cubrir los eventos de su campaña electoral, para que de este modo la prensa pueda hacerle preguntas sobre sus propuestas políticas. Ford reemplazó ese bus con uno de su propia campaña Ford Nation Live.
En los videos publicados en Facebook, al estilo de las noticias de televisión, se veía a Ford con un apparatchik del Partido Conservador que pretendía ser un reportero, dando la impresión de que él se estaba presentando al escrutinio de los verdaderos medios de comunicación.
Doug Ford, ya en el gobierno de la provincia de Ontario, ha continuado con esa práctica, mientras los partidos de la oposición se preguntan si ese contenido partidista supuestamente periodístico está siendo produciendo con el dinero de los contribuyentes.
Este es el mismo método propagandístico que Trump comenzó el verano pasado con su canal de «noticias reales».
Cuando se cuestiona la capacidad de los medios de comunicación para criticar justamente y hacer que los gobiernos rindan cuentas, también se cuestiona la capacidad del público para mantener un debate informado sobre los temas de importancia nacional.
Las acciones de Trump que socavan la libertad de prensa nos afectan a todos, y todos debemos mantenernos en guardia contra ellas, dice finalmente el editorial del periódico canadiense Toronto Star.
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