Niñas musulmanas rohingya cargan ollas de agua en un campamento de refugiados en Bangladesh en noviembre de 2017. Un movimiento internacional liderado por Canadá quiere usar miles de millones de dólares de cuentas bancarias congeladas de dictadores y déspotas para detener la crisis mundial de refugiados. (Wong Maye-E, / Associated Press)

El progreso de los derechos de la mujer hace que el mundo sea mejor para todos

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El augurio general al comenzar un nuevo año es vivir en un mundo mejor. Con esta óptica, el periódico canadiense Toronto Star publicó un editorial señalando que el avance de los derechos de la mujer mejoran las condiciones de todos los que comparten el planeta Tierra.

Es fácil desesperarse cuando, año tras año, el progreso de los derechos de las mujeres y la lucha por la igualdad se mide en centímetros y no en kilómetros, dice el editorial del periódico en la ciudad más grande de Canadá.

Apenas 11 de los 192 jefes de gobierno en el mundo son mujeres. Los rostros de los jefes de industria son abrumadoramente masculinos y hay evidencia de que el número de mujeres que llegan a la alta dirección está disminuyendo.

La ministra canadiense de Desarrollo Internacional, Marie-Claude Bibeau, presentó en Ottawa la nueva Política de Asistencia Internacional Feminista de Canadá. 9 de junio, 2017 (Adrian Wyld/The Canadian Press)

Pese a ello, en el 2018 hubo progreso en los derechos de millones de niñas y mujeres en todo el mundo en áreas importantes como el acceso a la educación y al agua potable, así como en la eliminación de la práctica de la mutilación genital femenina y la prohibición de los matrimonios infantiles.

¿La razón? Cada vez son más los países que concentran su ayuda en proyectos destinados a mejorar las condiciones de vida de niñas y mujeres.

En ese frente, Canadá lidera el camino, dice el Toronto Star. En 2017, el gobierno del primer ministro Justin Trudeau lanzó la «Política de Asistencia Internacional Feminista», que promueve el desarrollo sostenible a través de una perspectiva de igualdad de género.

No se trata sólo de palabras sino de un trabajo concreto para mejorar el mundo, no sólo para las niñas y las mujeres, sino también para los niños y los hombres.

Hace casi dos décadas, el Banco Mundial descubrió que educar a las niñas era la mejor manera de mejorar la salud familiar, aumentar el rendimiento económico y reducir la corrupción gubernamental.

Niñas en la escuela en Khyber Pakhtunkhwa, Pakistán (Vicki Francis/Departamento para el Desarrollo Internacional/Wikpedia)

Desde entonces, una serie de estudios de organizaciones mundiales han respaldado la importancia de mejorar la vida de las niñas para mejorar la suerte del mundo.

Un informe de 2018 del Banco Mundial reveló que limitar la educación de las niñas cuesta a los países entre 15 y 30 billones de dólares en productividad e ingresos perdidos a lo largo de la vida. Otro estudio indicaba que promover la educación de las niñas puede ayudar a luchar contra el cambio climático.

Por otra parte, la UNESCO informó que la brecha entre el acceso de las niñas y los niños a la educación está disminuyendo de manera constante.

Sin embargo hay un largo camino por recorrer. El organismo de las Naciones Unidas calcula que unos 130 millones de niñas de entre 6 y 17 años no asisten a la escuela y que unos 15 millones de niñas en edad de asistir a la escuela primaria, la mitad de ellas en el África subsahariana, nunca pondrán los pies en una escuela.

En esta foto de 2010, niñas nómadas fulani van a buscar agua a un pozo público en Gadabeji, Níger. Una sequía de varios años aniquiló las cosechas y mató de hambre al ganado. (Domingo Alamba/AP Photo)

A veces esto se debe a un problema tan común como la falta de acceso al agua potable. En lugar de ir a la escuela, las niñas deben trabajar como portadoras de agua de la comunidad, a veces haciendo múltiples viajes a estanques a horas de distancia. Además, la falta de instalaciones sanitarias en las escuelas puede impedir que las niñas asistan a clase cuando están menstruando.

Es ahí donde entran en juego los programas de ayuda, como los 4,4 millones de dólares de ayuda canadiense a lo largo de cuatro años para conseguir agua potable y saneamiento para las madres y los niños en Tanzania.

Otro obstáculo para que las niñas asistan a la escuela es la práctica de casarlas cuando son niñas. Esto también es una amenaza a la supervivencia materna e infantil debido a un mayor riesgo de complicaciones en el embarazo y el parto entre las madres jóvenes.

También hubo progreso en este frente. Según la ONU, en la última década se evitaron 25 millones de matrimonios infantiles. En el año 2000, una de cada tres mujeres de entre 20 y 24 años informó que fue casada cuando era niña, o fue vendida como novia, a veces mediante Facebook, a cambio de las dotes que aportaba a sus familias. En 2018, ese número se redujo a una mujer de cada cinco.

Krishna, de 14 años, fotografiada con su bebé de cuatro meses Alok en 2013. Ella fue casada a los 11 años. (Danish Siddiqui/Reuters)

Quizás uno de los mayores éxitos en la lucha por los derechos de las niñas y las mujeres es la disminución de la práctica de la mutilación genital femenina.

Este procedimiento, que la Organización Mundial de la Salud describe como la “extirpación parcial o total de los genitales femeninos externos”, puede provocar dolor durante las relaciones sexuales, problemas en la micción y la menstruación, dificultades en el parto, infecciones renales crónicas e incluso la muerte.

La mala noticia es que esta mutilación fue infligida a por lo menos 200 millones de mujeres y niñas.

La buena noticia es que cada vez son más los países que prohíben esa brutal práctica, registrándose un drástico descenso en algunas partes del mundo donde era práctica corriente.

En 2018, la revista médica de la Asociación Médica Británica informó que la tasa de mutilación genital femenina entre las niñas de 14 años o menores en África oriental había descendido del 71,4 por ciento en 1995 a sólo el 8 por ciento en 2016.

Esas cifras podrían disminuir mucho más a medida que más y más niñas se eduquen y tengan voz y voto en la prohibición de una práctica que la mayoría no apoya.

En otras palabras, cuando los países centran sus programas de ayuda en un problema, éste puede ser resuelto.

Por muy alentador que sea este panorama, el Fondo de Población de las Naciones Unidas advierte que el número de mujeres que se prevé que serán mutiladas cada año podría aumentar a 4,6 millones para 2030, a pesar de las prohibiciones, esto debido al crecimiento demográfico en las comunidades que lo practican.

Con el envío desde Canadá de aproximadamente 250 toallas higiénicas reutilizables, Sarah Zelinski organizó jornadas de capacitación para mostrar a las niñas ugandesas a hacer las suyas propias. (Foto: Sarah Zelinski)

Esa es una de las muchas razones por las que los países no pueden permitirse darle la espalda a proyectos de ayuda que promueven los derechos de niñas y mujeres.

Esta ayuda también debería extenderse a los esfuerzos para poner freno a las agresiones sexuales, a la violencia doméstica, a la violación conyugal y a la desigualdad salarial entre hombres y mujeres en todo el mundo.

Como lo demuestra un estudio tras otro, la promoción de los derechos de las niñas es un camino seguro hacia un mundo más saludable y próspero para todos.

Esta es una causa digna que merece el apoyo de todos los gobiernos. Y Canadá está mostrando el camino, dice finalmente el editorial del periódico canadiense Toronto Star.

Categorías: Internacional, Salud, Sociedad
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