Para la ocasión de la apertura de Espacio 67, un anfiteatro a cielo abierto, emplazado en pleno corazón de Montreal, la compositora Alejandra Odgers recibió el encargo de componer una pieza musical especial, que contara la historia de las islas Santa Helena y Notre Dame.
Se trata de un predio que fue ocupado en su tiempo por los colonos ingleses primero y los franceses después, pero que en tiempos más recientes no ha perdido protagonismo para los habitantes de esta parte de Canadá.
Allí se llevan a cabo eventos multitudinarios como un tradicional festival de fuegos artificiales durante el mes de julio, el Gran Premio de Canadá de Fórmula 1, la exposición internacional de flores Floralies y donde también se encuentra el parque de diversiones La Ronde.
Ubicado en pleno corazón de Montreal, el sitio albergará todo tipo de eventos. Imagen: Espace 67.
Odgers no oculta su orgullo por la convocatoria de la Orquesta Metropolitana, a la que reconoce no sólo la calidad de sus componentes, sino que resalta también el prestigio mundial de su director, Yannick Nézet-Séguin, quien además tiene a su cargo a la Ópera Metropolitana de Nueva York.
Tras finalizar sus estudios en oboe, instrumento que ejecuta además del piano, sintió la necesidad de llevar a cabo estudios superiores, algo que en su momento era imposible en su México natal.
Nuestra entrevistada reivindica la realización de maestrías y doctorados en música, ya que estos le brindan el conocimiento de los instrumentos que necesita a la hora de componer para una orquesta. Es así que rechaza los argumentos, al menos en su caso, de quienes sostienen que estudios tan avanzados matan la espontaneidad creativa del artista.
Consagrada en México, la compositora no dudó en volver a comenzar de cero en Montreal. Foto: Éric Turgeon.
Al respecto, si bien en la actualidad los compositores disponen incluso de la ayuda de la tecnología a la hora de crear, el contacto con los otros músicos, los ensayos, y los estudios son una material insustituible para saber si una obra puede funcionar o no, sostiene Odgers.
Si bien no se olvida del México en el que nació y donde se consagró, se siente contenta con su presente en Quebec y trata de sacar a la luz lo mejor de los dos lados, aprovechando la experiencia que obtuvo en su tierra natal y disfrutando de los amigos, los contactos, los desafíos y la familia que conformó aquí.
Fundadda en 1981, la orquesta es uno de los embajadores culturales de la ciudad. Imágen: Orchestre Métropolitain.
Aunque el estreno de su pieza Menahanis (Isla Pequeña, en lengua indígena) se encuentra aún fresco, ya que tuvo lugar el pasado jueves 28 de junio, la artista no se duerme en los laureles y ya trabaja en más de un proyecto.
Por un lado, y con el apoyo del Consejo de las Artes de Longueuil, Quebec, prepara una obra para orquesta, coro y solistas, que dedicará a la memora de su madre, recientemente fallecida.
También, con el respaldo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de México lleva adelante un proyecto de creación de 3 años, para el que ya ha compuesto un trío para clarinete, viola y piano, que será presentado en Quebec en noviembre próximo, prevé un quinteto para clarinete, bajo y cuerdas, que verá la luz en México el mismo mes, tiene el pedido de una obra para un trío de flautas, con posible estreno en Francia y, por si fuera poco, también se abocará a dos conciertos, uno para flautas de pico y otro para corno inglés y orquesta.
Alejandra Odgers nos cuenta más detalles en entrevista con Luis Laborda.
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