Las iraníes vivieron un momento histórico el jueves cuando se les permitió asistir a un partido de fútbol de la FIFA en un estadio de Teherán, Irán, por primera vez en décadas.
Vestidas con los colores de la bandera iraní, cientos de mujeres presenciaron con buen humor el partido de clasificación para la Copa Mundial de Fútbol de 2022 entre las selecciones nacionales de Irán y Camboya en el Estadio Azadi de Teherán.
Durante 40 años, las mujeres iraníes utilizaron todo tipo de trucos para poder asistir a eventos deportivos disfrazándose de hombres, a pesar de las detenciones y los juicios sumarios.
Lo que finalmente les abrió las puertas de los estadios fue la inmolación de una joven iraní que había sido arrestada y amenazada con seis meses de prisión por haberse vestido de hombre en el estadio.
La joven Sahar Khodayari se prendió fuego en público y en protesta frente a la corte de Teherán provocó una ola de ira y una movilización en todo el mundo. La FIFA tuvo que intervenir e incluso amenazó con suspender a Irán de todas las competiciones internacionales si se prohibía el acceso al estadio a las mujeres.
Durante cuatro décadas las mujeres iraníes han hecho campaña para que se les autorice sentarse en las gradas de los estadios iraníes, algo a lo que los miembros más intransigentes del gobierno teocrático todavía se oponen hoy en día.
Sin embargo, los grupos de derechos humanos siguen sospechando de Teherán. Amnistía Internacional calificó esta decisión de «campaña publicitaria cínica de las autoridades para mejorar su imagen».
(Foto: ©Amin M. Jamali/Getty Images)
La decisión del jueves se tomó en respuesta a la intensa presión de la FIFA, la organización que rige el fútbol internacional. Irán podría haber sido objeto de sanciones si no hubiera aceptado que las mujeres asistieran al partido.
En septiembre, una mujer iraní arrestada por vestirse de hombre para entrar a hurtadillas en un estadio para ver un partido murió después de prenderse fuego después de enterarse de que se enfrentaba a seis meses de prisión.
Los partidarios de la línea dura y los clérigos tradicionales chiítas, citando su propia interpretación de la ley islámica, exigen la segregación de hombres y mujeres en los eventos públicos, y la exclusión de las mujeres de los deportes masculinos.
Desde la Revolución Islámica de 1979 han mantenido un estricto control sobre la sociedad, obligando a las mujeres en particular a cubrirse el pelo en público.
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