La pandemia del Covid-19, que ha paralizado las actividades cotidianas de miles de millones de personas en el mundo, ha puesto al desnudo una serie de realidades que se consideraban como algo “normal”.
Esa “normalidad” incluía los embotellamientos de tráfico en todas las ciudades del planeta, la cotidianidad de la contaminación ambiental en las ciudades grandes y pequeñas, la normalidad de que la salud era ante todo una actividad de lucro comercial, o que es normal que millones de personas en el mundo no tengan un techo, o acceso al agua para lavarse las manos.
Las leyes fundamentales del modelo capitalista: la existencia de los mercados, la puja constante entre oferta y demanda, el duelo entre economías planificadas y las que se encuentran a merced de los inversores, enfrentan un serio desafío cuando una pandemia quiebra los modos de venta de la fuerza de trabajo, o cuando las autoridades se ven obligadas a mantener a los trabajadores alejados de sus fuentes de trabajo y de los lugares donde ellos gastan sus salarios, paralizando los elementos más básicos de una economía de mercado.
Esta pandemia ha sido comparada con la peste negra, una enfermedad que entre 1340 y 1355 se expandió desde Asia hasta Europa matando a unos 25 millones de personas, una tercera parte de los habitantes en Europa. Esta peste, causada por la bacteria Yersinia pestis y también llamada peste bubónica, causó a su paso revueltas, debilitó profundamente al propio sistema feudal y forzó la reconfiguración del sistema económico imperante.
La actual pandemia del Covid-19 demostró cómo el presidente de Estados Unidos, que constantemente declara que Estados Unidos es el mejor, el más grande, el más fuerte de los países en el mundo, tuvo que comerse su vanidad y recibir donaciones de equipos y materiales médicos de China y Rusia.
Esta crisis también ha demostrado que los conserjes, las enfermeras, los choferes de camión, los empleados que trabajan llenando de alimentos los estantes en los supermercados son más valiosos que lo que se pensaba, si se considera la valoración del trabajo de una persona a partir del salario que recibe.
La pandemia está demostrando que hay necesidades humanas que no pueden dejarse exclusivamente en manos del sector privado, que opera con los ojos puestos en las ganancias del próximo trimestre. En este sentido, el escritor Gerardo Ferro, nacido en Colombia y establecido en Montreal, planteó en las redes sociales una interrogante fundamental: ¿a qué normalidad se quiere retornar después de que pase la pandemia del Covid-10?
En conversación con Radio Canadá Internacional, Ferro también habló de la situación en Colombia, cuestionando un llamado “inteligente” a la normalidad, llamado hecho por el presidente Duque, sobre quien pesan acusaciones de haber llegado a la presidencia de modo fraudulento.
Ferro explica que un gobierno no puede contentarse con responsabilizar al individuo sobre el estado de su salud cuando lo que corresponde es la aplicación de profundas reformas sociales y económicas.
Fuentes: CBC/ Radio-Canada / RCI
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