El Sociólogo y Profesor de la UQAM, Victor Armony. Foto: RCI/Leonardo Gimeno

Idealizar el teletrabajo es un problema: Víctor Armony  

Si alguien me preguntara cómo voy llevando el trabajo en la casa, desde que la pandemia se impuso en nuestras vidas cotidianas no estoy segura que tendría todas las respuestas todavía.  Por lo pronto sé que todos los periodistas de RCI tuvimos que dejar de lado algo fundamental de nuestro trabajo: la comunicación interpersonal directa que forma parte de las relaciones cotidiana de un medio de comunicación, en nuestro caso de RCI.

Por ejemplo, algo que siempre parecía banal y que hoy toma otra dimensión: los intercambios al lado de la cafetera, donde muchas veces ese momento, el esperar a pie con la taza lista, era aprovechado para intercambiar con los amigos y colegas sobre los temas de la actualidad o simplemente sobre la familia.

Todo eso hoy se vive, lo vivo, en un silencio solo interrumpido por el sonido del grupo de trabajo creado en WhatsApp, que advierte cada vez que hay un mensaje de un colega o una consulta o discusiones sobre los contenidos del día para ir armando la página web.

Nadie nos preparó para el teletrabajo, una discusión postergada “hasta que llegara el momento”.

¿Qué pasará luego, cuando salgamos del confinamiento? ¿Se regresará al edificio?  ¿O el teletrabajo llegó para quedarse? ¿Es realmente beneficioso para los trabajadores? ¿Para lo padres con hijos? ¿Para las empresas?

No me cabe duda que los responsables de Radio Canadá se hacen preguntas también, sobre los aspectos positivos y negativos para la empresa.  Seguramente habrá cuestionarios a llenar una vez se termine el confinamiento.

El sindicato también tendrá los suyos.

Me atreví a tratar el tema con el sociólogo Víctor Armony. Me atreví digo, porque quise saber cómo la estaba pasando también en su entorno familiar, no solo profesional.

En su reflexión, Armony dice que le preocupa la falta de división clara entre lo laboral y lo privado y la pérdida de derechos individuales.  

También se refirió a la tan mentada y tantas veces postergada propuesta de   conciliación familia-trabajo. Con ese tema iniciamos la entrevista.

La entrevista

Armony dice que una cosa son los preconceptos que podemos tener y otra muy diferente aprender a vivir en una situación inédita que no se corresponda con ellos.

«Tenemos los términos apropiados – conciliación familia-trabajo, teletrabajo – pero éstos no contienen en sí mágicamente la solución. Por ejemplo, en la idea de conciliación queda implícito que hay una cuestión de tiempos reservados para ciertas actividades, pero también de modo algo contradictorio pensamos en desdibujar las fronteras: trabajo en casa, así estoy más con mi familia, pero así permito que el trabajo invada mi casa. Ahora, de repente, la pandemia nos obliga a convivir y a traer al hogar lo que antes quedaba afuera y era independiente para cada miembro de la familia: los empleos de los padres, los estudios de los hijos, los momentos de esparcimiento. Todo se mezcla, y quizás nos damos cuenta más que nunca de que algunas separaciones tienen sentido (adentro o afuera del hogar, tiempo de trabajo y tiempo personal, etc.). Digamos que es un momento muy extraño, en el sentido de una sensación de profunda extrañeza, casi de verse en una película, porque se debilitan ciertas normas sociales que estructuran mucho la vida cotidiana (vestirse de cierto modo para ir a la oficina o a la escuela, por ejemplo). Sin esos parámetros, las relaciones sociales pueden tensarse».

La pandemia lo obliga también a trabajar en línea con colegas de universidades, con alumnos. ¿Es más complicado cuando no hay un contacto visual?  ¿Qué pasa con las relaciones laborales importantes, las amistades? 

Sin duda, la nueva realidad del confinamiento nos lleva a adaptarnos, más o menos rápidamente, según cada caso. En mi universidad, enseguida pasamos al modo video para las reuniones entre colegas y para algunos encuentros con estudiantes, aprovechando tecnologías que hace nada más que diez años nos hubieran sido menos eficaces (en términos de sistemas, hemos pasado de la era Skype a la de Zoom, y con conexiones internet muchísimo mejores). El video permite el contacto visual, pero admitamos que no es lo mismo que estar en presencia del grupo, sea para un comité o un seminario. Para la situación de emergencia actual, el modo video con múltiples participantes es evidentemente muy eficaz. Pero no dejo de verlo como un sustituto mil veces inferior al contacto humano, al menos en el ámbito académico. Creo que estamos aprendiendo dos cosas a la vez: hay tareas que se pueden hacer bien a distancia, lo cual nos evitará realizar en el futuro reuniones innecesarias. Pero también nos damos cuenta de que idealizar el teletrabajo es un problema, y no solamente por motivos prácticos. Como decía antes, creo que necesitamos en alguna medida distinguir entre las diferentes esferas de nuestra vida. Vamos viendo ahora que traer todo a casa no es la solución. Incluso, aunque la compra por internet o la entrega de comida a domicilio resulten cómodas, estamos descubriendo que echamos de menos la trivial salida al supermercado o al comercio de la esquina.

¿A qué tipo de reflexiones le lleva esta situación?  ¿Habrá un nuevo paradigma laboral-social pospandemia?  

Creo que muchas cosas van a cambiar, particularmente en materia laboral y educativa, pues habremos tenido la oportunidad de evolucionar en nuestras prácticas profesionales, pero me temo que no siempre sean cambios positivos. Esta invasión de la esfera privada por parte de actividades y exigencias externas al hogar nos deja un poco indefensos ante requerimientos futuros. Por ejemplo, un jefe o un cliente que reclame nuestra disponibilidad fuera de los horarios habituales. ¿Acaso no estamos demostrando ahora que somos capaces de trabajar en cualquier lado y en cualquier momento? También desde las autoridades, existe un gran incremento, en principio justificado, en materia de poderes públicos, con su consecuente disminución drástica de nuestros derechos individuales. 

Si alguien nos hubiera dicho hace unos pocos meses que en Canadá la policía podría entrar a nuestras casas sin orden judicial y sancionarnos por reunirnos con amigos, que fronteras y rutas estarían cerradas a los civiles… pensaríamos que se trata de una serie de política-ficción, algo que en la realidad solo ocurre en dictaduras.

En fin, sin querer poner el énfasis solo en lo negativo, pienso que debemos aprender y cambiar en lo que vale la pena, y hay buenas lecciones que podremos sacar de esta experiencia, pero también que debemos ser precavidos en cuanto a posibles secuelas sociales que no quisiéramos guardar.  

En cuanto a mi reflexión sobre estos cambios tecnológicos, y ya voy viviendo varios, desde el paso de la onda corta a la radio web, me doy cuenta que hay algo que nunca cambia con el paso del tiempo: nuestro mandato de ofrecer un contenido canadiense de calidad a nuestros oyentes internautas lectores televidentes.

Mil gracias Víctor Armony 

Víctor Armony es director de LIELA,  Laboratorio Interdisciplinario de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Quebec en Montreal y de RÉLAM, Red de Estudios Latinoamericanos de Montreal.

 

 

 

 

 

 

 

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