Desde el principio de esta semana, varios países en diversas partes del mundo comenzaron paulatinamente a reanudar las actividades económicas y el comercio, empujados tanto por la presión de la población, así como la urgencia de volver a trabajar en aquellos países cuya economía impide financiar el gasto social de mantener un confinamiento de la población por más tiempo.
Aunque todavía no hay resultados claros sobre la eficacia de esta medida, hay datos preocupantes, como la reaparición de la pandemia en China o Corea del Sur, que fueron algunos de los países que lograron reducir la curva de infecciones. Y pese a que el número de infectados y muertos a causa del Covid-19 no ha parado en Canadá, ciudades como Toronto y Montreal se preparan para poner de nuevo en funcionamiento a sus grandes ciudades como Toronto y Montreal.
A medida que los gobiernos disminuyen las medidas de confinamiento a causa del Covid-19, los responsables políticos deberían considerar las lecciones aprendidas de la pandemia de gripe española de 1918 y las posibles consecuencias mortales de eliminar demasiado rápido las restricciones de distanciamiento físico, dicen los expertos.

Grupo de hombres en Alberta con mascarillas. Llevar máscaras fue una de las medidas impuestas por algunas ciudades durante la pandemia de gripe española de 1918. (Foto: Archivos Nacionales del Canadá/Canadian Press)
Para Christopher McKnight Nichols, profesor de historia y director del Centro de Humanidades de la Universidad de Oregón, este es “uno de esos raros momentos en los que los historiadores pueden estar más o menos de acuerdo en que hay lecciones que se pueden aprender, que son bastante sencillas y que podrían aplicarse en el presente», dijo.
Hace más de 100 años, la gripe española mató a por lo menos 50 millones de personas en el mundo, incluyendo 55.000 en Canadá y 675.000 en Estados Unidos. Entre los muertos había muchas personas de entre 20 y 40 años. La historia muestra que el virus de esa pandemia llegó en múltiples oleadas. La más mortífera fue la segunda oleada en el otoño de 1918, momento en el que el mundo se había convertido en una carnicería gigantesca debido a la Primera Guerra Mundial.
Distintas investigaciones dan cuenta de que esa pandemia no tiene su origen en España, y que ese nombre fue más bien el resultado de la censura militar de la época.
Según McKnight Nichols, «en esa ola mortal hubo tiempo suficiente para haber acelerado los procedimientos y pensado en las políticas de salud pública, la reapertura y el cierre por etapas y todo ese tipo de cosas… pero eso no sucedió. Fue en parte por eso que fue tan mortal. Lo que quiero es que aprendamos esas lecciones hoy», dijo el historiador.
Durante aquella pandemia en 1918, se impuso en todo el mundo una serie de restricciones en un intento de evitar el contagio de la enfermedad. Esas medidas incluían la prohibición de reuniones públicas, el cierre de escuelas y teatros, y la prohibición de servicios religiosos. En algunas comunidades, el uso de máscaras se hizo obligatorio.

Un cartel de la gripe española publicado por el gobierno de la provincia de Alberta en 1918. (Foto: Museo Glenbow)
Otra voz que teme que los políticos de hoy en día repitan esos mismos errores es John Barry, autor de “La Gran Gripe: historia de la pandemia más mortal de la historia”, recordando que muchas ciudades de entonces trataron de reabrir demasiado pronto. “No aprendemos nada de la historia”, dijo Barry.
Lo que más le preocupa es que las ciudades y los Estados están volviendo a reanudar sus actividades económicas cuando al mismo tiempo los casos de infección y muerte a causa del Covd-19 continúa aumentando en sus jurisdicciones. Otro riesgo es la politización de la respuesta al desafío de la pandemia.
Este parece ser el caso de Montreal, según Allison Hanes, quien escribe en el periódico The Gazette en Montreal, la metrópolis en la provincia de Quebec. El gobierno de esta provincia determinó la apertura de escuelas primarias con excepción de Montreal, así como la reanudación de actividades como la construcción, cuando al mismo tiempo el número de infecciones y muertes no ha disminuido de manera suficiente según observadores.
Para la columnista Allison Hanes, esta situación refleja las dos soledades en Quebec, ya no entre ingleses y franceses sino entre la ciudad de Montreal y las regiones. El partido político en el gobierno, la CAQ, es una formación de derecha que tiene su base en las regiones suburbanas rurales, más francófonas. Montreal, ciudad multiétnica y plurilingüe, le ha dado la espalda a la CAQ en parte debido a sus políticas consideradas como divisivas en materia de integración y diversidad cultural.
Al igual que hoy, en 1918 había gente que pedía a gritos que se levanten las restricciones para poder volver a una vida normal, explicó Nancy Bristow, profesora de historia de la Universidad de Puget Sound y autora de “Pandemia americana: los mundos perdidos de la epidemia de gripe de 1918.”

Don Hartness, organizador de Reopen Mississippi, se dirige a las personas reunidas en el Capitolio de Jackson, Mississippi, el viernes 1 de mayo de 2020, en apoyo de la apertura del porte de armas de fuego y la reapertura de la economía. (Barbara Gauntt/The Clarion-Ledger via AP)S
Algunas ciudades intentaron ir despacio, escalonando las aperturas de los teatros, abriendo algunas iglesias un fin de semana, y luego las áreas de diversión pública la siguiente semana. «Pero en muchos lugares, la gente estaba tan desesperada que [los funcionarios] simplemente decían, ‘OK, a partir de mañana pueden hacer lo que quieran.'»
El resultado fue que las comunidades que impusieron restricciones temprano en la pandemia, que las hicieron cumplir y las retiraron lo más tarde posible, o las volvieron a imponer si era necesario, tuvieron tasas de mortalidad más bajas, dijo Nancy Bristow.
«Ellos no podían saber todo esto en 1918 porque no tenían todos los datos. Nosotros sí tenemos esos datos, así que tenemos la ventaja… podemos hacer las cosas de manera diferente», añadió la profesora de historia de la Universidad de Puget Sound.
Aún así, cuando las ciudades reabrieron sus actividades económicas, dice Christopher McKnight Nichols, profesor de historia de la Universidad de Oregón, muchas personas siguieron preocupadas ante la posibilidad de enfermarse al volver a trabajar. Algunas ciudades registraron una disminución de entre el 40 y el 70% de sus actividades comerciales en general, incluso después de su reapertura.
Los canadienses han expresado un sentimiento similar ante la actual pandemia. Los resultados de una encuesta de seguimiento semanal llevada a cabo por la firma Leger para la Asociación de Estudios Canadienses muestra que la mayoría de los canadienses desean ver signos significativos de progreso en la lucha contra la pandemia antes de que los gobiernos levanten las restricciones y permitan el regreso al trabajo. La encuesta reveló que el 21% de los encuestados no quiere que se relajen estas medidas hasta que haya una vacuna contra el Covid-19. Otro 29% dijo que quería ver por lo menos dos semanas consecutivas sin nuevos casos.
Fuentes: CBC /M. Gollom / Leger / The Gazette / Canadian Press / RCI
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