Mientras el mundo tiene los ojos puestos en la lucha contra la pandemia, la guerra civil en Libia se ha convertido en una guerra internacional con rasgos de las guerras indirectas del período de la Guerra Fría.
Tras las primeras revueltas contra el gobierno el 17 de febrero de 2011 que fueron duramente reprimidas, y la formación de un gobierno paralelo llamado Consejo Nacional Libio de Transición, contra la administración del gobierno de Muamar el Gadafi, el 17 de marzo de 2011 el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 1973, estableciendo una zona de exclusión aérea y el uso de «todos los medios necesarios» para proteger a la población civil.
Anunciada como una campaña en defensa de la democracia durante el período de la llamada Primavera Árabe (2010 y 2012), en 2011 fuerzas militares canadienses, británicas y francesas bajo el comando de la OTAN atacaron Libia hasta lograr el derrumbe del gobierno de ese país y el asesinato de su líder Gadafi.

Aviones de combate canadiense CF-18 desplegados en la campaña militar contra el gobierno de Muammar Gaddafi en Libia. (Foto: CBC)
Desde entonces Libia permanece hundida en una constante guerra civil, mientras que los países de la OTAN que bombardearon ese país han cerrado sus puertas a los refugiados libios que huyen del conflicto. Las aguas del Mediterráneo se han convertido en la tumba de decenas de miles de migrantes que parten en barcos desde los puertos libios buscando llegar a Europa.
En la campaña militar contra el gobierno libio de Gadafi, la aviación canadiense llevó a cabo 733 misiones de bombardeo sobre la nación norteafricana, mientras que los aviones canadienses de reabastecimiento y reconocimiento añadieron cientos de vuelos más, según el National Post.
Los seis aviones CF-18, respaldados por uno de repuesto, volaron el 10% de todas las misiones de ataque de la OTAN. Bianca Mugyenyi del Instituto Canadiense de Política Exterior escribió que «En 2011, un general canadiense dirigió el bombardeo de Libia, al que se opuso enérgicamente la Unión Africana. Los funcionarios de la Unión Africana argumentaron que la guerra de la OTAN desestabilizaría ese país y la región”.
Según Rachel Shabi, las fuerzas de la OTAN fueron más allá de la resolución de seguridad de la ONU que ordenó su campaña. “Durante meses, los funcionarios de la OTAN insistieron en que estaba llevando a cabo una breve campaña aérea, diseñada para proteger a los civiles bajo amenaza de ataque. Para entonces era ya un ‘secreto a voces’ que los países de la OTAN estaban llevando a cabo operaciones clandestinas en el terreno.”
“Si a esto se añade la renuencia a negociar una salida negociada, la práctica de asesorar, armar y entrenar a los rebeldes, y encabezar una escalada de violencia, aparentemente la misión de la OTAN se transformó de proteger a los civiles a un cambio de régimen”, dice Shabi, que añade que el verdadero objetivo de la OTAN en Libia era el petróleo.

El barco de la marina canadiense HMCS Charlottetown fue enviado a las costas de Libia por el gobierno del ex primer ministro Stephen Harpera principios de marzo de 2011. (DND)
Un reportaje del periodista Saša Petricic da cuenta que la noche en que se difundió la noticia de la muerte de Gadhafi, la gente inundó las calles de Trípoli “con lágrimas de alegría en los ojos, agitando la nueva bandera del país y anticipando nuevas oportunidades económicas y democráticas. Debates entusiastas sobre el futuro de Libia llenaban el aire”.
Esto porque, después de todo, la llamada comunidad internacional, que a menudo es un puñado de países ricos, incluyendo Canadá, había justificado aquella guerra como una necesidad para proteger a los civiles, mientras los nuevos líderes de Libia llamaban al «perdón, tolerancia y reconciliación».

Un combatiente del autodenominado Ejército Nacional Libio, leal a Khalifa Haftar, llevan un rifle al hombro mientras caminan por una calle del distrito central de Akhribish de Bengasi el 19 de julio de 2017 tras los enfrentamientos con militantes.
(Foto: ABDULLAH DOMA/AFP a través de Getty Images)
Nueve años después del ataque de la OTAN contra el gobierno libio de la época, hay muy poco de eso y la esperanza se ha desvanecido. La ONU parece impotente, y la población civil está sufriendo. Unos 350.000 libios son desplazados internos mientras que decenas de miles se arriesgan a cruzar peligrosamente el mar hacia Europa, donde apenas son tolerados si lo consiguen y deben soportar la violencia de la discriminación y el racismo.
A la fecha, la mayoría de las fuerzas de la OTAN, incluyendo Canadá y Estados Unidos, han abandonado Libia a su suerte desde hace mucho tiempo.
En esta situación son varios los grupos que tratan de ganar el control del país. Dos grandes facciones en guerra, docenas de líderes tribales y señores de la guerra regionales. A esta lista de partes en conflicto se suma más de media docena de potencias extranjeras, algunas con miles de mercenarios pagados y tropas sobre el terreno.

Khalifa Haftar, jefe del Ejército Nacional Libio, que cuenta con el apoyo de Rusia y Francia. (Foto: REUTERS/Esam Omran Al-Fetori)
Durante meses, Trípoli estuvo sitiada por las fuerzas rebeldes del general Khalifa Haftar, un comandante militar rebelde que controla la mayor parte del país, incluidas las principales instalaciones de producción y exportación de petróleo en el este de Libia.
Al mando de un autoproclamado Ejército Nacional Libio (LNA), Haftar y sus aliados han bloqueado la exportación de petróleo libio desde enero, privando a la economía de unos 1.500 millones de dólares cada mes.
A su vez, el LNA tiene el respaldo de Rusia, que tiene desplegada una gran fuerza de mercenarios veteranos del conflicto en Siria, además de aviones de combate MIG en cielo libio. Al apoyo de Rusia, se suma Francia, que ayuda diplomáticamente. Los Emiratos Árabes Unidos suministran las armas y el vecino Egipto ha amenazado con invadir Libia en apoyo a Haftar.
Todos estos países están contra el llamado Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) de Libia, un gobierno reconocido por Naciones Unidas y con sede en Trípoli.
El aliado más poderoso del GNA es Turquía, que ha enviado en apoyo a Trípoli fuerzas compuestas por miles de mercenarios sirios, así como aviones teledirigidos blindados y sofisticados sistemas de defensa aérea que ayudaron a las fuerzas del GNA a defender Trípoli. Junto a Turquía, Qatar e Italia también apoya al gobierno del GNA.

Migrantes africanos en el centro detención Tariq Al-Matar en la afueras de Trípoli, Libia. (MAHMUD TURKIA/AFP/Getty Images)
El mes pasado, dos aliados de la OTAN, Turquía y Francia, casi se enfrentaron militarmente frente a la costa de Libia. París acusó a la marina turca de apuntar a una fragata francesa que intentaba hacer cumplir un embargo de armas de la ONU inspeccionando un barco sospechoso de llevar armas turcas a Libia.
Ese embargo de las Naciones Unidas ha sido ampliamente ignorado, y los ceses del fuego prometidos por Rusia y Turquía se han roto en Libia incluso cuando se estaban haciendo en conferencias en Europa.
Ninguno de los actores en este conflicto, ni siquiera aquellos que son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, parecen prestar atención al organismo mundial o a las quejas del Secretario General de la ONU António Guterres, quien ya denunció la «interferencia extranjera que alcanza niveles sin precedentes» en Libia.

António Guterres, Secretario General de Naciones Unidas. (Foto by Florian Ebener/Getty Images)
En cuanto a Estados Unidos bajo Trump, hace tiempo que ha perdido interés en Libia. No tienen una presencia militar significativa y participan poco en los esfuerzos para poner fin al conflicto.
Washington quedó traumatizado por un ataque al complejo diplomático estadounidense en Bengasi en 2012 que dejó cuatro estadounidenses muertos, incluyendo al embajador en Libia.
Mark Kersten, investigador de derecho internacional en el Centro Munk de la Universidad de Toronto, dijo que tanto Estados Unidos como Canadá, que por lo general han guardado silencio sobre la situación Libia desde los ataques de la OTAN, comparten la culpa por «no haber tenido ningún plan coherente para asegurar que [Libia] esté realmente en vías de democratizarse» cuando abandonaron el país centroafricano a su suerte.
«Si lo rompes», dijo Kersten, «ciertamente tienes la responsabilidad de ayudar a arreglarlo».
Fuentes: CBC / S. Petricic / Aljazeera / Infomigrants / National Post / Canadian Press / RCI
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