Foto: Rufo Valencia

Clelia Rodríguez

Al venir a Canadá, lo último que yo me hubiera imaginado es la forma en que los policías nos iban a tratar aquí. Para mí eso sí fue una sorpresa. Fue un momento que me despertó. Siempre que nosotros salíamos de la escuela en grupo, como habíamos muchos recién llegados de El Salvador por el tema de la guerra. Esa escuela secundaria estaba llena de salvadoreños recién llegados, como yo. Y obviamente, colectivamente, por todo el trauma de la guerra que ni siquiera habíamos procesado psicológicamente, tendíamos a buscarnos unos a otros.

Yo extrañaba el acento salvadoreño, ese humor negro que nos caracteriza. El humor de nosotros es bien particular. Entonces yo extrañaba eso. Esa necesidad, esa hambre, esa tristeza quizás que yo sentía por no estar en El Salvador… teníamos (tendíamos) a hacernos como un grupo, y caminábamos hacia nuestras casas en grupo. Las veces en las que a nosotros, solo por ir caminando en grupo, nos paraban los policías es incalculable, fueron demasiadas.

Entonces en el último año de la escuela secundaria vino una chava canadiense que estaba trabajando precisamente el tema. La gente hoy quizá no lo entienda, pero en esa época no se daban las manifestaciones de protesta que se dan ahora. En esa época no era así porque nosotros todavía no teníamos la residencia. Estábamos con un permiso especial de refugiado.

La joven canadiense estaba recolectando historias. Ella, con otra compañera, propusieron la idea de crear un póster en el metro para hablar del racismo. En el afiche aparecían como tres latinos, como muy específicamente latinos, creo que exageraron el look. Ella convocó a una manifestación. Nadie llegó. Obviamente fui porque yo ya estaba encabronada. Creo que ese es el mejor adjetivo porque cuando ya llegas a ese momento, va más allá de tu seguridad. Llegas a un momento donde tú piensas y dices: no, eso se tiene que arriesgar, esto necesita apagarse.

Hicimos un proyecto con la policía. Llegó su representante. En esa época fue como lo máximo que se pudo hacer: un poster en la estación de metro de Yonge y Bloor. El periódico Toronto Star hizo una historia sobre esto y la tienen en sus archivos. Se la puede encontrar en línea.

¿Cómo entender lo que pasó en esa época?, ¿cómo puedes entender el encabronamiento de personas como yo, hoy día? No preguntes por qué uno está enojado. Lo que tienes que hacer es un trabajo de investigación de lo que nosotros tuvimos que pasar en la escuela secundaria aquí. Todo tiene raíz.

Si quieres realmente entender el contexto del racismo acá, es importantísimo que entendamos que Canadá ha sido históricamente un país que se ha fundado, que funciona, que opera en base al racismo. Ya no se puede utilizar la excusa de decir: “yo no sabía que en Canadá habían estas cosas”. Ahora existe hasta Alexa, a la que le puedes preguntar: Alexa, ¿hay racismo en Canadá? Les invito a que le pregunten a Alexa, a Siri o Google, a ver qué responden. Si no podemos entender de qué forma nosotros contribuimos a la colonización constante que se da en este país todos los días, entonces no me hables de racismo. Hay que hacer un trabajo dedicado a averiguar dónde estamos viviendo. Quiénes estuvieron aquí antes que nosotros.

El año que nació mi hija, en 1993, fue el año en el que cerraron la última escuela residencial en este país.

El racismo no se va a eliminar si no sabemos quién lo está nutriendo, quién lo está impulsando. No será eliminado hasta el momento en que seamos capaces de realmente alzar la voz en nuestra actividades cotidianas. Puede ser en un Starbucks, en el supermercado, en cualquier momento alzar la voz y decir “no, hoy no”. Es importante estar en esta práctica y enseñarla a las nuevas generaciones.

Volver al expediente «Racismo en Canadá», de Radio Canadá Internacional 

Categorías: Sin categoría
Etiquetas:

¿Encontró un error? ¡Pulse aquí!

Por razones que escapan a nuestro control, y por un período de tiempo indefinido, el espacio de comentarios está cerrado. Sin embargo, nuestras redes sociales siguen abiertas a sus contribuciones.