La propuesta de una Carta de valores quebequenses, presentada la semana pasada por el gobierno minoritario en esa provincia francófona canadiense, ha desatado un intenso debate en torno a dos conceptos mayores: el Estado y la religión.
En la provincia de Quebec, Bernard Drainville, ministro responsable de las Instituciones democráticas y la Participación ciudadana en el gobierno del Partido Quebequense, presentó en la legislatura una propuesta para definir las relaciones entre el Estado y la religión.
Las propuestas centrales de ese documento incluyen la modificación de la Carta quebequense de derechos y libertades de la persona, asegurar la neutralidad religiosa de los empleados públicos en su relación con la ciudadanía, prohibir a los empleados públicos el uso de signos religiosos ostentosos en el ejercicio de sus funciones, hacer obligatorio el rostro descubierto al dar o recibir servicios del Estado, y establecer políticas de implementación de la neutralidad religiosa del Estado.
Este debate, en principio provincial, comienza a tener una magnitud nacional debido a las intervenciones y posicionamientos tanto del partido en el gobierno, encabezado por el Conservador Stephen Harper, quien señalo sus dudas en cuanto a la aprobación de esa propuesta.
El líder de la oposición oficial en Ottawa, el neodemócrata Tom Mulcair, tardó en reaccionar en comparación con el líder del Partido Liberal, Justin Trudeau. Ambos partidos coinciden en su rechazo a ese documento, alegando que se trata de una propuesta que busca la polarización de la población quebequense.
Otros analistas ven detrás de esta propuesta del gobierno minoritario de la primera ministra provincial Pauline Marois la intención de ir a buscar en las regiones rurales de la provincia, que tienen poco contacto con la población inmigrante, los votos necesarios para logra un gobierno mayoritario.
En este contexto, Andrés Fontecilla, quien es el portavoz del partido Quebec Solidario en esta provincia y también candidato en la circunscripción Laurier-Dorion, explica que en esa Carta de valores quebequenses hay elementos que son rescatables, como la reafirmación de la igualdad entre hombres y mujeres, por encima de lo que pueda creerse y practicarse a partir de la Biblia, el Corán o la Tora, o de cualquier otra religión que no reconozca la igualdad de géneros.
Por otro lado, el portavoz del partido Quebec Solidario, que tiene dos escaños en la legislatura provincial, también señala que hay elementos que no tienen sentido. ¿Cómo se puede pretender establecer la neutralidad del estado, cuando se mantiene en la legislatura provincial un crucifijo cristiano?
En este debate, el lema que emplea el gobierno provincial del Partido Quebequense para impulsar su propuesta entre la población: “Un Quebec para todos” corre el riesgo de quedarse en eso: en un simple lema.
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