Con el recuerdo de la Masacre en la Plaza Tiananmen ocurrida en junio de 1989, cuando los tanques y soldados del ejército chino ahogaron en sangre las demandas democráticas de sus ciudadanos, los canadienses son testigos, una vez más, de la lucha democrática en Hong Kong.
El editorial del periódico de la metrópolis canadiense, el Toronto Star, sostiene que el primer ministro Stephen Harper debería urgir a China a que respete el espíritu de su promesa de permitir a Hong Kong que elija libremente a sus autoridades.
Esta semana puede ser una «Semana de oro», cuyo recuerdo permanecerá en el tiempo, dice el editorial.
En Hong Kong, las manifestaciones estudiantiles han logrado convertir la fiesta nacional por el 65 aniversario de China este miércoles en un festival por la democracia no se veía desde los días de las protestas en la Plaza Tiananmen en Beijing, hace 25 años.

Esta manifestación en Hong Kong es un gran clamor por la justicia, a la vez inspirador y estresante.
Para el presidente Xi Jinping y el Partido Comunista, que lo controla todo, las protestas callejeras en el más importante centro comercial de China representan el desafío político más grave en una generación.
El cómo responda Xi Jinping a esta movilización determinará si el liderazgo comunista chino está dispuesto a respetar el principio de «un país, dos sistemas» que Beijing prometió cuando Gran Bretaña devolvió la ex colonia en 1997.
Esta es la mayor prueba hasta ahora para la credibilidad de Beijing; que será seguida de cerca.
Con cientos de miles de chinos continentales inundando Hong Kong por los feriados de la celebración de la «Semana Dorada», que marca la fundación de la República Popular el 1 de octubre de 1949, las autoridades chinas temen que cualquier señal de compromiso de su parte sirva de aliento a los activistas por la democracia en China, aliente a los nacionalistas taiwaneses y cause mayores agitaciones en Tíbet y Xinjiang.
Hay un riesgo real de que Beijing acabe optando por la vía de la represión violenta.
Tomando en cuenta lo que está en juego, sería bueno escuchar algo más que las perogrulladas de gobierno conservador del primer ministro Stephen Harper.
Canadá apoya el «sufragio universal» que se le prometió a Hong Kong. Pero la respuesta de Ottawa a las protestas, y los bastones de la policía, los gases lacrimógenos y los irritantes químicos lanzados contra los jóvenes manifestantes, ha sido tibia.
Sin duda que los intereses comerciales nacionales juegan un papel. Canadá ratificó recientemente un pacto de inversión con China y Harper estará en Beijing el próximo mes para la Cumbre de Cooperación Económica Asia-Pacífico.
Aun así, Harper debería urgir a Beijing a que respete el espíritu del acuerdo de traspaso, tal como lo han hecho Estados Unidos y Gran Bretaña.
Beijing le permite Hong Kong elegir libremente a la mitad de los 70 miembros del Consejo Legislativo. ¿Por qué no ocurre lo mismo con el presidente del Ejecutivo?, ¿Y por qué negarle a Hong Kong el derecho a elegir a su líder local cuando muchas comunidades en China continental hacen precisamente eso?
Canadá debería pronunciarse más enfáticamente sobre la situación. Después de todo fue hace sólo dos semanas cuando el gobierno de Harper dio a conocer un emotivo comunicado por el Día de la Democracia afirmando que «Canadá continuará apoyando los esfuerzos para dar a los ciudadanos una voz fuerte en la configuración del futuro de sus sociedades.» Eso es más o menos lo que está en juego en Hong Kong.
Ocurra lo que ocurra con las protestas, los 7,2 millones de ciudadanos de Hong Kong le han mostrado al mundo lo que piensan de la autocrática decisión tomada por Beijing en agosto de incumplir su promesa de permitir elecciones verdaderamente libres en 2017 para sustituir a su presidente ejecutivo.
En lugar de permitir un verdadero «sufragio universal», lo que Beijing quiere es una votación controlada. Los votantes tendrán que contentarse con elegir entre los candidatos pre-seleccionados por un comité repleto de partidarios pro-Beijing.
En los hechos podrán votar por el candidato A, B o C, elegidos por Beijing. Pero esta acción le quita cualquier significado a la noción del sufragio universal. La reacción de rechazo y de protesta de Hong Kong es saludable, y merece ser apoyada.
No es como si no se le hubiera advertido a Beijing. En junio, de cerca de 800.000 personas respondieron a un «sondeo de la democracia» que demostró su deseo por tener un sistema verdaderamente democrático.
Cuando se le pregunta, Hong Kong dice que prefiere el derecho a elegir. Si Beijing quiere disputar esto, puede llevar a cabo un referéndum.
Estas protestas han desacreditado al presidente ejecutivo Leung Chun-ying, que ha instado a los estudiantes a que se vayan a casa. Estas manifestaciones también van a desacreditar al presidente Xi Jinping si toma medidas represivas. Y esto sólo servirá para alienar aún más a los ciudadanos de Hong Kong y ahuyentará la inversión extranjera. También menoscabará la posición de China en el mundo, dice finalmente el editorial del Toronto Star.
Por razones que escapan a nuestro control, y por un período de tiempo indefinido, el espacio de comentarios está cerrado. Sin embargo, nuestras redes sociales siguen abiertas a sus contribuciones.