“La guerra contra las drogas ha dañado la salud pública, los derechos humanos y el desarrollo. Es hora de repensar nuestra manera de abordar las políticas globales en ese asunto y poner la evidencia científica y la salud pública en el centro de las discusiones”.
– Dr. Chris Beyrer
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Danny Wilson, 49 años, de la ciudad de Toronto compartió agujas contaminadas a finales de 1980, cuando las jeringas estaban estrictamente controladas. Él es VIH positivo, usa heroína y cocaína, y ayuda a otras personas con problemas de adicción.
Danny Wilson ha estado en la cárcel 40 veces. Él dice que todos sus crímenes están relacionados con la compra o consumo de heroína y cocaína.
El consumo de drogas de Wilson en los últimos 30 años coincide con la guerra global contra las drogas, iniciada durante la presidencia de Ronald Reagan.
La semana pasada, una comisión de expertos médicos internacionales declaró que fracasaron las políticas contra las drogas, condenó los daños que han causado a la salud y a los derechos humanos alrededor del mundo y recomendó avanzar hacia la despenalización de todos los estupefacientes ilícitos, sumándose así a un creciente coro de organizaciones que exigen poner fin a las medidas prohibicionistas de las últimas décadas.

«Llevamos tres décadas de guerra contra las drogas, hemos tenido décadas de política de tolerancia cero», dijo el Dr. Chris Beyrer, profesor de epidemiología de enfermedades infecciosas en la Universidad Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health en Baltimore y autor principal del informe publicado recientemente en la revista The Lancet. «No se midió ningún impacto en el suministro o el uso, entonces como política para controlar el uso de sustancias, ha fallado. Ha fracasado, evidentemente».
Despenalizar vs. Militarizar
El ejemplo de Portugal
Como un ejemplo a seguir, los autores señalan a Portugal, que despenalizó no solo el cannabis sino también la posesión de heroína, cocaína y metanfetamina. La transmisión del VIH, la hepatitis C y los encarcelamientos disminuyeron, dijo Beyrer, y hubo alrededor de un 15 por ciento de disminución en el consumo de sustancias por los jóvenes en Portugal.
Rusia y México están es el extremo opuesto, dijeron los autores.
En Rusia, la sustitución de los opiáceos está prohibida por la ley, y el intercambio de agujas y jeringas se permite sólo esporádicamente. La estimación oficial de los rusos que viven con el VIH se elevó a 907.000 a finales de 2014, frente a 500.000 en 2010. Más del 57 por ciento de los casos se atribuyeron a la inyección de drogas peligrosas. A nivel mundial, la transmisión del VIH relacionado con el consumo de drogas también está aumentando.
En México, el caso es más dramático y con otras implicaciones.
En su extensa evaluación, la Comisión sobre Política de Drogas y Salud Johns Hopkins señala, a manera de ejemplo sobre las consecuencias de las actuales políticas antinarcóticos, el dramático incremento de los homicidios en México desde que el gobierno adoptó una respuesta militar al narcotráfico en 2006. Enfatiza que dicho aumento fue de tal magnitud, que los expertos han tenido que revisar a la baja las expectativas de vida en el país. También ponen a México de ejemplo en materia de violaciones a los derechos humanos –incluyen tortura y abuso físico de prisioneros– y en la aplicación de medidas excesivamente punitivas para el control de drogas.
En Estados Unidos
Entre otros puntos, indican que las tasas crecientes de VIH-sida y hepatitis C entre usuarios de estupefacientes están directamente vinculadas con el “uso excesivo” de encarcelamiento y disparidades raciales evidentes en países como Estados Unidos, donde para los hombres afroestadunidenses las probabilidades de ser recluidos por delitos relacionados con narcóticos son mayores que sus contrapartes blancas, a pesar de que las tasas de uso de drogas son casi iguales.
Algunas recomendaciones

Ante esto no sólo proponen la despenalización de todo uso y posesión no violenta de drogas. Recomiendan experimentar con la legalización y regulación de ciertos tipos de estupefacientes. Proponen reducir la violencia de esas medidas, incluyendo dejar por etapas el uso de las fuerzas armadas, en los esfuerzos de las políticas públicas antidrogas.
Las muertes por sobredosis se pueden reducir en gran medida al asegurar que las personas que usan opioides tengan un buen acceso al tratamiento con medicamentos y asegurarse que los que usan drogas o los que sean testigos de sobredosis tengan acceso a la formación y aplicación de la naloxona, un medicamento que revierte los efectos de la sobredosis.
Los gobiernos y organismos de investigación deben aprovechar la oportunidad, cuando se introduzcan los mercados regulados por la ley para el cannabis, de evaluar las mejores prácticas para la salud pública y la seguridad que puedan servir de ejemplo.
A principios de esta semana, Health Canada anunció que la naloxona ya está disponible sin receta en este país.
El gobierno liberal está realizando consultas sobre la legalización de la marihuana en Canadá.
Empujados en la dirección contraria

Las medidas severas contra el consumo de drogas lleva a la gente a esconderse, dijo Danny Wilson.
«Ellos hacen cosas que normalmente no harían: Se convierten en ladrones, se convierten en mentirosos, se vuelven violentos, se convierten en todo lo que no quieren ser. Creo que la mayoría de la gente tiene buen corazón, el problema es que se los empuja hacia esa dirección. Eso es lo que la guerra contra las drogas ha hecho a mucha gente”.
La presentación de dicha investigación y las recomendaciones se hacen en la víspera de la Sesión Especial sobre Drogas de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (Ungass) programada para abril próximo.
Christine Birak/CBC/
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