El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, se encuentra en la República de Irlanda, donde se reunió con su par de ese país, Leo Varadkar.
Ambos mandatarios reafirmaron su compromiso con el Acuerdo Integral de Economía y Comercio entre Canadá y la Unión Europea, conocido bajo la sigla CETA, durante un encuentro en Dublín, la capital del país.
Al hablar tras la reunión, sendos líderes resaltaron los beneficios que el acuerdo tendrá para ambas partes, al asegurar la libre circulación de bienes entre los territorios canadiense y europeo.
La administración Trudeau ha hecho del CETA una de sus prioridades en materia de comercio internacional, sobre todo a la luz de la renegociación del NAFTA, el convenio que rige el comercio en América del Norte, y de la salida de Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), que le asestó un duro revés a esa iniciativa.

El mandatario canadiense dijo que el CETA se traducirá en un fuerte crecimiento económico para quienes participan del mismo, al tiempo que ayudará a crear empleos bien pagados a ambos lados del Atlántico.
En tal sentido, Trudeau manifestó que el acuerdo dará “a las empresas canadienses e irlandesas un mayor acceso a los mercados recíprocos”, para agregar luego que “producirá un fuerte crecimiento económico, la clase de crecimiento que beneficia a todos los ciudadanos, no sólo a los más ricos”.
Esa opinión no es compartida por analistas europeos, quienes temen entre otras consecuencias una flexibilización de las normas laborales en el continente, como lo refleja la entrevista que publicamos el 19 de enero último.

El comercio entre Canadá y la República de Irlanda puede ser considerado como relativamente pequeño. En 2016 llegó a 2.400 millones de dólares. A pesar de eso, ambas naciones se muestran muy interesadas en asegurar el buen funcionamiento del CETA, al que ven como una alternativa al proteccionismo al que están apelando algunos mercados internacionales, principalmente de la mano de la administración estadounidense de Donald Trump, y a las complicaciones para el flujo de mercancías y de empleos que podría traer aparejado el Brexit, el retiro de Gran Bretaña de la Unión Europea.
Por su parte, el flamante primer ministro irlandés remarcó las similitudes existentes entre su país y Canadá, más allá de tratarse el primero de un pequeño territorio isleño, mientras que el segundo constituye el segundo país más extenso del mundo.
Varadkar dijo que entre esas similitudes se encuentran la de tener grandes vecinos “que se encuentran en estos momentos yendo en direcciones opuestas” a la propia.

Tanto Trudeau como Varadkar resaltaron el carácter inclusivo de sus sociedades.
Al respecto, Trudeau manifestó que tanto “canadienses como irlandeses entienden que no es suficiente tolerar a nuestros vecinos, necesitamos aceptar lo que hace cada uno de nosotros como único, así como lo es nuestro género, el idioma que hablamos en casa, nuestro lugar de culto y o quién amamos”.
En las conversaciones bipartitas también se abordaron cuestiones como el cambio climático y la necesidad de un mayor balance de género en las administraciones de gobierno.
Varadkar, quien asumió como primer ministro en junio último, es hijo de un inmigrante indio y de madre irlandesa y es el primer mandatario de ese país en obtener el cargo habiendo declarado abiertamente su homosexualidad.
La llegada de Trudeau a Irlanda se traduce en el primer encuentro que Varadkar mantiene con un mandatario extranjero.

Tras su estadía en Irlanda, el primer ministro canadiense se entrevistará con la reina Isabel II en Escocia y, más tarde, viajará a Alemania para participar de la cumbre del G20, que comenzará el viernes en la ciudad de Hamburgo.
En la ocasión, la canciller alemana, Angela Merkel, aprovechará el escenario para seguir abogando por la unidad europea, al tiempo que se pronunciará contra el proteccionismo y el aislacionismo comercial, en referencia a las políticas que llevan adelante Estados Unidos y Gran Bretaña.
Con información de The Canadian Press
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