La lluvia helada es un tipo de precipitación que comienza a caer en forma de nieve, se derrite completamente mientras cae cuando atraviesa una capa de aire por encima de la temperatura de congelación en la atmósfera y se congela después al impactar cualquier objeto que encuentre en su camino. El hielo que se forma puede acumularse formando un capa de varios centímetros.
La tormenta de lluvia helada que azotó el Quebec entre el 4 y el 10 de enero de 1998, hace 20 años, fue una de las más grandes catástrofes naturales en la historia de Canadá. Algunas zonas del Valle del Río San Lorenzo desde Kingston, Ontario, hasta los Cantones del Este en Quebec recibieron hasta 100 milímetros de lluvia helada, lo cual representa más que el doble de las precipitaciones anuales normales en estas regiones.
EscucheEsta tormenta que marcó la historia y quedó grabada en la mente de todas las personas que vivíamos en Quebec en ese momento, dejó 35 muertos, 945 heridos y el desplazamiento temporal de unas 600.000 personas en toda la provincia. Se cerraron varias carreteras y se produjeron apagones mayores que dejaron sin fluido eléctrico a casi 1.400.000 personas en Quebec y a más de 230.000 en el este de Ontario. Se calcula que el costo financiero total de esta catástrofe natural fue de 5.400 millones de dólares.

André Caillé, presidente y director general de la compañía estatal de electricidad Hydro Quebec en ese momento, afirma que se “ese jueves 8 y el vienes 9 de enero 1998 se rozó la catástrofe”
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Entre el 8 y el 9 de enero llovió mucho. Y esta lluvia se sumaba a toda la lluvia helada que estaba ya en el suelo. Nos quedaba solo una línea eléctrica de unos 500 o 600 megavatios para todo Montreal. Venía de una zona donde estaba lloviendo menos. Dirigiendo y redirigiendo la corriente eléctrica, esa línea nos permitía alimentar nuestros clientes prioritarios, tales como los hospitales, los puestos de bomberos, etc.
André Caillé dice que si se hubiera perdido esa línea eléctrica hubieran quedado solo 40 megavatios, pero por fortuna eso no sucedió por muy poco, porque la línea oscilaba bajo el peso del hielo acumulado en los alambres y esa oscilación ejercía una presión que amenazaba con derrumbar las torres de transporte eléctrico.
Si esas torres hubieran cedido, toda la ciudad de Montreal habría quedado en la oscuridad total, aunque no completamente sin calefacción porque una parte de la ciudad estaba calefaccionada con gas natural y se hubiera podido calefaccionar algunos establecimientos públicos.

Recuerdo que en aquella época, para nuestra fortuna y la de algunos amigos, vivíamos en el norte de la ciudad, pero también teníamos un gran local que nos servía, a mí y mi mujer, de oficina y de estudio de fotografía. Contrariamente al millón 400 mil personas que quedaron sin energía eléctrica, estos dos lugares nunca la perdieron, lo cual nos permitió albergar a varios amigos que se había quedado sin luz. Pero para que los pocos afortunados como nosotros pudiéramos seguir teniendo electricidad, equipos de trabajadores de la compañía eléctrica Hydro Quebec trabajaban jornadas de 16 horas, lo cual representaba un peligro para ellos, nos dice André Caillé.
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Una semana más tarde, entre más se reconstruía la red, más aumentaban las probabilidades de error. Que alguien pensara que la red no estaba bajo tensión y que la tocara. Pasó una vez. Seguíamos todavía solo con una línea, quizá dos, no recuerdo bien, pero todos nosotros estábamos muy preocupados por el hecho de que alguien se lastimara. Que alguien de los que trabajaban en la red se pudiera electrocutar.

Sobre todo, que según nos cuenta André Caillé, algunos trabajadores en su esfuerzo por restablecer la electricidad en Montreal realizaron actos prácticamente heroicos, poniendo así sus propias vidas en peligro.
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Estábamos en la incapacidad de redirigir el fluido de otras torres hacia Montreal porque el alambre del pararrayos había caído sobre los alambres conductores. Había entonces que retirarlo y para hacerlo había que subir a la torre. Hubo entonces un empleado que saltó con éxito desde un helicóptero sobre la torre a riesgo de su propia vida, seccionó el alambre de los conductores y eso nos permitió de poner nuevamente la línea en servicio. Y nosotros que teníamos solo 600 megavatios, pasamos de un golpe a más de 1000.
Muchas lecciones se aprendieron de tormenta de lluvia helada de 1998. En la actualidad la red de alimentación eléctrica de Montreal es mucho más sólida y si se produjera el mismo evento climático hoy, tendría 10 veces menos consecuencias que las que tuvo en ese momento, dice André Caillé.
EscucheHoy, 20 años más tarde, el entonces presidente y director general de la compañía Hydro Quebec, rinde un homenaje a todo el personal de la compañía que estuvo implicado en la solución de esa crisis, pero también a la policía, los bomberos, el ejército, los responsables de los centros de acogida que recibieron a los damnificados y todos los quebequenses que se entreayudaron y que permitieron así pasar a través de una de las peores catástrofes naturales que jamás haya vivido este país.
Alain Gravel entrevistó a André Caillé/Internet
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