Chrystia Freeland, ministra de Relaciones Exteriores de Canadá. (Foto: CBC)

Canadá expulsa a diplomáticos rusos… por haber dicho la verdad

A medida que la tensión entre Rusia y Estados Unidos va en aumento, y mientras en Gran Bretaña el envenenamiento de un ex espía ruso diluye la atención frente al escándalo de la manipulación de datos personales en Facebook para alterar unos 200 procesos electorales en el mundo, Canadá acabó tomando su parte en este drama internacional.

Ottawa decidió expulsar a cuatro diplomáticos rusos a principios de mes. Sobre el tema, el columnista Thomas Walkom, del Toronto Star, publicó un artículo de opinión con el título “¿Por qué expulsó Canadá a cuatro diplomáticos rusos? Porque dijeron la verdad.”

Ahora sabemos cómo los rusos han estado subvirtiendo la democracia canadiense. Ellos han estado propagando noticias verídicas, dice el columnista.

Esa información es cortesía del primer ministro Justin Trudeau quien a principios de mes finalmente explicó el motivo detrás de la decisión de su gobierno de expulsar a cuatro diplomáticos rusos y negar la entrada a tres más.

En ese momento, Ottawa dijo tal decisión era en gesto de apoyo a Gran Bretaña, que culpa a Rusia por usar un agente nervioso mortal para envenenar a un agente doble que vive en Inglaterra.

Pero en una declaración escrita, la ministra de Relaciones Exteriores, Chrystia Freeland, también dijo que los rusos habían estado usando su estatus diplomático «para interferir en nuestra democracia».

De qué manera los rusos estaban interfiriendo fue un tema que quedó sin una explicación precisa. Los esfuerzos para obtener más información de parte de la oficina de la ministra Freeland no tuvieron éxito.

En una entrevista con el difusor público CBC, el ministro de Defensa, Harjit Sajjan, dijo que debía quedarse callado por razones de seguridad nacional. Nadie más quiso hablar.

Fue el miércoles 4 de abril que el primer ministro Trudeau dejó salir al gato de la bolsa. Los rusos están siendo castigados por decir que el abuelo de la ministra de Relaciones Exteriores, Chrystia Freeland, fue un colaborador nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

Trudeau llamó a esta acción un esfuerzo de «propagandistas rusos» para difamar a Freeland, lo cual tal vez lo fue.

El único problema con todo esto es que los rusos estaban diciendo la verdad. El abuelo materno de la ministra canadiense Chrystia Freeland, Michael Chomiak, fue un colaborador nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

El abuelo ucraniano de Chrystia Freeland, Michael Chomiak, en una fiesta. En la esquina inferior derecha de la foto, de uniforme, está Emil Gassner, el administrador nazi a cargo de la prensa de la región, incluida Cracovia. (Fuente: Archivos)

Su abuelo fue un nacionalista ucraniano que huyó del avance de los ejércitos de Stalin en 1939 y buscó refugio en lo que entonces era la Polonia ocupada por los alemanes. Allí, bajo la protección de los nazis, dirigió un periódico antisemita en ucraniano.

El columnista Thomas Walkom, del Toronto Star, cuenta que se enteró por primera vez de esto gracias a una historia publicada en primera plana en el periódico canadiense de circulación nacional, The Globe and Mail.

The Globe obtuvo esa información entrevistando al tío de la ministra de Relaciones Exteriores, Chrystia Freeland, un historiador que en 1996 escribió, con algo de ayuda de su sobrina, un artículo académico detallando las actividades del abuelo Chomiak durante la Segunda Guerra Mundial.

¿Se alegró el gobierno ruso de la difusión de la noticia? Supongo que así fue, dice el articulista. La ministra Chrystia Freeland es una voz crítica del duro trato que le da Moscú a Ucrania y es actualmente persona non grata en Rusia.

El gobierno ruso también encuentra conveniente pintar a todos sus críticos en Ucrania como fascistas retrógrados. Y aunque Freeland ciertamente no es una fascista, ella ha elogiado públicamente a sus abuelos por la influencia que tuvieron sobre ella y por su compromiso con la independencia de Ucrania.

Teniendo en cuenta todo eso, la historia del abuelo Chomiak fue un regalo para los rusos. Poco después del nombramiento de Freeland como ministra de Relaciones Exteriores de Canadá el año pasado, los sitios en internet a favor de Moscú comenzaron a circular la historia

Usando las palabras de Trudeau, Moscú estaba probablemente tratando de impulsar una «narrativa pro-Rusia». La pregunta es: ¿es ilegítimo que los países utilicen hechos verificables para presentar sus argumentos?

Ciertamente que el puñado de países occidentales ricos no lo cree así en el caso de la historia del uso del agente nervioso en Gran Bretaña contra un ex espía ruso.

El ex espía ruso Sergei Skripal y su hija Yulia Skripal han mejorado desde que fueron envenenados a principios de este mes. Los investigadores británicos encontraron rastros de agente nervioso en el lugar de los hechos (Foto: Yulia Skripal/Facebook)

La decisión de Gran Bretaña y sus aliados de culpar a Moscú por ese ataque se basa en un hecho: en que el veneno utilizado fue desarrollado por primera vez en la antigua Unión Soviética.

La posibilidad de que otro organismo o entidad pueda haberla copiado no hace parte de las posibilidades contempladas.

En su lugar, al mundo se le presenta una explicación complicada que dice algo así: después de ignorar por años al doble agente jubilado Sergei Skripal, el presidente ruso Vladimir Putin finalmente decide matarlo.

Para mostrar al mundo quién es el responsable, Putin hace que sus secuaces usen un agente nervioso ruso. Pero para ocultar quién es el responsable, Putin tiene otro grupo de secuaces que niegan enérgicamente la culpabilidad rusa.

El ataque no fue particularmente exitoso, ya que Skripal aún está vivo. Y todo esto se hace sin otra razón que la pura maldad.

En teoría, este escenario tiene cierto sentido. O al menos lo tiene tanto como expulsar a cuatro diplomáticos por propagar noticias verdaderas: el abuelo de la ministra canadiense de Relaciones Exteriores, Chrystia Freeland, fue un colaborador nazi durante la Segunda Guerra Mundial, dice finalmente el comentario del columnista Thomas Walkom, del Toronto Star.

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Categorías: Internacional, Política
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