El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau y el presidente estadounidense Donald Trump
Photo Credit: AFP / Getty Images / Saul Loeb

“Con su nuevo acuerdo comercial, Canadá cede su soberanía a un matón”

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Apenas sabida la noticia el pasado domingo en la noche de que Canadá y Estados Unidos llegaron a un acuerdo en el marco de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, o TLCAN, empezaron a llover los elogios y las críticas al resultado de una negociación impuesta por Trump a Canadá y México.

“Es un honor el anunciar que hemos completado satisfactoriamente las negociaciones para un nuevo acuerdo para poner fin y reemplazar el TLCAN con un nuevo e increíble acuerdo Estados Unidos, México y Canadá, llamado EUMCA, nombre que funciona más o menos”, anunciaba el presidente Trump el pasado lunes en Washington.

Una de las voces críticas ante este tratado es la del columnista de opinión Neil Macdonald, quien trabaja en el difusor nacional canadiense CBC.

Responsables de la negociación del nuevo “Acuerdo comercial EUMECA”. Ildefonso Guajardo Villarrea, de México; Chrystia Freeland, de Canadá, y Robert Lighthizer, de Estados Unidos. (Foto: CBC)

Titulada “Con su nuevo acuerdo comercial, Canadá cede su soberanía a un matón”, Macdonald destaca como elemento negativo la cláusula 32 de un acuerdo que bien podría llamarse “Acuerdo comercial EUMECA”.

Se trata de un texto largo, en lenguaje codificado, pero que básicamente dice que si Canadá quiere un acuerdo comercial con China, Ottawa tiene que notificar a los estadounidenses sobre cualquier negociación, explicarles el contenido de las mismas y presentarles el texto de cualquier acuerdo, «incluyendo cualquier anexo e instrumentos paralelos» de antemano, para su escrutinio por parte de los Estados Unidos, y luego, como un perrito obediente, esperar el veredicto de Washington, escribe el columnista Neil Macdonald.

Si a Estados Unidos no le gusta el acuerdo, y es seguro que a los estadounidenses no les gustará ningún acuerdo entre Canadá y una economía rival, Canadá será excluido sumariamente de la nueva versión del TLCAN, que se convertirá según el antojo de Washington, en un acuerdo bilateral con México.

La ministra canadiense de Relaciones Exteriores, Chrystia Freeland, AP Photo/Luis Alonso Lugo

Es impresionante ver que Canadá haya aceptado ese acuerdo con Estados Unidos, pero no es sorprendente. Es un documento que refleja el método de Trump: brutalizar a los aliados y socios, insultarlos y someterlos con crudas amenazas como imponer aranceles sobre los automóviles y las partes de vehículos.

“Francamente, estamos pensando simplemente en aplicar impuestos a las exportaciones de autos provenientes de Canadá. Ese es el área más grande. Estamos muy insatisfechos con las negociaciones y con el estilo canadienses de negociación. No nos gusta la representante de Canadá”, se quejaba el presidente Trump, refiriéndose a la ministra canadiense de Relaciones Exteriores, Chrystia Freeland.

Parafraseando el tosco discurso de inauguración de Trump, el comercio justo se acaba aquí y ahora. Es “Primero Estados Unidos”, damas y caballeros, escribe el columnista de opinión Neil Macdonald.

Esa cláusula 32 no menciona a China. En su lugar, utiliza el eufemismo «país sin economía de mercado» y estipula que cada parte «informará a las otras partes», pero no hay duda de lo que significa un país sin mercado. Se trata de China.

En este momento, Trump se encuentra llevando a cabo una guerra comercial total con China, y no quiere que ningún aliado se acerque demasiado a su rival.

Trump da la mano a regañadientes al presidente chino Xi Jinping antes de reciente tensión comercial entre ambas potencias. (Foto: Qilai Shen/Bloomberg)

Pero hay más. Estados Unidos ha escuchado claramente las voces en Canadá y otros países occidentales que instan a sus gobiernos a diversificar y fortalecer los lazos con otros socios comerciales como protección frente al acoso de Trump y su slogan “Primero Estados Unidos.”

Neil Macdonald afirma que Estados Unidos considera a Canadá y México como estados clientes, y no van a tolerar ninguna actitud canadiense de independencia.

«En todo esto los estadounidenses han trazado una línea», dice un abogado canadiense que ha participado en la renegociación del TLCAN. «Estados Unidos está diciendo efectivamente: ‘Vamos a controlar Norteamérica'».

«No puedo creer que Canadá firme este acuerdo. Me dan ganas de vomitar», dijo el abogado.

Gordon Ritchie, quien participó en la negociación del primer Tratado de Libre Comercio original entre Canadá y Estados Unidos, es más indulgente. Él dice que la Cláusula 32 responde principalmente a los temores estadounidenses de que los productos chinos ingresen a su mercado por la puerta trasera que es Canadá.

Estos temores son exagerados, dijo Ritchie, pero Canadá probablemente aceptó esa cláusula porque «proteger tu cabeza significa que los golpes caerán sobre tu espalda».

Sin embargo, la cláusula 32 va más allá de informar a Estados Unidos sobre cualquier negociación con China, o de entregar a Washington el texto de cualquier acuerdo con China. La cláusula 32 obliga a Canadá a informar a Estados Unidos, con al menos tres meses de antelación, sobre cualquier «intención» de proseguir las negociaciones. Esto es claramente una renuncia a la soberanía nacional, señala el columnista de opinión Neil Macdonald.

Automóviles Chrysler en la planta de montaje de Brampton, Ontario
Automóviles Chrysler en la planta de montaje de Brampton, Ontario © PC/Frank Gunn

Pero al final, Canadá probablemente no tenía muchas opciones. Cuando tu economía es tan dependiente de una potencia del tamaño de Estados Unidos, al final haces lo que se te dice. Usted firma un acuerdo como éste, aunque no lo proteja de la maniobra ilegal de Trump, que declaró que el aluminio y el acero canadienses constituyen una amenaza para la seguridad nacional estadounidense y, por lo tanto, deben ser tarifados.

La idea de que el metal canadiense es una amenaza a la seguridad estadounidense es descabellada. El hecho de que Trump siga repitiendo esa frase con una sonrisa arrogante dice mucho sobre su respeto por la relación de «amigos más cercanos» con Canadá, de la cual nos han hablado toda la vida. Para Trump, Canadá no es más que un vasallo molestoso que necesita aprender cuál es su lugar en un mundo dirigido por Estados Unidos.

Dicho esto, Canadá logró evitar que algunos de sus muros altamente proteccionistas fueran destruidos por los fundíbulos y arietes estadounidenses.

Nuestro cártel, administrado por el gobierno, que protege a los agricultores canadienses de la competencia al obligar a los canadienses a pagar precios más altos que los del mercado por los productos lácteos, las aves de corral y los huevos, permanece en gran medida intacto.

Por otro lado, Ottawa, empujada por la asociación que representa a los minoristas canadienses, se ha asegurado de que el comercio electrónico transfronterizo siga estando fuera del alcance de millones de consumidores canadienses.

Pero cualquiera que piense que será más fácil y barato comprar una camisa por internet de un comercio estadounidense se llevará una sorpresa. En realidad, Canadá depende del proteccionismo, más que de la competencia, para gobernar sus mercados, dice el columnista de opinión Neil Macdonald.

El cálculo de Ottawa, al final, fue bastante obvio. No quedaba otra que rendirse a la golpiza estadounidense y por otro lado aferrarse en lo posible a las barreras y protecciones que obligan a los consumidores canadienses a pagar por nuestra falta de competitividad.

Esto porque así es como funciona Canadá, dice finalmente el columnista del difusor público canadiense, CBC, Neil Macdonald.

Categorías: Economía, Internacional, Política
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