La pasionaria del flamenco a la que el machismo en la comunidad gitana no pudo destruir

La Chana, bailaora autodidacta, una de las artistas más grandes del arte flamenco, tuvo sus años de gloria entre 1960 y 1980. Desarrolló un estilo, un método  muy particular del baile, a través del compás, la fuerza y una velocidad únicos.

En la cima de su arte, cuando una artista empieza a cosechar el  reconocimiento internacional, desapareció sin dejar rastros. Esta historia es una de pasión por el flamenco, inseparable de su condición de mujer y gitana.

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Mi marido era mi señor, mi dueño, y yo era su esclava.

Va para los 72 pero su pasión por el flamenco sigue intacta. Más aun, lo sigue bailando sentada en una silla y los músicos jóvenes que la acompañan en el escenario dicen que no pueden seguirla, que se cansan.

Antes de bailar públicamente por primera vez a los 15 años, sufrió maltrato de la familia y de la gente de la comunidad por ser mujer y gitana. Su padre no quería que bailara, “porque las mujeres artistas eran malas”. Tuvo que hacer una huelga de hambre en la casa para que su padre la autorizara a bailar.

Su marido empleó el método de la violencia física y le quebró las costillas para que abandonara el escenario. Cuando le ofrecieron bailar en Estados Unidos, en la meca del cine, ese machismo por demás brutal le impidió seguir con su sueño.

Me tuve que retirar forzosamente, en momentos en que un artista lo tiene todo. Entre los gitanos el hombre manda. Si no aceptas eso, pierdes.

La Chana en su primer baile

Fue autodidacta. No había televisión en aquel entonces, no había visto bailar a nadie. Era una época de muchas dificultades, España estaba muy mal, era el fin de la guerra civil, época en que nació ella, cuenta  La Chana.

Aprendió a bailar escuchando la radio. “Escuché el compás por la radio y me lo aprendí en una noche. La cabeza tapada con una manta para que mi padre no viera que yo estaba contando con los dedos el compás. Al otro día me iba al campo, me ponía encima de dos ladrillos, a bailar ese compás”.

La primera vez que La Chana vio bailar el flamenco le pareció que los bailaores lo hacían muy lento, que daban vueltas despacio y que todos iban para el mismo lado.

El arte de la improvisación

La Chana dice que no sabía que para bailar había que montar una coreografía. Ella hacía las cosas que le salían del corazón, improvisando. No sabía que había que estudiar el baile, porque ella lo  tenía todo en su mente, señala,

“Empecé a bailar encima de dos ladrillos y mis pies se pusieron muy fuertes y muy ligeros. Pero cuando los guitarristas empezaban a acompañarme y salían las palmas, de repente me dejaban sola. No podían seguirme. Y entonces estando sola hacía muchísimas más cosas. Y lo sigo haciendo. Porque es más fácil improvisar que acordarse de lo que hay que hacer según lo planificado para el día siguiente.”

El regreso, 20 años después

Veinte años más tarde, ella regresó y más fuerte,  demostrando que no la habían podido quebrar. Se casó nuevamente, con un “hombre bueno”.

En el documental La Chana, que se presenta en Montreal, ella va desgranando su historia mientras sus pies, memorias vivas,  la llevan a recorrer esos años de bailaora y mostrar diferentes situaciones por las que tuvo que pasar y enfrentar.

La Chana cree que hoy hay algunos cambios en su comunidad. “Pero todavía hoy una mujer tiene que servir para casarse, tiene que obedecer al marido.  Las mujeres lograron liberarse un poco. Se las ve más unidas”.

La Chana no cree en el camino violento para cambiar el estado de las cosas. Es profundamente cristiana y eso se refleja en el primer mandamiento que ella considera la vía apropiada para lograrlo: el amarse  los unos a los otros.

“Tengo el amor de todos mis amigos que recuperé, y son para siempre. Y una mirada cierta, y ser trigo limpio, en la vida es lo que más vale.”

La pasión del flamenco en su estado puro

“Cuando bailo estoy en otra parte. Vivo lo que siento. Lo mío es improvisar. Antes de salir al escenario, me voy a un rincón donde nadie me escucha ni me ve. A oscuras. Para despojarme de todo lo que no me edifica.

Al olvidarme de mí misma preparo a mis miembros para que obedezcan mi alma y entonces cuando salgo, salgo como una rosa blanca pura. Sin saber nada de nada. Y cuando logro entrar o salir, no sé dónde, me hallo en ese lugar. Y no sé quién soy. Pero los pies obedecen a mis sentimientos”.

Con más de 70 años, La Chana tiene muchos proyectos e invitaciones para ir por el mundo. Claro que al cuerpo ya no se le puede exigir como antes, dice ella.

La película La Chana fue dirigida por Lucija Stojevic.

El Festival Internacional de Películas sobre el Arte (Festival International du Film sur l’Art) FIFA, por sus siglas en francés, se está llevando a cabo desde el 19 hasta el 31 de marzo próximo en la ciudad de Montreal.

Reconocido como el único festival especializado en su género en América y en tanto que el más importante de su categoría en el mundo, el FIFA se ha convertido con el correr del tiempo en un líder de la escena cultural internacional.  Este año celebra su trigésimo séptima edición y hasta el momento ha presentado unas 5.000 películas provenientes de 71 países.

Esto y más en la entrevista de Radio Canadá Internacional con La Chana.

 

 

Categorías: Artes y espectáculos, Sociedad
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