Un reciente informe económico elaborado por economistas del Royal Bank Canada (RBC), una de las mayores instituciones financieras en el país, confirmó el profundo cambio en los modos de consumo de bienes y servicios de parte de la población.
Según el análisis del RBC, al 30 de marzo el volumen de gastos mediante el uso de una tarjeta de crédito cayó en un 60% en Canadá en comparación a datos en la misma fecha en 2019.
Según la reportera Dianne Buckner, del radiodifusor público CBC, el cierre de bares, boutiques, tiendas no esenciales y restaurantes a causa de la pandemia del Covid-19, ha ocasionado que muchos canadienses que todavía tienen un ingreso estén descubriendo la maravilla de ahorrar dinero.
El encierro que la población está viviendo a fin de evitar la propagación de la pandemia les ha dado a los canadienses una nueva perspectiva sobre sus finanzas personales. La pregunta que se hacen los economistas es saber si esta reducción forzada de los gastos será solo temporal, o si los consumidores lo pensarán dos veces antes de abrir la billetera para hacer compras una vez que la economía del país vuelva a una relativa normalidad.
Donde el porcentaje de gastos se eleva es en las facturas del supermercado. Desde que las autoridades ordenaron el encierro de la población, estas son más altas simplemente porque la mayoría de la gente está comiendo en casa. Este cambio forzado de hábitos representa un ahorro neto para quienes cocinan en casa y no piden el envío a domicilio de comida de restaurantes.

Para tener una idea del ahorro en comida, una familia de cuatro personas gasta en promedio en una salida al restaurante entre 80 a 120 dólares como mínimo. Ese mismo dinero permite comprar en el supermercado alimentos que alcanzarán para varios días porque las comidas caseras cuestan mucho menos que las de los restaurantes. (Foto: Canadian Press/Graeme Roy)
Otra forma en la que los canadienses están ahorrando es en el transporte, ya que buena parte de la población utiliza el auto con menos frecuencia y, cuando lo hacen, se encuentran con que los precios de la gasolina han bajado, lo cual se traduce en ahorros. La pandemia también está permitiendo ahorrar dinero gracias al teletrabajo. El trabajar en casa ya no hace necesario salir a la calle y tomar el transporte público para ir a la oficina.
Otros gastos que también fueron borrados del mapa fueron las visitas a las peluquerías, los viajes y los billetes para conciertos de música o salidas al teatro. Esto a su vez ha puesto al borde de la bancarrota a un gran número de pequeños comercios de servicios.
Más allá de la frugalidad forzada por la situación de encierro, la reticencia a gastar también podría ser resultado del temor a una recesión o incluso a una depresión económica que se avecina.
En un resumen ejecutivo, el Fondo Monetario Internacional declaró que “la pandemia de COVID-19 está infligiendo enormes y crecientes costos humanos en todo el mundo. Para proteger vidas y permitir que los sistemas sanitarios puedan hacer frente a la situación ha sido necesario recurrir a aislamientos, confinamientos y cierres generalizados con el fin de frenar la propagación del virus. La crisis sanitaria por ende está repercutiendo gravemente en la actividad económica. Como resultado de la pandemia, se proyecta que la economía mundial sufra una brusca contracción de -3% en 2020, mucho peor que la registrada durante la crisis financiera de 2008–09.
Los canadienses, que tienen altas deudas acumuladas, se han acostumbrado a pedir prestado para financiar la compra de viviendas, vehículos, viajes e inclusive se prestan para pagar sus tarjetas de crédito. En marzo, el Departamento de Estadísticas del Canadá informó que los hogares canadienses deben un promedio de 1,76 dólares por cada dólar de ingresos disponibles. En otras palabras, los canadienses gastan y piden prestado casi el doble del salario que ganan.
Durante años, el Banco de Canadá ha estado advirtiendo a la población sobre los altos niveles de endeudamiento, a menudo describiendo esta situación como un riesgo para la salud económica del país.
Queda por ver si la actual reducción de gastos debido al Covid-19 es solo una tendencia o será un rasgo permanente de la economía canadiense.

En esta foto tomada el 13 de febrero de 1932, una larga fila de hombres por un sándwich y una taza de café en Times Square, en Nueva York, durante la Gran Depresión. Casi un siglo después, la economía de EE.UU. está casi cerrada, y los despidos se disparan en las pequeñas empresas y las grandes industrias. Una recesión mundial parece inevitable. Profundizando la amenaza, los precios mundiales del petróleo han caído por debajo de cero dólares por barril. Algunos economistas prevén que la recesión económica será tan grave como la Gran Depresión de 1929-1930. (Foto AP)
Dimitry Anastakis, profesor de historia comercial en la Escuela de Administración Rotman de la Universidad de Toronto, dijo que las actitudes de la población hacia el dinero son «generacionales», citando el ejemplo de la generación que vivió las privaciones causadas por la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), o la generación que vivió los devastadores efectos de la Gran Depresión (1929-1930). Ambas generaciones se convirtieron en ahorradoras. Ellas «tenían esa respuesta instintiva incorporada, en reacción a lo que fueron básicamente 20 años de inseguridad económica», dijo Anastakis.
Generaciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial, como los baby boomers, que emergió en algunos países anglosajones entre 1946 y 1965; la generación X, que abarca de 1965 a 1979 y la generación del milenio, han sido moldeadas por diferentes circunstancias, y muchos de sus miembros se consideran más como consumidores que como ciudadanos, explicó el profesor Dimitry Anastakis.
“La generación de los baby boomers y todas las que la siguieron no son ahorradoras. Sus identidades están atrapadas en la ropa que llevan, en lo que compran y en los autos que conducen. Es la consecuencia de un sistema económico que está orientado más hacia el crédito y la deuda, en lugar de estar orientado hacia el ahorro.»
Dimitry Anastakis, profesor de historia comercial en la Escuela de Administración Rotman de la Universidad de Toronto.
Anastakis recordó que el comportamiento de los consumidores tras la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial sugiere que los canadienses probablemente volverán a sus hábitos de consumo previos, una vez que se haya descubierto una vacuna contra el Covid-19 y termine este período de pánico.
«Históricamente, esto es lo que siempre ha sucedido», dijo Dimitry Anastakis. «Cuando hemos vuelto a la normalidad, hemos gastado aún más. Hemos sido más consumistas. Es un alivio, y la gente dice: ‘Oh! finalmente podemos gastar de nuevo.'»
Aunque ahorrar es considerado como un hábito positivo y previsor, no es lo ideal para el actual sistema económico, que para funcionar necesita que la gente gaste y se endeude.
El gasto del consumidor generalmente representa el 70 por ciento de toda la actividad económica en Canadá; de hecho, fue el motor que impulsó el aumento de la prosperidad y las ganancias en el mercado de valores de la última década, luego de la crisis financiera de 2008.
La pandemia está abriendo un capítulo histórico en cuanto a las finanzas personales, ya que está obligando a los canadienses a considerar radicalmente sus hábitos de gasto. Para Jo-ann Trunzo, que vive en Winnipeg: «Este parece ser un buen momento para separar las necesidades de los deseos.»
Fuentes: CBC / D. Buckner / Royal Bank / FMI / Canadian Press/ RCI
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