Ante un dolor súbito, las personas suelen exclamar palabrotas, lo cual alivia el dolor, según los investigadores. (Foto: iStock)

Lo bueno de las malas palabras

Tras darse sin querer un golpe de martillo en el dedo, nada suena mejor que lanzar al aire una palabrota para maldecir y tolerar al súbito dolor.

Según un nuevo estudio que investiga cómo el decir palabrotas afectan nuestra tolerancia al dolor, tiene que ser realmente una muy mala palabra para tener un efecto positivo.

«No hay nada mejor que una tremenda palabrota», explicó la investigadora Olly Robertson a Bob McDonald, presentador del programa científico Quirks & Quarks, difundido por la radio pública canadiense, CBC.


La mayoría de las personas han proferido algún tipo de palabrota o maldición al experimentar de golpe un dolor. Estudios científicos previos han demostrado que decir palabrotas puede efectivamente aumentar la tolerancia al dolor de una persona. Pero cuando la persona está en compañía de otra gente, suele ocurrir que se tienda a sustituir esas groserías mayúsculas con una palabra de sonido similar.


Robertson y sus colegas del Laboratorio de Palabrotas de la Universidad de Keele en el Reino Unido querían entender a qué se debe el efecto analgésico que tienen las palabrotas frente al dolor, y si decir falsas groserías cuando se está en compañía que no se quiere ofender es un sustituto convincente para el cerebro.

El resultado de esa investigación fue publicado en la revista Fronteras de la Psicología.

Una nueva investigación está estudiando por qué el decir palabrotas nos ayuda a tolerar el dolor por más tiempo. (Shutterstock / ESB Profesional)

Para averiguar cómo los insultos afectan la tolerancia al dolor, Robertson y su colega, el psicólogo Richard Stephens, inventaron dos falsas palabrotas, «fouch» y «twizpipe».

«Hicimos la hipótesis de que tal vez ‘fouch’ podría ayudar de la misma manera que ayudan las palabrotas porque suena muy similar, tiene ese sonido ‘FFF-CHH’ al final», dijo Robertson, asistente de investigación postdoctoral en el departamento de psicología experimental de la Universidad de Oxford.

Ella explicó que ‘twizpipe’ fue elegido porque representaba otra hipótesis que sostiene que las palabrotas funcionan para calmar el dolor, porque suenan divertidas.

«Había una idea de que quizás las palabrotas ayudan porque son divertidas, y ayudan a distraerse de esa manera.»

Robertson y Stephens hicieron que 92 participantes sumerjan sus manos en una tina de agua helada durante la mayor cantidad de tiempo posible, lo cual es una experiencia inofensiva, pero dolorosa. A los participantes se les pidió que repitieran al azar una de cuatro palabras cada tres segundos.

El temerario holandés Wim Hof es celebrado por su tolerancia a los baños de hielo. ¿Podría ser el decir palabrotas parte de su secreto? (NY Daily News vía Getty Images)

Ellos podían elegir entre una palabrota tradicional, una palabra neutra, que no sea un insulto y las palabras «fouch» y «twizpipe». A lo largo del experimento, los participantes fueron dando detalles de sus niveles de percepción del dolor, emoción, humor y distracción, así como también se les monitoreó el corazón.

Las nuevas palabrotas falsas tuvieron el mismo efecto en la percepción y la tolerancia al dolor que la palabra neutra. Sin embargo, al decir la verdadera mala palabrota, se registró un aumento del 32 por ciento en la percepción del dolor, y un aumento del 33 por ciento en la tolerancia al dolor.

Robertson explicó que cuando las personas tenían la mano en el agua fría diciendo insultos al mismo tiempo, ellas podían aguantar el frío durante más tiempo, hasta 18 segundos más. “Esto no parece mucho, pero en realidad, cuando necesitas pasar por esta horrible experiencia, 18 segundos es mucho tiempo», dijo la investigadora.

Hay dos teorías dominantes sobre por qué las palabrotas tienen este efecto sobre el dolor. La primera es que al decir algo que está típicamente prohibido, se activa en el cerebro la respuesta de luchar o huir.


«Decir palabrotas te da una pequeña sacudida, ayuda a que tu corazón lata más rápido, ayuda a que tu ritmo de respiración aumente, y así te da ese poder, esa adrenalina para superar un periodo estresante.»

Olly Robertson, asistente de investigación postdoctoral, Universidad de Oxford.


Una segunda idea era que decir palabrotas desencadena una respuesta de alivio y descanso en el cerebro, algo que se produce después de un período de mayor estrés.

«Las investigaciones se encuentran en un punto en el que no sabemos realmente si estas teorías son exclusivas, si funcionan juntas, o qué está pasando. Y eso es realmente emocionante para nosotros como investigadores en el Laboratorio de Palabrotas», explica Robertson.

En este estudio, la vulgaridad en inglés que empieza con la consonante «f» fue el insulto favorito. En investigaciones anteriores, Robertson ha observado que esa palabra en particular tiende a ser la favorita entre los angloparlantes y no angloparlantes por igual.

«Hay algo en esa palabra, que nos encanta, que es transcultural. Y creo que es bastante hermosa a su manera», dijo Robertson.

Pero cuando se trata de la tolerancia al dolor, las palabras que mejor funcionan son aquellas que son las más más tabú, o las que tienen más poder, y esto surge justamente de la especificidad cultural de cada persona. «Depende completamente del espacio en el que uno ha crecido, lo que uno piensa que es aceptable, y lo que no», explicó la investigadora.

«No tiene sentido decir la palabra con «f» si en realidad prefieres la palabra con «b» o con «c». Tienes que usar lo que es bueno para ti y lo que crees que funcionará”, recomienda Robertson.

Fuentes: CBC / A. Buckiewicz / Canadian Press / RCI

Categorías: Internet, ciencias y tecnologías, Salud
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