Tuvo COVID. Se recuperó en 22 días. Trabaja en un hospital de Montreal donde se ofrecen prácticamente todos los servicios de salud y está sola en Canadá. Esta es parte de la historia de Isabel García, una enfermera de origen colombiano que nos cuenta cómo ha sido su experiencia durante estos meses de pandemia y cómo ve la luz al final del túnel, como “un acto de fe” gracias a las vacunas.
Isabel llegó a Canadá hace prácticamente ocho años, pues el 20 de enero estará celebrando un nuevo aniversario. Trabaja en un gran hospital de Montreal, donde, a pesar de ser uno de los más importantes, lo desconocido del virus dejó al personal de salud en una posición de vulnerabilidad e incertidumbre durante los primeros meses de la primera ola.
Toda su familia está en Bogotá, lo que significa que se rodea de amigos y colegas para drenar un poco las cargas y los retos emocionales que la COVID-19 ha puesto sobre nuestras espaldas y en nuestras mentes, pero reconoce que también mantiene los afectos desde su Colombia natal. Algo que agradece y agradeció especialmente, durante esas tres semanas que debió estar encerrada en casa, sola, porque se contaminó en el hospital donde trabaja. Inicialmente no mostró casi síntomas, pero sospechó que daría positivo en COVID-19 una mañana cuando no logró oler su apreciado café.
En RCI quisimos conversar con Isabel para mostrar a través de sus ojos y sus palabras lo que significa ser una enfermera en medio de una pandemia: en sus palabras, el personal de salud está cansado.
-¿Cómo ha sido este año para usted?
-Desde el principio, vivimos mucha incertidumbre. Los protocolos cambiaban todo el tiempo, cada vez que llegábamos a trabajar había un protocolo diferente. La primera parte de la pandemia fue de incertidumbre.
También podría decir que tuvimos mucho miedo de enfrentarnos a algo desconocido. Miedo porque el cuidado de nuestros pacientes está en nuestras manos y no saber qué hacer o cómo reaccionar, cómo protegerlos. Fue una etapa muy difícil como profesional de la salud. El segundo miedo era el de contaminarse, que uno esté enfermo, que pueda contaminar a sus amigos… No tuve miedo de contagiar a familiares, pero sí llegué a pensar qué va a pasar cuando yo me contagie, porque no tengo a nadie acá.
Después el conocimiento mejoró, las investigaciones empezaron a arrojar resultados, empezamos a adaptarnos mucho más a los equipos de protección: qué utilizar, qué no utilizar con los diferentes tipos de pacientes.
Si hablamos de las emociones, fue un momento de adaptación, digamos, a un nuevo momento del cuidado de enfermería.
Posteriormente, yo me contaminé. En marzo tuvimos un problema con unas muestras, porque nos dimos cuenta de que estábamos obteniendo resultados falsos negativos, es decir, le hacíamos el swab a los pacientes y salía un resultado negativo, pero seguían con un cuadro febril, seguían mostrando síntomas y después de una semana nos dimos cuenta de que efectivamente eran positivos y que nos habíamos expuesto.
Fue una etapa de aprendizaje, pero de mucha incertidumbre. Afortunadamente no me pasó nada grave. Me di cuenta porque perdí mi sentido del olfato. No tuve tantos síntomas… cuando no pude oler mi café, soy colombiana y tomo café, ahí fue cuando dije esto no está bien, esto no es normal, me hice el test y salí positivo. Tuve que hacer el aislamiento.
-¿Por cuántos días estuvo aislada?
-Fueron inicialmente 14 días en los que desarrollé otros síntomas como falta de energía, una tos seca que no se compara con otras gripas. A los 14 días me hicieron el swab nuevamente y di positivo, por lo que en total tuve que estar aislada 22 días antes de que saliera negativo y pudiera regresar a mi vida normal, a trabajar. 22 días…
Tuve la ayuda de mis amigos. No me sentí sola. Todo el tiempo tuve personas pendientes de mí, así fuera desde la distancia en Colombia, o mis amigos de aquí, que me trajeron mercado, y comida colombiana que eso mejora bastante.
-¿Cambió su perspectiva una vez que tuvo la enfermedad?
-Mi perspectiva no cambió. Pero cuando observo a mis pacientes me doy cuenta de que cada persona reacciona diferente al virus. Que a mí no me haya dado duro, no significa que deba minimizar los síntomas de otras personas. Para mí la experiencia fue satisfactoria, porque no me enfermé, pero tuve más respeto por el virus.
-¿Qué ocurrió después?
-Regresé a un ambiente que estaba mucho más estable, con los protocolos y las medidas de protección personal.

Para Isabel García, una de las experiencias más duras de este año fue cuidar a pacientes que no podían recibir visitas de sus familiares. Foto: iStock.
-¿Qué ha sido lo más fuerte que ha tenido que vivir este año?
-Lo más duro ha sido cuando nuestros pacientes han estado muy enfermos y no podemos permitir que la familia los vea. Eso para mí tuvo un impacto emocional grande, porque son personas que están pasando por un momento de mucho miedo, de pensar que pueden morir y no poder ver a sus seres queridos. Fue muy duro. Tener que venir con una tablet y tratar de dar un apoyo emocional… es difícil. Además, nosotros utilizando nuestro equipo de protección: tapabocas, un face shield en la cara, una bata… entonces la persona no observa ninguna de las emociones que uno quiere transmitir, no se observa una sonrisa, no se observan casi los ojos, esa parte humana se pierde bastante y eso para mí tuvo un impacto muy grande.
-¿Cómo ha cuidado su salud mental?
-Tengo varios amigos enfermeros. Para mí es importante conversar con ellos y drenar, abrir emociones, decir cómo nos sentimos, porque a veces considero que la gente que no está en contacto con pacientes, no puede entender lo grave de la situación. Es importante esa parte (de la salud mental). Conversamos también entre los compañeros de trabajo. Tenemos una línea de atención a la que podemos llamar y comentar nuestras emociones. En este sentido no me he sentido sola, pues siempre hay una red de apoyo para expresar emociones y de pronto manejarlas mejor.
-¿Cómo ha cambiado el ambiente con las vacunas que ya están disponibles?
-Seguimos en modo precaución, a pesar de que la vida se siente más normal. Cuando comenzó la segunda ola dijimos bueno, vamos bien, comenzamos a surfearla, pero cerca de las fiestas comencé a sentirme nerviosa. Yo sí quisiera hacer un llamado a la gente, recordándole que el sistema de salud puede colapsar y que las personas que trabajamos allí estamos llenas de trabajo en estos momentos. Estamos haciendo turnos de 12, de 16 horas, trabajamos todos los fines de semana, porque unos se han enfermado; las enfermeras embarazadas no pueden trabajar en estos momentos en áreas de COVID.
Sobre la vacunación: tengo mucha fe en esta medida. He escuchado a muchas personas que no se quieren vacunar, pero creo que en este momento es más un acto de fe, porque es la única salida que tenemos para combatir el virus.
-¿Qué le pediría al gobierno?
–Mejores medidas, no solamente de cara a la población. Sabemos que como seres humanos necesitamos socializar. Entiendo que encontrar el equilibro entre la flexibilidad de las medidas y el número de casos es demasiado complicado, así que más bien, le pediría que nos enfoquemos en medidas para el sistema de salud, el personal de salud en general está cansado.
Le pediría mejores medidas para el equipo interdisciplinario en los hospitales, porque nos falta personal, nos falta mejores medidas que garanticen que podamos descansar para así dar un mejor cuidado.
-¿Cómo ve el 2021?
-Lo veo con mucha esperanza, con mucha expectativa. La pandemia tuvo un gran impacto en el 2020, pero debo decir que a pesar de haberme contaminado no fue un mal año para mí, todas estas experiencias son para aprender. Hemos aprendido mucho, no solo a nivel de las investigaciones sino como humanidad. Creo que el 2021 va traer mejores cosas y tengo fe que de hecho, como humanidad, vamos a cambiar. Las cosas nunca van a ser como eran antes. Creo que eso va tener un impacto positivo como sociedad.
Por razones que escapan a nuestro control, y por un período de tiempo indefinido, el espacio de comentarios está cerrado. Sin embargo, nuestras redes sociales siguen abiertas a sus contribuciones.