Llevar nombres como «Mohammed» o «Mahmoud» no facilita la vida en Occidente. El sirio-canadiense con el que hablamos tiene ambos nombres. Mohammed Mahmoud llegó a Canadá con su familia a principios de la década de 1990. La familia se estableció en Montreal, la metrópolis de la provincia de Quebec.
En 2011, Mahmoud presentó su candidatura para un puesto en la empresa multinacional para la que trabajaba, con sede en Montreal.
El puesto solicitado era el de jefe de unidad, del cual Mahmoud hacía parte. El cargo fue otorgado a un colega no inmigrante de Mahmoud, que tenía menos experiencia que él.
Al día siguiente, otro colega de trabajo de Mahmoud, su antiguo jefe que fue quien le había contratado en la empresa, le preguntó si él tenía intención de hacer algo «ante esa esa situación».
Mahmoud respondió: «¿Qué situación?». «No te han elegido para que seas el jefe de tu unidad de trabajo», respondió su colega. «¿Y por qué no conseguí ese puesto?», le preguntó Mahmoud. «Es debido a tu nombre: Mohammed Mahmoud», respondió su antiguo director.
Este acontecimiento llevó a Mahmoud a reflexionar sobre su futuro en la empresa. Finalmente decidió dejar la compañía y trabajar en otra parte.
Mahmoud añade que su hija Layal (nombre ficticio) también sufrió discriminación en la sociedad de acogida.
Eso fue en 1993, el año siguiente de su llegada a Montreal. Después de vivir en un edificio próximo al parque La Fontaine, donde la mitad de los residentes eran inmigrantes, la familia decidió trasladarse a un barrio popular habitado en su mayoría por quebequenses francófonos.
Al día siguiente del traslado, Layal, que tenía siete años, salió a la calle a jugar con los niños. Una mujer que estaba en su balcón se fijó en ella y le gritó: «¡Vuelve a tu país! ¡No tienes nada que hacer aquí!»
Una década después, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos reivindicados por la organización yihadista Al Qaeda, un compañero de clase le dijo a Layal: «Si hubiera sabido que eras árabe, nunca me habría sentado a tu lado.
Layal, nacida en Occidente y que no lleva el hijab, sigue sufriendo lo que ella califica de comportamiento racista por parte de algunos de sus colegas de trabajo quebequenses.
Es su piel morena la que revela que es nacida de la inmigración y también su apellido, Mahmoud, lo que la exponen a lo que ella considera como actos de «micro-racismo», a los que se enfrenta en el seno de la sociedad quebequense de la cual ella forma parte.
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