El primer japonés que emigró a Canadá fue Manzo Nagano (1855-1923) quien llegó al país en 1877. Inicialmente, trabajó como pescador y obrero y luego se convirtió en propietario de un hotel en la ciudad de Victoria, en la provincia de Columbia Británica. Su presencia fue tan apreciada en la zona que una montaña de esa provincia lleva su nombre.
La primera ola de inmigrantes japoneses, llamados Issei (primera generación), llegó entre 1877 y 1928. La mayoría de ellos se instaló en la provincia de Columbia Británica.
Como, generalmente, eran pobres y no hablaban bien inglés, su acceso al mercado laboral era bastante limitado. La mayoría de de los japoneses de esa primera generación trabajaba en la construcción del ferrocarril, pescando salmón en el río Fraser o de obreros en las fábricas.
La situación no era muy fácil para ellos ya que Canadá fue limitando, progresivamente, la inmigración japonesa y los ciudadanos de ese origen sólo obtuvieron su derecho a votar en las elecciones canadienses a finales de la década del 40.
El gobierno federal canadiense tomó medidas durante y después de la Segunda Guerra Mundial que afectaron negativamente a la comunidad nipona-canadiense de la provincia de Columbia Británica.
22 000 Japoneses desplazados hacia campos de detención
Desde los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, Canadá decide abrir campos en los que serán internados –en algunos casos hasta 1946- judíos, comunistas, soldados alemanes y, sobre todo, inmigrantes japoneses italianos, alemanes y austríacos.
Después del ataque de Japón contra Pearl Harbor y Hong Kong, el gobierno canadiense utilizará la Ley de Medidas de Guerra para alejar a todos los canadienses de origen japonés de la costa del Pacífico.
Unos 22 000 nipones-canadienses fueron enviados a campos de detención, fincas, campamentos y campos de prisioneros de guerra. Todos sus bienes, incluyendo sus casas, sus comercios y sus bienes personales fueron vendidos. Sus barcos de pesca, granjas, casas, almacenes –al igual que otras propiedades y pertenencias- fueron rematados, lo más seguido, a precios irrisorios.
Muchos niños crecerán en esos campos de detención, entre ellos dos que se convertirían en referencias mundiales de sus respectivos campos de acción y en ejemplos canadienses: el ecologista David Suzuki y el escritor Joy Kogawa.
Durante las décadas siguientes, la comunidad nipona-canadiense intentó obtener una reparación de parte del gobierno federal canadiense. Finalmente, el 22 de septiembre de 1988, más de 40 años después de que se dieran las detenciones de los japoneses de Canadá, el primer ministro Brian Mulroney presentó excusas -a nombre del gobierno- a los nipones-canadienses sobrevivientes de la época de los campos de detención y a sus familias. Canadá ofreció una indemnización de 21 000 dólares a cada uno de los afectados.
Ver el dosier completo en los Archivos de Radio-Canada (En Francés)
De Slocan en Columbia Británica a Lethbridge en Alberta
Los japoneses –además de estar detenidos- también representaban una mano de obra barata. Los hombres fueron empleados para construir vías en el Norte de la provincia de Columbia Británica, mientras que muchas familias eran enviadas a las granjas de producción de remolacha en las provincias de Alberta y Manitoba. Mal albergados, mal vestidos y mal alimentados, los canadienses de origen japonés vivían en condiciones muy difíciles.
Las familias son alojadas en inmuebles abandonados en los que cada una ocupa unos pocos metros cuadrados. La otra opción eran unas cabañas que tenían techos recubiertos con capas de alquitrán.
Algunos de los campos en los que estuvieron detenidos los nipones-canadienses eran administrados por congregaciones religiosas. Así lo confirmó la hermana Yvette Pépin, una monja católica que asumió la enseñanza de los niños japoneses internados en algunos de los campos de detención.
Al finalizar la guerra, el gobierno canadiense obligó a los japoneses a escoger entre la deportación hacia Japón –un país que había sido destruido y que muchos de ellos ni siquiera conocían- o ir a vivir al Este de las Rocallosas, en las Praderas, o en las provincias de Ontario y Quebec.
En 1949, Canadá permitió a los japoneses que escogieron el exilio regresar al país si había alguien que respondiera por ellos. Ese mismo año, los canadienses de origen japonés recobraron sus derechos de ciudadanos, entre ellos el derecho al voto.
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