
Para lograra el objetivo, niños de 10 a 14 años aprenden a tocar el ukelele y, en conjunción con una historia, escriben y graban dos piezas musicales de su propia autoría que reflejan sus mejores recuerdos –los más felices- pero también los más tristes de la familia.
Este proyecto es algo así como un sueño musical que da a los jóvenes víctimas de la violencia doméstica la oportunidad de utilizar la música para identificar sus fortalezas y para ser escuchados -cuando cuentan sus historias- según su propio lenguaje y sus propias palabras.
En el proceso de construcción de autoestima y de valores los jóvenes son guiados por caminos en los que encuentran discusiones e historias de dignidad, de respeto y de autodescubrimiento.
Musicalizar la tristeza como parte de un proceso de saneamiento que también permite al joven víctima de violencia doméstica construir una pieza musical llena de alegrías, realizaciones dignidades y futuro.
Martín Movilla habló con la cantante Rosy Cervantes sobre su proyecto, su trabajo y sus sueños con los jóvenes que trabaja.
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