En el comienzo de la pandemia, cuando las medidas de confinamiento y el “cierre” de la vida en sociedad eran una novedad para todos, una mirada optimista sobre la situación sostenía que la reducción de la actividad comercial, laboral y del transporte tendría efectos benéficos para el medioambiente.
El augurio parece haberse cumplido sólo en parte, según nuevo trabajo científico.
Aires no tan distintos
Un escrito presentado por un profesor de la Universidad de Columbia Británica, entre otros, resalta que la contaminación del aire es uno de los problemas más graves con los que debe enfrentarse la humanidad en materia ambiental.
En tal sentido, el trabajo de Frederik Noack, profesor asistente en la facultad de Suelos y Sistemas Alimenticios de la UBC, resalta que el confinamiento ha sido un factor esencial para la reducción del 45 por ciento de la polución del aire en el plano doméstico y del 35 por ciento internacionalmente.
Sin embargo, el experto sostiene que dicha situación no es pareja y que es posible constatar grandes diferencias entre lo ocurrido en uno y otro punto del globo.
De hecho, Noack señala que en partes de Sudamérica, Asia y el centro oeste de Estados Unidos se constató un aumento de los niveles de contaminación en su atmósfera.
Industria vs. casas
Los países altamente industrializados se vieron más afectados por el cese o reducción de la actividad, con lo que la cuota de contaminación que afecta la industria se orientó hacia la baja.
Es el caso de naciones como Canadá, donde la contaminación del aire cayó un 30 por ciento entre marzo y agosto de 2020, cuando se registraron las medidas más estrictas para contener el avance de la pandemia.
Las mejoras en la calidad del aire se hicieron más visibles entre los primeros 90 a 120 días de vigencia de las directivas de confinamiento.
En la primera mitad del 2020 circularon profusamente imágenes satelitales que mostraban, en diversos sitios del planeta, la forma en la que las nubes de humo y partículas se volvían más difusas en los grandes centros comerciales y aglomeraciones.
Pero el confinamiento no implica que el aire se “limpia” automáticamente, sostiene el trabajo de Noack.
En algunas regiones la contaminación se incrementó cerca del 25 por ciento.
Los factores que influyeron para tal constatación son diversos, pero no difíciles de determinar y hasta simples de suponer…
La menor actividad comercial, laboral, industrial y social se tradujo en menos desplazamientos y contactos entre las personas, no en una reducción de de la población y sus necesidades.
En muchos casos, la actividad laboral y educativa se desplazó a los hogares y, en consecuencia, se incrementó el uso de fuentes energéticas en las casas, como la iluminación o la calefacción.
Los países menos industrializados pueden registrar un aumento del uso de biomasa, de la actividad agrícola y de la energía que consumen los hogares, con lo cual, según la investigación, se contrarrestan los beneficios que el confinamiento produce en materia de menor polución industrial, por ejemplo.
Los efectos se multiplican en los grandes centros urbanos, que en nuestros días constituyen los principales focos de concentración humana en casi todo el globo.
Cambio de modelo
Según el autor, la investigación puede ayudar a ver la necesidad de diseñar economías más sustentables, donde el combate contra la polución no tenga el alto costo que significa un cierre total de la economía: la reducción de la contaminación se observa en naciones que, al mismo tiempo, experimentan una caída pronunciada de su Producto Interior Bruto.
El investigador sugiere que los países industrializados, como Canadá, harían bien en comprender la necesidad de aumentar la flexibilidad laboral y beneficiar el trabajo desde casa, así como reducir los impactos de la industria y el transporte sobre la calidad del aire pero, sobre todo, apuntar hacia políticas mixtas y específicas, que incluyan todas las actividades económicas, y subraya la importancia de los instrumentos medioambientales basados en el mercado, como los impuestos sobre la contaminación o los sistemas de tope y comercio.
El profesor Frederick Noack llevó a cabo la investigación en colaboración con pares de Estados Unidos, Suiza, Gran Bretaña e Italia.
El documento puede consultarse en el sitio Environmental Research Letters.
Fuentes: Universidad de Columbia Británica / IOP Science.
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