Tokyo GirlsbyPenelope Buitenhuis, National Film Board of Canada
En su novela “Naomi”, escrita por el japonés Junichiro Tanizaki y publicada por entregas a mediados de los años 20 en el periódico Osaka Asahi Shinbun, uno de los personajes, Joji, se enamora de una muchacha de 15 años, Naomi. Ella trabaja en un café de dudosa reputación. Joji, quien es un ingeniero, la convence para que venga a vivir con él. Su idea es de educarla del modo más occidental posible, y de paso, utilizarla para poder compensar sus propias inseguridades.
El sueño de Joji es tener en Naomi una esposa de cultura occidental, de rasgos euroasiáticos, sofisticada y que sea el sueño, la admiración y la envidia de los demás hombres. En la realidad, Naomi es una persona superficial, con poca educación y un gran apetito sexual.
El ideal de mujer al que aspira la propia Naomi es la célebre actriz canadiense del cine mudo, Mary Pickford, nacida en Toronto en 1892.
Esa novela, traducida al inglés en 1947, cuando Japón se hallaba bajo la ocupación estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial, refuerza en el imaginario japonés el deseo de codearse con una mujer occidental.
La documentalista Penélope Buitenhuis, admiradora de los directores Fassbinder, Goddard y Lars von Trier, explora en la película Tokio Girls la experiencia de cuatro mujeres canadienses que fueron a Japón a trabajar como “hostess” o anfitrionas en algunos clubs exclusivos en la ciudad nipona.
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