El 14 de mayo pasado se cumplieron 40 años de la Masacre de El Río Sumpul en El Salvador. Todos los años, desde entonces, los sobrevivientes y la comunidad en general se reúnen para recordar a sus víctimas y renovar el compromiso de seguir luchando para que nunca más vuelva a suceder algo parecido.
El año pasado, para esta triste celebración, sacerdotes del la Diócesis de Chalatenango, El Salvador, incluyendo al Obispo Oswaldo Escobar Aguilar, se reunieron para oficiar una misa ese día en el lugar donde se llevó a cabo la masacre.
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En un lugar, que a primera vista parece idílico, cuando vemos las imágenes del documental del documentalista canadiense de origen venezolano Juan Andrés Bello, más de 600 personas, entre niños, mujeres y adultos mayores perdieron la vida bajo el fuego del ejército salvadoreño en el caserío Las Aradas, Departamento de Chalatenango, donde el río Sumpul atraviesa El Salvador y Honduras.

El Camino hacia Las Aradas (Foto: Cortesía de Juan Andrés Bello)
Esta masacre ocurrió durante la Guerra civil salvadoreña. Las Fuerzas Armadas y grupos paramilitares pro-gubernamentales de El Salvador habían lanzado una violenta ofensiva para terminar con las actividades del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN. La ofensiva hizo que cundiera el pánico entre la población civil, creando grandes grupos de desplazados que por temor huían de ella. La suerte no los acompañó.
El delito
- Acceso a la salud y a la educación para todos
- Acceso a créditos blandos para los agricultores, comida y salarios dignos para los cosechadores de café, caña de azúcar y algodón
- El establecimiento de una verdadera democracia
- Elecciones libres y respeto de los resultados
- Erradicar los fraudes que dejaran fuera del poder a los verdaderos ganadores de esas elecciones
- Cesar la imposición de la fuerza bruta por los gobiernos de facto
Para exigir y reclamar sus derechos, la población recurría al único medio al que tenía a su alcance: las marchas pacíficas, letreros en los muros y edificios, tomas de iglesias y embajadas. No se necesitó más para que se encontraran en la mira de la represión.
“Viajé por primera vez a El Salvador en el año 2017 junto a un grupo de investigadores que está apoyando los esfuerzos de estas comunidades para preservar su memoria histórica. Ellos estaban buscando apoyo para el registro audiovisual de sus historias y desde ese momento comencé a trabajar con ellos. Es un trabajo de colaboración donde estoy en la preservación y el registro de lo que ellos vieron y de lo que ellos vivieron”. Juan Andrés Bello, documentalista.

El Río Sumpul, sitio de la masacre. (Foto: Cortesía de Juan Andrés Bello).
Según testimonios, estas personas perdieron sus vidas en un período de 12 horas, después que las fuerzas gubernamentales de El Salvador y Honduras y el grupo paramilitar ORDEN del lado salvadoreño, abrieran el fuego contra el grupo desarmado que habían rodeado y que intentaban cruzar el río para refugiarse del lado hondureño. Debido a que algunos de ellos eran sindicalistas activos, ilegales en ese momento, se les tomó por subversivos.
Tanto El Salvador como Honduras negaron su responsabilidad en la masacre. En 1993, la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas describió esta acción armada como una grave violación del derecho internacional. Cuarenta años después, los responsables aún no han sido procesados. Las víctimas y sus familiares siguen pidiendo justicia. A raíz de estas masacres comenzó el flujo de refugiados salvareños en el mundo. Canadá recibió en esa época un gran número de ellos.
RCI/thetablet.co.uk/Internet
La entrevista fue posible gracias a la colaboración de Pierre Dutil (RCI) y Benoit Chassé (SRC).
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